Trail Run

YO VI UN SENDERO EN MARTE

- POR: ROBERTO PALOMAR, REDACTOR JEFE DEL DIARIO MARCA Y FINISHER DE VOCACIÓN.

En las últimas semanas, con motivo del posible hallazgo de agua subterráne­a en Marte, han proliferad­o las fotos sobre el planeta rojo. Pues bien, juro que he visto un sendero en Marte. Igual que vi una trialera en la foto de un asteroide o se me van los ojos a ambos lados de la carretera cada vez que asoma un camino. Lo mismo me sucede desde el avión -cuando la vista lo permite- o desde el tren, siendo este mi trans- porte favorito para fabular sobre dónde irá aquella trocha, cómo se llegará al monte que se ve a lo lejos o qué suerte tienen los que viven cerca de aquí, que pueden tomar este sendero que se ve desde la ventanilla siempre que quieran. Decididame­nte, veo el mundo -y el espacio sideral- con los ojos de un trailrunne­r. Y estoy convencido de que no me pasa solo a mí. Cualquiera que haya disfrutado de la carrera al aire libre, en el medio natural, tiene que sentirse atraído irremediab­le- mente ante cualquier sendero, huella, camino o posibilida­d alguna de atravesar por algún sitio sin asfalto de por medio. Y si no hay paso, su imaginació­n lo crea. Lo de Marte, obviamente, fue una visión provocada por la sugestión. No había ningún sendero pero divagar es gratis. Quién sabe si algún día no se va a celebrar una edición del Marathon Des Sables por allí. El terreno es perfecto... Lo cierto es que los trailrunne­rs vemos el mundo en forma de pliegues, de mapas e intentamos transforma­r cualquier situación cotidiana en un Trail. Una de las más afortunada­s evolucione­s la encontré por casualidad en un reportaje televisivo hace unas semanas. Estaban hablando de golf, yo no prestaba la más mínima atención, hasta que alguien pronunció la palabra clave: running. El tipo estaba hablando de una especialid­ad llamada "speed golf". Se trata de hacer el recorrido del campo en el menor número de golpes posible -como siempre- y en el menor tiempo posible. Para ello hay que correr. Eso es lo que captó mi atención, por encima de los palos y de la técnica. Y el campeón del mundo de la especialid­ad corre mucho. Es capaz de completar un campo de 9 kilómetros en 33 minutos. Se usan tres palos, una bolsa ligera, se golpea la bola, se carga con los bártulos y a correr hasta la bola. Así, 18 hoyos. Hay que ir muy rápido, ser muy preciso, trazar una estrategia y, según vi en el reportaje, el calzado era de puro trail, lo que acabó de despejar mis dudas y captar mi atención. ¿Es golf? Por supuesto. ¿Es Trail running? Yo creo que sí. Al menos, una escisión de ello. Correr, naturaleza, mochila, terreno variado -hierba, arena, bosque, agua-, competició­n contra otros o contra uno mismo... ¿La atracción por esta singular disciplina es fruto, una vez más, de la sugestión que siente el trailrunne­r ante todo aquello que roce mínimament­e su deporte favorito? Desde luego. Jamás hubiera prestado verdadera atención al reportaje de no ser por que un tipo salió disparado en zapatillas de trail detrás de una bola de golf. Igual que jamás hubiera visto un sendero en Marte de no ser por la obsesión por el trail. O, tal vez, no fue obsesión. Quizá el sendero esté allí...

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