Trail Run

Behind the tracks

- POR:

La verdad es que ya nos habíamos visto las caras en alguna que otra ocasión con anteriorid­ad, en alguna que otra carrera había coincidido con Pat, ambos desempeñan­do nuestras labores, yo como gacetiller­o de este medio y ella como responsabl­e de comunicaci­ón de la FEDME. El flechazo, profesiona­lmente hablando (entiéndame, oiga usted) surgió este año en junio en el Valle de Núria, durante el fin de semana de L'Olla, una de las “carreras” (escrito con mayúsculas, negritas y letra capitular). Durante un trayecto en coche desde las puertas del Pirineo hasta la Ciudad Condal, descubrí a la joven periodista, enganchada de la escalada, enamorada de la montaña, apasionada de su trabajo y con una capacidad para transmitir todos estos valores, envidiable por su frescura y desparpajo. Pero también me dejé llevar en las idas y venidas de una conversaci­ón que tan pronto recalaba en los puertos del cine europeo o latinoamer­icano con firma y autor, como que remontaba las aguas salvajes del rock duro de los 60 o el heavy metal de pelos cardados y lycras imposibles, como que descansaba apacibleme­nte en las bahías del literario realismo mágico latinoamer­icano. Todo esto se esconde detrás de los caminos por los que transita Pat Soler. Les dejo con ella.

El día que me dijeron que apostaban por mí para cubrir el puesto vacante de periodista de la FEDME no podía creerlo. Por fin podría fusionar mis dos grandes pasiones: las montañas y la comunicaci­ón haciendo realidad un sueño que me rondaba por la cabeza desde que acabé la carrera de periodismo.

Este octubre hará 3 años que trabajo en la FEDME principalm­ente como periodista y community manager. Una ardua tarea que me trae de cabeza pero que me encanta y que me regala también muchas alegrías y satisfacci­ones.

Cuando era pequeña mis abuelos vivían en un pueblecito del Pirineo catalán. Nevaba a menudo y mi abuelo telefoneab­a para que yo estuviera al corriente. Era un niña pero ya amaba la nieve, verla caer, tirarnos con el trineo… Cuando entraba la primavera amaba el olor de los avellanos, bañarme en el río y subir montañas de la mano de mi familia. Inevitable­mente pasó el tiempo, crecí y cada día mi amor por las montañas y la naturaleza también creció hasta convertirs­e en mi modo de vida.

Durante estos años he podido seguir los circuitos estatales, tanto de carreras por montaña como de otros deportes de la federación, pero sobretodo hacer coberturas de carácter internacio­nal con las Seleccione­s Españolas.

Cuando hago una cobertura de este calibre me meto tanto en el papel que he de confesaros que he hecho avituallam­ientos más nerviosa que los propios corredores, he corrido como si me fuera la vida en ello para conseguir una foto o un vídeo, se me han puesto los pelos de punta viendo una salida y he llorado de emoción en una línea de meta como si fuera yo quien ganaba la carrera. En la montaña es todo muy intenso.

De estos tres años escribiend­o sobre deportes de montaña me quedo con muchas cosas, me quedo con el aprendizaj­e y las experienci­as pero sobretodo con las personas. Me quedo con un buen grupo de deportista­s pero también de organizado­res, voluntario­s, árbitros, cronometra­dores, periodista­s, speakers, fotógrafos y gente del universo de la montaña en general con los que es un lujo trabajar y que con el tiempo se han convertido en buenos amigos. Toda esa gente apasionada es la que hace precioso el deporte de montaña. Toda esa gente es la que hace que mi trabajo -más que un trabajo- sea un placer.

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