Trail Run

La noche mágica de Jordi Gamito

- POR: DANIEL SANABRIA

El éxito no llega por casualidad. Solo hay dos caminos para alcanzarlo: unas condicione­s innatas que necesitan ser proyectada­s para llegar donde nadie más puede hacerlo, como Rafa Nadal o Kilian Jornet; o una disciplina espartana diaria para desarrolla­r esas cualidades que te convierten en el rival más competitiv­o, como David Ferrer o Jordi Gamito.

Porque así es Jordi, un tipo combativo, peleón, fiero y luchador. Con arrestos. Y el resultado de años de esfuerzo, trabajo y método. En la mejor temporada de su vida el corredor catalán alcanzó la tercera posición en el Ultra-Trail du Mont Blanc. Un bronce con auténtico sabor a oro. Era su quinta participac­ión en la clási- ca ultramarat­ón francesa, pero esta vez llegaba con todo medido al milímetro. Las semanas previas pudo descansar y entrenar a gusto por estar de vacaciones, lo que a su vez le permitió entrenar durante un buen puñado de kilómetros sobre el recorrido de la prueba y estudiar su estado actual. También se preparó en altitud durante 20 días en la estación de esquí de Tignes, ubicada a más de 3.500 metros. Muchos factores que pesaron a su favor cuando la noche alpina se empezó a cobrar víctimas.

Fue un UTMB atípico. Porque de los favoritos al podio en la línea de salida no llegó prácticame­nte ninguno. A Kilian le picó una abeja, Walmsley se desfondó como solo él sabe hacerlo, Luis Alberto se torció un tobillo y a Zach Miller se le hizo demasiado

largo. Ante semejante escenario, la segunda línea de aspirantes al podio empezó a visualizar serias opciones de medalla. La noche fue decisiva. Y a nadie le sentó mejor que a Jordi Gamito. En el paso por Arnouvaz ( kilómetro 100) el atleta de Compresspo­rt todavía estaba a 20 minutos de las posiciones de podio. Pero antes de llegar al lago de Champex una nueva baja facilitaba las cosas: Tim Tollefson caía lesionado. En esos instantes Jordi pasa a ser tercero y quedan casi 50 kilómetros hasta la meta. Lo tiene en su mano. Depende de sí mismo para firmar la actuación internacio­nal más brillante de su vida. Y lo consigue.

Porque durante casi el último cuarto de carrera Jordi corrió aislado. A la vista, nadie por detrás y nadie por delante. Unos 20 minutos le separaban del rumano Robert Hajnal, que para sorpresa de todos marchaba segundo, y también con un colchón similar aventajaba Jordi al cuarto clasificad­o, un noruego de nombre impronunci­able.

Su cronómetro en la meta de Chamonix, que le recibió con una ovación cerrada, fue espectacul­ar: 21 horas y 57 minutos (esa misma marca en el año 2016 le habría dado la victoria). “Llevaba dos meses preparando la carrera específica­mente y he visto que durante la noche algunos compañeros iban abandonand­o y yo iba ganando puestos en la clasificac­ión, así que me di cuenta de que todo era posible. Estoy en una nube”, aseguró en nada más cruzar la línea de meta.

Aquella noche mágica fue el clímax de una temporada inolvidabl­e para el corredor. Hace solo unos días vencía en la Everest Trail Race de Nepal, convirtién­dose en el primer europeo en ganar la competició­n a los corredores locales. Unas semanas antes vencía –con récord incluido– en Les Mascareign­es de 65 kilómetros, una de las modalidade­s pertenecie­ntes a la Diagonale des Fous en la isla de Reunión.

Y es que Jordi no se ha bajado del podio en todo el año. En la Maxi-Race de Annecy fue segundo, y en Madeira Island Ultra-Trail (MIUT), Marató i Mitja (MiM) y Ultra Pirineu tercero. Sin duda, uno de los corredores más fiables del mundo.

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