Transporte Mundial

Salvado de la chatarra.

- IÑAKI PALACIOS (Texto y fotos)

Cristóbal Ramírez nos presenta su restaurado y muy atractivo Pegaso 1095 DR SuperComet.

El gaditano Cristóbal Ramírez es la tercera generación de una estirpe de profesiona­les del volante que inauguró su abuelo paterno en 1929 y el artífice de la restauraci­ón de un Pegaso SuperComet que después de cuatro años de duro trabajo ha convertido una chatarra en un camión que parece recién salido de la planta de Barajas.

El padre de Cristóbal quiso evitarle las penurias de la profesión y por ello al principio no quiso que se dedicara a ella, pero él ya lo llevaba en la sangre y al cumplir la edad obtuvo el permiso de conducir y su primer camión fue un Pegaso tres ejes de cabina cuadrada que le cedió su padre.

Pero además de los camiones Cristóbal tenía la pasión de restaurar un viejo Pegaso Comet que había pertenecid­o a su padre, pero cuando quiso recuperarl­o el camión ya había sido desguazado y desde ese momento se propuso que algún día restaurarí­a un camión que se le pareciera.

En 2013 en medio de una conversaci­ón con un amigo salió el tema de la restauraci­ón y este le ofreció gratuitame­nte un SuperComet que después de muchos años transporta­ndo harina envejecía lastimosam­ente en medio de un olivar.

Cristóbal quiso correspond­er a su amigo que no quería cobrarle nada por el Pegaso y le sugirió que fuese a cualquier tienda de ropa para elegir lo que le apeteciera. Hoy Cristóbal nos comenta divertido que lo único que tuvo que pagar fueron 15 euros por alquilar un tractor para subirlo a su góndola y otros 38 euros de los sencillos pantalones tejanos que eligió su generoso (y desinteres­ado) amigo.

Competidor de Barreiros

Obligada por la fuerte competenci­a de Barreiros y el elevado precio del Barajas, Enasa desarrolló el 1090 Comet que con el tiempo evolucionó hacia el SuperComet, un modelo que montaba un motor Leyland menos avanzado pero más fiable que su predecesor, además de más barato de producir y con menor mantenimie­nto.

El protagonis­ta de este reportaje es un Pegaso 1095 DR (Doble Reducción) matriculad­o en 1971, con un motor 9020 de 125 CV sin turbo a 2.400 rpm que cubica 6.550 cc y con 8.000 kg de carga útil. El fabricante anunciaba una velocidad máxima de 98 km/h que nunca alcanzaba, pero a cambio era capaz de soportar muchos más kilos de los autorizado­s.

Como es natural esta unidad presentaba un aspecto deplorable tras su prolongada exposición a las inclemenci­as del tiempo y tras un profundo examen Cristóbal comprendió que se enfrentaba a una ardua y larga tarea de restauraci­ón

Lo primero fue desmontarl­o por completo y una vez que tuvo el chasis a la vista con chorro de arena eliminó la suciedad y preparó toda la estructura para su posterior pintado. Nada fue dejado al azar. La suspensión fue repasada, al igual que todo el sistema de frenado, sustituyen­do o reparando todas las piezas que lo precisaban y el motor también sufrió una profunda revisión que abarcó de casquillos a válvulas y equipo de inyección, reglajes, filtros, etc.

La cabina fue desmontada y renovada cuidadosam­ente antes de ser imprimada y pintada de nuevo. Cuando estuvo lista fue enviada a un tapicero profesiona­l para que decorase su interior al estilo de la época. Por último, la caja original fue desechada y sustituida por otra realizada en madera nueva y de calidad.

Trabajo en solitario

Todos los días después de su trabajo, fines de semana incluidos, Cristóbal se dedicó en cuerpo y alma a la restauraci­ón del SuperComet, finalizand­o casi cuatro años después en 2017. “Tenía tanto trabajo por delante que quise terminarlo cuanto antes por si acaso moría en el intento”, nos comenta riendo.

A pesar del abrumador trabajo Cristóbal nos asegura que no se enfrentó a dificultad­es destacable­s, aunque en algunos casos, como sucedió con los espejos retrovisor­es y los derivabris­as, tardó tres años en conseguirl­os, o las faldillas guardabarr­os originales Pegaso que también le costaron lo suyo. Otros elementos como los embelleced­ores cromados de la carrocería fueron elaborados a mano por él mismo.

A excepción de alguna ayuda puntual de amigos y profesiona­les casi todo el trabajo de restauraci­ón es obra de Cristóbal y a la vista del resultado final el esfuerzo ha merecido la

pena. Podemos asegurar que la calidad de algunos detalles es sobresalie­nte, como el impresiona­nte trabajo de carpinterí­a de la caja con detalles pintados a mano o la parte mecánica de impecable factura y el interior de la cabina profusamen­te decorado y cuyo acabado está cuidado al máximo, sin olvidar el amplio despliegue de detalles y accesorios muy al gusto de los profesiona­les de la época que siempre que podían tuneaban sus vehículos.

Hoy como ayer

Fuera de la nave donde el SuperComet duerme habitualme­nte y tras un par de minutos de calentamie­nto su voluntario­so motor comienza a mover con soltura sus seis toneladas con un suave ronroneo.

A plena luz del día podemos apreciar mejor el excelente trabajo realizado por Cristóbal, que nos muestra orgulloso todos y cada uno de los detalles, como por ejemplo el muñeco de Michelin instalado en centro del techo de la cabina y elemento muy corriente en la época, junto a la fiel reproducci­ón de la caja de herramient­as y la baca totalmente de madera.

A finales del pasado año, recién terminada la restauraci­ón, Cristóbal aún tuvo tiempo de acudir a la concentrac­ión de camiones clásicos de Morón de la Frontera (Cádiz), donde obtuvo un primer premio que estamos seguro que no será el último de los galardones que obtenga.

Su afición por la restauraci­ón no termina con el SuperComet, puesto que también ha restaurado una Montesa Enduro de los años setenta, que viéndola parece recién salida de fábrica, y su proyecto actual es la restauraci­ón de un Citröen 2CV que acaba de comenzar.

La dilatada historia profesiona­l y familiar de Cristóbal da para muchas anécdotas, como cuando tras el estallido de la Guerra Civil a su abuelo le requisaron los dos Reo que poseía. Poco tiempo después localizó a uno de ellos y echándole algo más que audacia lo cogió por su cuenta y se lo llevó de vuelta a Bornos (Cádiz), donde lo ocultó y desmontó las seis ruedas repartiénd­olas por todo el pueblo para dificultar que fuera requisado de nuevo.

Gracias a Cristóbal y a personas como él podemos disfrutar de estos trozos de la historia reciente de la automoción de nuestro país, deseando fervientem­ente que la afición no decaiga. Para los más curiosos existe un vídeo en YouTube (https:// www.youtube.com/watch?v=POicsUCUW1­4) en el que se puede ver de forma resumida el proceso de restauraci­ón del Pegaso Super Comet protagonis­ta de este reportaje.

Por cierto, que el fondo musical del vídeo es el tema “Wish You Were Here” (Ójala estuvieras aquí) de Pink Floyd, elegido en homenaje a aquel camión del padre de Cristóbal que no pudo restaurar en su momento. Merece la pena verlo.

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 ??  ?? Cuatro años tardó Cristóbal en restaurar este Pegaso SuperComet. Lo más difícil de conseguir fueron los retrovisor­es y los derivabris­as, pero como se aprecia en las imágenes el trabajo ha sido escrupulos­o y en el proceso se han cuidado todos los detalles.
Cuatro años tardó Cristóbal en restaurar este Pegaso SuperComet. Lo más difícil de conseguir fueron los retrovisor­es y los derivabris­as, pero como se aprecia en las imágenes el trabajo ha sido escrupulos­o y en el proceso se han cuidado todos los detalles.
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 ??  ?? El interior de la cabina fue tapizado por un profesiona­l de acuerdo con la estética y los materiales que eran habituales en aquella época, mientras que la carrocería de madera es totalmente nueva e idéntica a la que el camión montaba.
El interior de la cabina fue tapizado por un profesiona­l de acuerdo con la estética y los materiales que eran habituales en aquella época, mientras que la carrocería de madera es totalmente nueva e idéntica a la que el camión montaba.
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