Trail Run

La leyenda del Pikes Peak

La Cordillera de Front (Colorado, EEUU) custodia el maratón de montaña más longevo del mundo, una prueba con sabor a roca y pólvora que nació en 1956 en alguna taberna de Manitou Springs, un pequeño pueblo vaquero ubicado en el condado de El Paso, a los p

- POR: DANIEL SANABRIA FOTOS: ORGANIZACI­ÓN PIKES PEAK

El maratón de montaña más longevo del mundo se celebra en las rocosas de Colorado (Estados Unidos) de forma ininterrum­pida desde 1956. Su historia esconde cientos de secretos que te cuenta nuestro redactor Dani Sanabria en un reportaje de lo más completo que no te puedes perder.

No es el pico más alto de Estados Unidos, ni siquiera el de mayor elevación del estado de Colorado. Pero es el más querido por los americanos. El Pikes Peak emerge entre la cordillera de Front, en las Montañas Rocosas, hasta alcanzar los 4.300 metros de altitud. Es una cumbre imponente. Y facilona. Porque si hablamos de accesibili­dad pocas lo dejan tan barato. Así se entiende que sea la segunda más visitada del mundo, sólo por detrás del monte Fuji. Debe su nombre al teniente Zebulon Pike, el tipo que la descubrió en 1806 asegurando en sus cuadernos que aquella era una montaña invencible. Se equivocaba. Su expedición, en pleno reconocimi­ento del territorio de Luisiana comprado por los americanos a Napoleón, fracasó en el envite a la cima y no fue hasta 1820 cuando el Pikes Peak fue coronado por primera vez. Hoy en día alrededor de medio millón de personas suben hasta arriba a lo largo del año. Y es que su leyenda viene de muy lejos. Es una montaña tan influyente para América que cuando explotó la fiebre del oro a mediados del siglo XIX los buscadores hablaron de Pikes Peak

Gold Rush. En realidad, los tipos estaban excavando 137 km al norte del picacho. Pero les daba igual. Pikes Peak o fracaso, decían. Como consecuenc­ia de este movimiento que atrajo a miles de emigrantes a la zona se fundó la ciudad de Denver, hoy capital del estado de Colorado. A buen seguro que ningún otro cuatromil del mundo presenta tantas facilidade­s para ser ascendido como el Pikes Peak. Se puede hacer en el tren cremallera más alto del planeta, con un recorrido que atraviesa la llamada Puerta del Infierno, un boquete natural en la montaña que nos conduce al segundo tramo, más inclinado, sin vegetación, y gozando de unas vistas panorámica­s que incluso alcanzan los estados de Wyoming, Nuevo México y Kansas. También se puede subir en coche gracias a la carretera de gravilla construida por Spencer Penrose en 1916 y asfaltada por completo hace apenas cinco años. Aunque lo más romántico es hacerlo a través del emblemátic­o sendero Barr, estrecho y sinuoso, de 13 millas de distancia. En 1936 alguien tuvo la brillante idea de convocar una competició­n para subir a pie a la cumbre desde el pueblo de Manitou Springs. Fue el 28 de junio y se presentaro­n 27 personas. Pudieron terminar 19 de ellas, y sólo una mujer, Agnes Nellesen, que tardó 6 horas y 42 minutos. El hombre más rápido fue Lou Wille, que paró el reloj en tres horas redondas. No debió gustar mucho la idea, pues no se ha encontrado registro de ninguna otra carrera en el sendero Barr en los veinte años posteriore­s.

ARLENE PIEPER, MARATONIAN­A PIONERA

Así, fue en 1956, coincidien­do con el 150º aniversari­o del descubrimi­ento del Pikes Peak de la mano del militar Zebulon Pike, cuando se fecha el origen oficial de la carrera. El Doctor Arne Suominen, llegado de Delray Beach, estaba empeñado en demostrar que el tabaco perjudicab­a el estado físico de las personas y lanzó un órdago a los lugareños: una prueba consistent­e en subir y bajar la montaña a través de un circuito de 26 millas. Se apuntaron 14 corredores, sólo 3 de ellos eran fumadores. Entre los aspirantes se encontraba Lou Wille, el hombre que hace veinte años ganó aquella carrera hasta la cima cuando aún no fumaba. Ahora salía a dos paquetes diarios de cigarrillo­s. Dicen las crónicas que coronó el Pikes Peak pero se quedó ahí. Del resto de fumadores ninguno llegó más lejos. Quien completó el recorrido en el menor tiempo fue Monte Wolford, un joven finalista del certamen de Míster América que llegó a meta con un tiempo de 5 horas y 39 minutos. En segundo lugar un adolescen-

te de 16 años y en tercera posición el Doctor Suominen, de 56 años. “Creo que estos resultados confirman mi teoría. Ninguno de los fumadores terminó la carrera”, espetó tras acabar la prueba en algo más de seis horas y media. Desde aquel día el Pikes Peak Marathon no se ha interrumpi­do jamás a lo largo de sus 61 años de historia. Hay muchas ediciones que han sido históricas, como la de 1990, cuando por vez primera ganaba un atleta extranjero (Ricardo Mejía, México). O como la de 1993, año en el que el americano Matt Carpenter, uno de los mejores trailrunne­rs de la historia de EEUU, lograba parar el crono en 3:16:39, un récord que sigue vigente a día de hoy. No hablamos de un tipo cualquiera. Carpenter, nacido en Carolina del Norte, suma doce entorchado­s en esta carrera. El primero lo ganó en 1988 y el último, cerrando un ciclo dorado de seis triunfos consecutiv­os, en 2011. Al año siguiente se hacía con la victoria un joven de 24 años llamado Kilian Jornet. Esa fue otra edición legendaria. Pero el episodio con más valor histórico del Pikes Peak Marathon sucedió en 1959. En su cuarta edición una mujer llamada Arlene Pieper completó la carrera. Lo hizo en más de nueve horas, con unas zapatillas de jugar al tenis y tras quedarse a mitad de camino el año anterior. Una de sus tres hijas, una cría de 9 años, fue otra de las competidor­as y llegó a la cumbre (paradójica­mente antes que su madre), pero no regresó al pueblo. Así, la california­na Arlene Pieper pasó aquel día a la historia como la primera mujer en terminar un maratón en Estados Unidos, una distinción que muchos aficionado­s atribuyen a Kathrine Switzer, quien completó el Maratón de Boston en 1967, ocho años más tarde. Arlene y su marido eran propietari­os de un gimnasio en Colorado Springs y ella decidió apuntarse a la carrera sin más pretensión que la de promociona­r su negocio. Aquel día no era consciente, pero estaba inscribien­do su nombre en los libros de historia del deporte americano. En 2009, en el 50º aniversari­o de su hito, la organizaci­ón contactó con ella para ofrecerle dar el pistoletaz­o de salida y entregar la medalla a la mujer ganadora. Fue muy emotivo. “En aquella época a las mujeres no nos permitían hacer demasiadas cosas. Quise correr el maratón de Boston y no me dejaron. Se supone que debíamos quedarnos en casa, hornear galletas y tener bebés”, declaró Arlene Pieper en una entrevista concedida a la revista Runner's World en 2013.

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