Trail Run

#RunforLeuc­emia en Alaska

En busca de la esperanza

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Imagino bosques, árboles altos, alces a mi paso, y a lo lejos osos en familia buscando comida cerca de un lago. Yo corro para hacer llegar un mensaje simple: donar médula es una llave de salida. Es la búsqueda de un encuentro con la esperanza. Después de un año y medio de preparació­n de esta idea, muchas noches sin dormir, muchos días dibujando en un cuaderno de notas y reuniones con el grupo que me ayudará a forjar esta iniciativa, se va acercando la fecha. Antonio Domingo (cámara), Marcos Cabrera (fotógrafo), Edgar Granados (operador de drone), Sara Solano (médico), Eoin Flynn (apoyo lingüístic­o), Magec Montesdeoc­a (periodista), Marimar Vega (producción), Nani Viadero (producción) y Montse González (producción), todos ellos serán mi grupo para ayudarme a mantener esta idea y llevarla a cabo. Alguien me dijo una vez que el título más valioso que puedes conseguir en esta vida es el de buena persona. No lo conceden las universida­des, sólo lo otorgan los valores. Y todos ellos tienen ese gran valor otorgado. Son personas que a simple vista se les huele ese valor y te lo transmiten de una manera sencilla. Será un viaje de cinco escalas de avión y más de 30 horas de duración. Desde Gran Canaria, donde vivo, hasta Anchorage (Alaska). Allí me esperan Christy y Eric. Una pareja con mucho encanto que he conocido siete meses atrás, a través de una web estadounid­ense.

Una web que habla de historias de superación. Gente que había padecido algún tipo de cáncer en la sangre. Algo como lo que ocurrió a mi padre. Mi padre, al contrario que muchas de estas historias, tuvo un final triste y falleció. Leí todas y cada una de aquellas historias. Pura inspiració­n. Con una de ellas, la de Christy, tuve un vínculo muy especial... Una joven de Alaska de 33 años a la que su vida le había colocado de frente a un linfoma no Hodgkin que superar hacía dos años. Según ella, lo único constante que encuentras en ese proceso tan duro es “el cambio”. La dureza con la que la vida te agarra y no te suelta. El encuentro entre tu yo interno y un monstruo que entra por tus células, pensando que nunca saldrá. Lo cierto es que desde que leí su nombre me propuse escribirle un mensaje vía Facebook Messenger, con el único fin de mandarle todas mis energías para que siguiera luchando. Su rapidez al contestarm­e hizo que le dijera que quería contar su historia al mundo. Compartí con ella mi intención de ir a Alaska y correr para ayudar a la donación de médula. La gente tiene que saber que es un proceso sencillo, indoloro y que ayuda a salvar vidas. “Marcos, ¿pero de qué manera te puedo yo ayudar?”, me preguntó. “Christy, quiero que corras conmigo lo que tu cuerpo y mente te dejen. Quiero que juntos lancemos al mundo un mismo mensaje y podamos conseguir muchos donantes de médula. Estoy seguro de que lo podremos conseguir”, le respondí con mucha efusividad. “No dejo de pensar en ello, me gustaría ayudarte a tu proyecto. Juntos lo lograremos”, me dijo. Llegamos a Alaska. Es la 1:30 AM. Muy cansados cogemos nuestras maletas. Vemos a Christy y su marido Eric recibiéndo­nos con un cartel “Welcome to Alaska!”. Nos fundimos en un abrazo. Llegamos a su casa. Un paraíso de calma, energía positiva, y cómo no, plagado de fotografía­s de animales salvajes.

Into the wild

Cinco etapas, un total de 300 km, o lo que es lo mismo, una media de 55 km al día, con el único objetivo de conseguir 3.000 donantes de médula ósea en el mundo. Bautizo al proyecto un año antes de llegar a Alaska #Runforleuc­emia. Serán etapas duras. En lo más salvaje del país. Y con final en el auténtico “The Magic Bus”, allí donde Christophe­r McCandless justificó su esencia de la búsqueda de su yo interior para hacer que otros siguiéramo­s buscando nuestros sueños. Allí donde muchos han llegado con inspiració­n de él, donde la vida se parará para los que lleguemos con nuestra propia voluntad. Preparo todos mis enseres de naturaleza salvaje. Mi spray anti osos, mis cascabeles, mi walkie talkie para hablar con el coche de asistencia donde irán Sara la médico y el grupo, mi teléfono satélite, mi hidratació­n y mis pequeñas barritas. Además de mis zapatillas, mis medias de compresión, mi chubasquer­o, vaya, todo lo que un corredor usa en una carrera de larga distancia. Pero esta vez, con algunos materiales distintos. Propio de una aventura salvaje. Desde el lago Eklutna Lake hasta Wolf Lake. Serán 57 km si mis cálculos no me fallan. Empiezo una nueva aventura. Un nuevo grito al mundo. Un nuevo sueño. Un lugar para enmarcar, como si de un lienzo de Van Gogh se tratara. Los Twin Peaks serán las primeras montañas a cruzar. Vamos subiendo hacia ellas Eoin y yo. Él va conmigo como corredor de seguridad para que todos estemos más tranquilos. Visualment­e algo me dice que hemos tomado el camino que no era en medio de las montañas. Por tanto tenemos que retroceder hasta donde cogimos el cambio de ruta. La nieve es más alta de lo que creíamos a 1.800 m. El camino no se ve. Hemos dado con un río que no estaba en esta ruta inicial. “Marcos, lo mejor es retroceder. Haremos más desnivel. Hay que avisar al grupo que nos hemos perdido. No

perdamos los nervios, mantengamo­s la calma”, me dijo Eoin. “Sí Eoin, tenemos suerte de que somos personas muy positivas y saldremos bien. Avisemos al grupo y regresemos” le comenté. Ese día recortamos a la etapa inicial unos 15 km, pero hicimos el doble de desnivel. Con lo cual 9 horas en la montaña. Un cansancio que se nos notaba. La segunda etapa tuvimos que reajustarl­a. Desde el Lazy Mountain Peak hasta Hatcher Pass Lodge. Los cambios de temperatur­a avisan. El terreno empieza muy duro con un kilómetro vertical. Luego un asfalto inmenso. Mis piernas por un momento no me responden. Recuerdan el día de ayer. Mi resaca de cansancio es llamativa. El sol me está dando muy fuerte y Sara me recuerda que no se me ocurra olvidar que me alimente y que no pare de hidratarme. Entramos en un valle muy majestuoso, donde el verde del valle se enfunde con el blanco y enorme manto de nieve. Una estampa maravillos­a. La llegada al final de esta etapa ha sido un suplicio. Mucho can- sancio pero con el corazón en paz. Paro mi reloj en 8 horas. He bajado 2,5 kg en esta etapa. Sara me ayuda con mis pautas de alimentaci­ón. David Rodríguez también me manda consejos desde Gran Canaria para que coma más. La asignatura pendiente de casi todos los corredores que corremos muchos kilómetros. Mejorar las secuencias de comida y beber mucho más. He pasado de 28ºC a 0 grados en apenas 10 km, y eso el cuerpo lo nota.

Minas de oro

La tercera etapa será a través de un recorrido de minas de oro. Un recorrido que yo mismo tracé desde casa. Empezará en Trapper Creek y acabará en una montaña cerca de Petersvill­e. El calor aprieta mucho hoy. Decido salir en manga corta, gafas de sol y visera. Walkie conectado, y grupo dispuesto. Hoy Christy me acompañará unos pocos kilómetros y me ha dicho que la cuarta etapa la hará conmigo. Me ha emocionado muchísimo. Km 10 y mi cabeza no me va. El cansancio se apodera de mí. Ten-

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