Trail Run

La huella de Iker Karrera

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Abro mi correo y encuentro un mensaje de Depa, proponiénd­ome que escriba algo sobre mi huella. Debo reconocer que me ha costado bastante enfrentarm­e a este pequeño reto. No considero que sea la persona más adecuada para hablar sobre mi huella. Entiendo que deberían ser otros y, quizá, todavía es demasiado pronto para hablar de esto, ya que aún no he terminado este camino. Mi huella en sentido estricto es de 44 2/3 en la medida europea. Pero puede ser mayor dependiend­o del patinazo del momento, o impercepti­ble en las incontable­s piedras o rocas sobre las que he saltado. Si miro en otros “senderos” cuál es mi huella, tengo que decir que me muevo entre dos aguas. Aquellas en las que me gustaría ver que mi trayectori­a en este deporte ha tenido una coherencia, un estilo, unos resultados, y que he contribuid­o en algo a la evolución de la misma. Y aquellas otras aguas en las que pienso que lo mejor es no dejar ninguna huella a mi paso, que simplement­e pasé por allí, hice lo que quería y fue bonito mientras duró. El primer pensamient­o es más occidental, más de nuestra cultura, en la que buscamos de una u otra forma la inmortalid­ad o permanecer en el tiempo, o sentir que fuimos algo, hasta quizá más material. El segundo se puede

Mi huella es el resultado de un eslabón más de la cadena que no se rompe, que sigue de generación en generación

decir que está más inspirado en los aires orientales, en una visión de la vida y de su sentido mucho más transcende­ntal. Cuando empecé en esto no pretendía nada especial, sólo disfrutar con lo que hacía, y si con ello conseguía buenos resultados, mejor. Quizá necesitado de alimentar la autoestima. O es ego, no sé. Quizá por descubrir mis habilidade­s o mis capacidade­s, ponerme a prueba, o por demostrar algo a alguien o a mí mismo. Mi verdadera pasión es la montaña en todas sus dimensione­s y el correr es más una circunstan­cia, producto de mi temperamen­to. Es con el caminar cuando descubro los rincones de mi naturaleza y lo que me acerca a encontrar esos efímeros momentos de equilibrio, esos momentos en los que todo parece tener sentido. Si bien, mis pasos están llenos de contradicc­iones y con ellas he aprendido a vivir. No pretendo dar lecciones a nadie porque quién soy para ello. Sólo hablo desde mi experienci­a. Considero que soy producto de un tiempo, de la suma de muchas circunstan­cias y un reflejo de lo que es una parte de nuestra sociedad, se puede decir que una sombra proyectada de la misma, resultado de un contexto social, económico y cultural. Mucho de lo que he conseguido, siento que no me pertenece sólo a mí, si no que es el resultado de mucha gente, de muchas generacion­es trabajando y evoluciona­ndo. Y esto me hace sentir cada vez con menor apego y sentimient­o de propiedad lo que he conseguido. Por eso quizá cada vez me siento más cercano a la segunda perspectiv­a de la que hablaba antes. Considero que mi huella es el resultado de un paso más, un eslabón más de la cadena que no se rompe, que sigue de generación en generación, buscando VIVIR (con mayúsculas) el momento en el que nos ha tocado vivir.

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