Trail Run

Zancadas con gusto: Sudáfrica

- POR: ZIGOR ITURRIETA, CORREDOR Y COCINERO

Apenas dos semanas después de correr en Bélgica, donde gané la "Magnetoise", de 64 km, ya estaba preparando otra vez la maleta para una nueva aventura. Si, ya lo sé, yo soy ese que ha escrito más de un artículo sobre que la gente corre demasiadas carreras al año y que no dejamos descansar al cuerpo entre carrera y carrera, pero mi caso es diferente. Técnicamen­te visto, ahora es trabajo, por lo que si el jefe dice que tengo que correr cuatro ultras en dos meses, los corro. Y, además, sonrío.

Bélgica fue el destino que elegimos para realizar el primer programa de nuestro nuevo proyecto para la ETB, un programa que abarcaría mis tres mayores aficiones: viajar, comer y el trail. Monumentos, museos, chocolater­ías, restaurant­es, cerveza, gente, correr... Y ahora con el sabor dulce de los chocolates belgas aún en la memoria, ya estaba preparando la maleta para mi próximo viaje... Sudáfrica.

VUELO AL PARAÍSO VERDE

Cuando uno empieza a preparar un viaje de estos, antes que empezar a llenar la maleta, suele ser importante enterarse de qué clima te vas a encontrar en tu destino, no vaya a ser que aparezcas en hawaianas en Noruega en pleno mes de enero. Por lo que -y sabiendo que en marzo está terminando el verano por aquellos lares- dejé en casa toda la ropa de abrigo que llevé a Bélgica y me arriesgué a sacar del armario los pantalones cortos y camisetas que hibernaban plácidamen­te en su interior, esperando a esos meses más cálidos, que aquí en el norte más bien son pocos. Y ahora que he mencionado la maleta, os voy a contar un truco que yo siempre pongo en práctica cuando vuelo a alguna carrera. Todo lo que voy a ponerme durante la carrera (zapatillas, ropa, mochila...) lo llevo conmigo en la bolsa de mano, no vaya a ser que tu maleta se pierda en el viaje y tengas que correr con material recién comprado y a estrenar. En menos de diez horas de vuelo desde Madrid, nos plantamos en Johannesbu­rgo, la ciudad más grande y poblada de Sudáfrica, aunque no su capital. Hay tres vuelos semanales desde Madrid a Johannesbu­rgo y los tres son nocturnos, por lo que, si tienes la suerte que tuve yo de viajar en business, llegas descansado y con todo el día para aprovechar haciendo turismo. Lo primero que me llamó la atención y me impresionó cuando estábamos llegando a Johannesbu­rgo y miré desde la ventanilla del avión, es lo verde que es todo aquello.

APARTHEID MUSEUM, SOWETO, MANDELA©S MUSEUM…

Si tuviera que escribir todo lo que visitamos, necesitarí­a unos dos o tres artículos, así que me centraré en lo más significat­ivo y lo que más me gustó. Cuando uno habla de Sudáfrica, sobre todo los que ya tenemos unos cuantos años, la primera palabra que te viene a la cabeza es apartheid. El que fue el sistema de segregació­n racial en Sudáfrica, en vigor hasta 1992. Significa "separación" en afrikáans, lengua germánica derivada del neerlandés y utilizada por la minoría blanca. Básicament­e, este sistema de segregació­n racial consistía en la creación de lugares separados, tanto habitacion­ales como de estudio o de recreo para los diferentes grupos raciales y el poder exclusivo de la raza blanca. Visitamos lugares que cuentan la historia fascinante, a menudo trágica, de lo que ocurrió realmente en Sudáfrica; una historia en la que abundaban las injusticia­s a nivel social, cultural y político. Estuvimos en la Constituti­on Hill, la que fue prisión de iconos famosos de la libertad política, como Nelson Mandela. También visitamos el Museo del Apartheid, un lugar que no deja indiferent­e a nadie y te remueve las tripas, tras ver lo que es capaz de hacer el ser humano. Conocimos el Museo Nelson Mandela, en Soweto, la casa donde vivió el difunto presidente Mandela desde 1946 hasta 1962. El segundo día en Sudáfrica tuve la oportunida­d de vivir una de las experienci­as más bonitas de todo el viaje y que si algún día visitáis ese país, os recomiendo que probéis. En Soweto (abreviació­n de South West Towships) hay una empresa que realiza paseos en bicicleta con un guía, el cual te lleva por algunos de los sitios históricos más interesant­es alrededor del barrio. Tras tanto museo y tanta bici, el estómago empieza a protestar y aquí va el segundo consejo del artículo; si tenéis almorranas o no os gusta el picante, no visitéis Sudáfrica... ¡Allí hasta el desayuno pica! Para que os hagáis una pequeña idea, allí el tabasco era una salsa "suave". Lo que fue una gran decepción es no encontrar ningún tipo de plato típico del país. Todo eran carnes de pollo o ternera a la parrilla o hamburgues­as gigantes de esas que necesitas instruccio­nes para comértelas. Y en cuanto al servicio, sentaros en la mesa y tomároslo con paciencia, antes de media hora no mueves el bigote ni por asomo.

VUELO A PORT ELIZABETH: ADDO ELEPHANT ULTRA TRAIL ESPERA

El tercer día en Sudáfrica nos esperaba el vuelo a Port Elizabeth, desde donde nos trasladarí­amos al parque nacional Addo Elephant, uno de los más grandes de Sudáfrica y donde al día siguiente disputaría­mos la Addo Elephant Ultra Trail. La sección original del parque se creó en 1931 para proteger a los 11 elefantes que quedaban en la zona y se podría decir que el proyecto tuvo éxito, ya que actualment­e viven casi 700 de estos magníficos mamíferos en los casi 1.700 km2 del parque. Además de elefantes, pudimos ver búfalos, cebras, antílopes, monos, rinoceront­es... Todo tipo de bichos que uno espera encontrars­e en un lugar así, menos al rey de la selva, el león, que con el "torrao" que hacía debían de estar todos a la sombra tomándose una cervecita. Grabar un poco el ambiente, charlar con la organizaci­ón, recoger dorsal y a comer, que al día siguiente iba a necesitar de todo. En este punto es donde encontré una pega, en el único restaurant­e del lugar, y sabiendo como sabían que aquello se iba a llenar de bípedos devoradore­s de hidratos de carbono, no tenían nada de eso, sólo ensaladas, hamburgues­as y carne, mucha carne, por lo que, a la media hora que ya tardan de normal en servirte la comida en los restaurant­es, tuvimos que añadirle media más, para que pudieran hacerle un arrocito al nene... cosas del directo. Después de comer salí a correr la media hora de rigor el día anterior a la carrera. Suficiente para darme cuenta de que al día siguiente iba a sufrir, eran las seis de la tarde y el sol seguía apretando de lo lindo y ya nos habían avisado de que al día siguiente aún iba a hacer más calor. Bueno, gajes del oficio, tranquilid­ad y botella de agua en la mano para intentar hidratarse lo máximo posible. Por de pronto tocaba ir a dormir al hotel e intentar descansar, ya que a las 3:15 de la mañana habíamos quedado para que nos recogieran e ir a la salida de la carrera, que era en otro lugar del parque.

EL DÍA “D”

Con sólo cuatro horas de sueño, que además por culpa de un mosquito tocagüevos fueron de bastante mala calidad, partimos hacia la salida de la carrera. Cuando llegamos al punto de salida -un lugar en medio de la nada donde sólo había un arco y una mesa donde los de la organizaci­ón tenían preparados los dispositiv­os GPS que cada corredor teníamos que llevar encima durante la carrera- eran aún las 4:00 de la mañana y

EN 1931 SE CREÓ EL PARQUE NATURAL ADDO ELEPHANT PARA PROTEGER A LOS 11 ELEFANTES QUE QUEDABAN EN LA ZONA. EL PROYECTO FUE UN ÉXITO: HOY VIVEN ALLÍ CASI 700.

la carrera no empezaba hasta las 5:30. Mientras el cámara y el director del programa preparaban sus artilugios, intenté echar una cabezadita, pero la continua llegada de coches y corredores hizo que aquello fuera una misión imposible. Revisé un par de veces todo el material obligatori­o, y 20 minutos antes del pistoletaz­o de salida, me fui a echar la "pesa" de rigor. Imaginaros la escena. Como la zona se había llenado de gente tuve que retroceder unos 500 metros en dirección contraria a la salida y me metí entre unos arbustos un poco alejado de todo aquel alboroto. Entonces, y mientras tú te encuentras en esa postura tan comprometi­da, te acuerdas de las películas tipo "Jurassic Park" donde ves al actor secundario Bob hacer lo mismo y te dices" ese tío es gilipollas, se lo van a comer ahí mismo ", y claro, no te concentras y mandas al traste algo tan fundamenta­l antes de una carrera, que luego seguro tendrá consecuenc­ias adversas durante el transcurso de la misma. ¡Cuánto mal nos ha hecho el cine! Pero bueno, centrémono­s en el relato. 5:25 de la mañana, frontales en la cabeza, nerviosism­o en el ambiente y últimos consejos de la organizaci­ón. Aunque mi inglés no sea una maravilla, consigo entender que tengamos mucho cuidado con el calor, que se esperan temperatur­as cercanas a los 40ºC. ¡Esto no venía en el guión! Por fin se da el pistoletaz­o de salida y allí partimos más de 100 locos dispuestos a jugarnos quién es la gacela más rápida de la sabana ese día. En el kilómetro 3 ya nos hemos distanciad­o del resto de participan­tes un grupo de 5 corredores, donde viene Ryan Sandes. Los primeros 25 km transcurre­n por pistas anchas, donde vamos a muy buen ritmo y poco a poco distancián­donos del resto. En la primera subida seria del día Sandes impone su ritmo y se nos va, se le ve muy fácil. Poco a poco los kilómetros van pasando y todavía me encuentro dentro de la pomada. Detrás de Sandes vamos un grupo de tres, en las subidas me dejan un poco atrás y en las bajadas les dejo yo. El calor empieza a apretar, pero por ahora, como vamos por una zona de bosque bajo, tenemos algo de sombra y es bastante llevadero. Sobre el 32 tenemos la única bajada técnica del día y es cuando me distancio un poco de mis dos compañeros de carrera y tiro hacia delante en solitario. En el 35 empieza una subida que nos llevará al punto más alto de la carrera, km 50. Comienza la odisea, termina toda la vegetación y delante nuestro no tenemos más que llanura y un sol de justicia. Por si no lo sabíais, el negro del "guasap" es sudafrican­o y vive en el Addo Elephant Park… ¡Menuda bienvenida me hizo! Sigo corriendo, pero seguro que a ese ritmo me pasaría más de un jubilado de esos que pasean en el parque. De lo malo-malo, tenemos avituallam­ientos cada 5 km y en ningún momento me quedo sin agua. Al final, sobre el 58, me pilla Stewar Champeron, uno de los cuatro que venía al principio conmigo. Al tío se le ve fresco y va como un tiro. Cruzamos cuatro palabras entre los dos, y tras descojonar­se de mí por salir con indumentar­ia negra con el calor que hacía, se me va. Ni intención de seguirlo. En el 68, y tras una bajada de 5 km donde me recupero un poco, inicio la subida de los últimos 8 km de carrera. Aunque medio muerto por el calor, el saber que ya pronto terminará este calvario me anima y, aunque lento, voy trotando bastante dignamente. De repente, y a unos 6 km de meta, ocurre lo peor que puede pasarle a un corredor en ese momento. Mientras entro en el último avituallam­iento veo salir a Stewar (el segundo) del avituallam­iento y con síntomas de ir bastante jodido... Yo que me había hecho a la idea de entrar tercero y ahora va a tocar apretar. Bebo algo, me meto un trozo de plátano a la boca y salgo pitando. En la siguiente recta veo a Stewar y él también me ve, parece que no se va a entregar tan fácilmente. Al final, tiro la toalla y entro tercero en meta a menos de tres minutos de Stewar, 7h 57:53 para hacer los 76 km. No pasa nada, estoy más que satisfecho con el resultado, tras la visita de nuestro amigo del guasap, bastante que aguanté y pude dar guerra hasta el final. Abrazo a Stewar, que está muerto en el suelo y allí me quedo yo también sin fuerzas para nada. Tras la entrega de premios, recogimos todos nuestros bártulos y a seguir currando. Willy, nuestro guía, nos esperaba para llevarnos a grabar un bonito anochecer en el Addo Elephant Park. Al día siguiente de la carrera, el día amaneció lleno de nubes y con toda la pinta de que iba a llover. Como diría Obelix, “estos

sudafrican­osestánloc­os”, ayer 40ºC y hoy 15 y llueve... En fin, es lo que hay. Nosotros teníamos que seguir grabando y la oferta del día era más que interesant­e: por la mañana teníamos un safari guiado por el parque, y por la tarde nos desplazarí­amos a Port Elizabeth para pasear por sus calles y conocer un poco esa ciudad turística con vistas al océano Índico. Tras 8 días en la Nación del Arco Iris (como se la conoce por la diversidad de culturas, idiomas y creencias religiosas), cogimos el vuelo de vuelta, cansados, pero satisfecho­s con el trabajo realizado. Y sobre todo con la sensación de haber conocido un pueblo que ha sufrido mucho, pero que está llegando a un acuerdo con su pasado opresivo y trabajando hacia un futuro que todos los sudafrican­os pueden llamar suyo. Está claro que seguro algún día volveré. Ahora toca descansar y recuperar, el trabajo sigue y ya podemos deslumbrar en el horizonte nuestro siguiente objetivo; dentro de 14 días me esperan los 60 km del Ultra Trail de Cabo Polonio en Uruguay.... eteeee, guau.

Y ASÍ, AVISADOS DE QUE PODRÍAMOS ALCANZAR LOS 40º, PARTIMOS 100 LOCOS DISPUESTOS A JUGARNOS QUIÉN ERA LA GACELA MÁS RÁPIDA DE LA SABANA AQUEL DÍA

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