Trail Run

JORDI SARAGOSSA

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A través de su mirada, a través de su cámara y de su forma de situarse frente a la vida que pasa, hemos podido ver y sentir en primera persona algunos de los momentos más recordados del mundo del trail. No recuerdo cuándo conocí a Jordi Saragossa, pero parece como que hubiera estado ahí siempre. Reconozco que tengo una debilidad especial por este tipo que nos ha hecho partícipes de la vida de algunos de los mejores deportista­s del mundo. Y ahí es donde está su mayor riqueza, la que comparte con todos nosotros, la de colarse en el día a día de los atletas, de las estrellas del trail, y ponerlos delante de nosotros de forma cotidiana y sencilla, como cada uno de ellos son en la realidad, como realmente cada uno de nosotros somos.

Acababa de cumplir los 18 años, repetía 2º de bachillera­to y mi cabeza no pensaba en otra cosa que en hacerme un hueco en el mundo de la fotografía. El inglés se me había atragantad­o y no conseguía nada que me motivara para aprobarlo, ¡quién me iba a decir que a día de hoy iba a estar tan presente en mi vida! Mientras seguía peleándome con el inglés contacté con un diario deportivo digital, le puse un poquito de fantasía al currículo: “estudiando fotografía”, pero no coló, ya os lo podéis imaginar. Entendí que esa no era la forma de disfrutar de mi pasión y de convertir mi hobby en mi trabajo. Empecé a estudiar fotografía y fui descubrien­do otros mundos, no sólo el del deporte en el que ya había hecho mis pinitos detrás de una valla publicitar­ia en un campo de fútbol y con un teleobjeti­vo “cazando” a los Messi, Villa, Pujol... También el retrato, la arquitectu­ra, el desnudo, la gastronomí­a, el retoque digital... Realmente no había límites. Un reportaje en un centro geriátrico cambió mi forma de ver la fotografía y descubrí que no había nada mejor que tratar de contar una historia que estaba sucediendo justo delante de mí, a través de mi cámara. Creo que nunca perdí tantas veces al dominó como durante mi trabajo en esa residencia de ancianos. Empecé a buscar temas, a pensar, hice una lista en un papel en blanco, en esa lista estaban también mis sueños, quería pensar en una forma de trabajar que me hiciera viajar por el mundo, como los fotógrafos del National Geographic. Conocí a Kilian Jornet un verano en Chamonix, los dos éramos jóvenes y teníamos muchas ganas de pasarlo bien, supongo que desde el primer momento ya hubo una conexión especial, los dos sabíamos lo importante que era “comunicar” y nos necesitába­mos. Le propuse hacer un reportaje de una de sus carreras, no tan sólo de la carrera sino de toda la preparació­n previa, estar junto a él en esos momentos que nadie ve y que sólo él vive. Al año siguiente me encontraba en una habitación de hotel en Chamonix, viendo cómo Kilian preparaba sus bocadillos de Nutella y pocas horas más tarde dentro de un coche persiguién­dole en uno de sus primeros UTMB. Al año siguiente Salomon Internacio­nal me llamó, empezó entonces el trabajo soñado del que llevo viviendo durante ocho años. Viajando por todo el mundo, fotografia­ndo a amigos más que a atletas, hablando más lenguas de las que aprendí en la escuela e intentado contar a la gente todo lo que pasa delante de mí.

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