Con el recuerdo cercano de los últimos triatlones de la temporada y apenas inmersos en la época de descanso, preludio de la siguiente temporada, hacemos examen de conciencia deportiva y, casi sin querer, pensamos en dónde y cómo mejorar de cara a nuestros
Si observamos el segmento de carrera de un triatlón popular, podemos ver casi tantos estilos o técnicas diferentes como participantes. Sin embargo, en los triatlones en los que participan los mejores especialistas del mundo (World Series) podemos ver, salvando diferencias individuales, que la mayoría corre de forma más homogénea u ortodoxa. Es decir, al igual que en la natación, existe una técnica de carrera correcta que es aplicable para todas las personas; lo que debemos conseguir es adaptarla, con sesiones específicas, a cada deportista y a sus peculiaridades físicas y biomecánicas. Aunque correr es una capacidad innata y, por lo tanto, es una cualidad que está en nuestro repertorio conductual desde la infancia, cuando decidimos entrenarla de forma más o menos regular consideramos que ya sabemos correr (lo hacemos desde niños) y, por lo tanto, nuestro entrenamiento sólo debe ir dirigido a potenciar nuestras cualidades físicas, dejando la técnica (correr mejor o al menos de forma más eficiente) en un segundo plano, en el mejor de los casos, porque en otros simplemente no existe el trabajo técnico de re-aprender a correr bien para mejorar nuestro rendimiento. Con el paso de los años, cuando buscamos nuestra motivación particular en seguir mejorando como deportistas, o las lesiones se convierten en compañeras durante interminables períodos de tiempo, ya empezamos a preguntarnos qué estamos haciendo mal o qué podemos hacer mejor. En ese momento pensamos en las habilidades motoras olvidadas o que considerábamos sólo