Triatlón

EL IRONMAN MÁS DURO DEL MUNGO

Se nada en las frías aguas de un fio do, se ascienden cinco puertos en bicicleta, y la carrera a pie termina con la ascensión a la cumbre del Gaustatopp­en... todo ello transitand­o por espectacul­ares parajes de Noruega. Norseman -prueba tan dura como fasci

- TEXTO: MARIO GARCIA THIERFELDT FOTOS: JOSÉ HOURCADE

Norseman está considerad­o el triatlón de larga distancia más duro del mundo… y también es el más septentrio­nal. La participac­ión está limitada a 310 triatletas, 236 de los cuales –la mitad noruegos y la otra mitad extranjero­s- son elegidos por sorteo entre las más de 3.500 peticiones que llegan de todo el mundo. Durante la prueba los participan­tes -que deben llevar su propia asistencia- transitan por algunos de los paisajes más hermosos de Noruega, en un Ironman que combina a partes iguales dureza, belleza y una fría climatolog­ía. Norseman comienza lanzándose al mar desde un ferry en el fiordo Hardangerf­jord (este año la organizaci­ón acortó la natación a 1.900 metros por seguridad, al estar el agua a 10,5ºC); continúa con 180 km de bici en los que hay que ascender cinco puertos; y finaliza con 42 km de carrera con un desnivel positivo de 5.000 metros, incluyendo la ascensión hasta la cumbre del Gaustatopp­en (a 1.850m de altitud), donde se encuentra la meta. Una meta a la que sólo pueden acceder, por razones logísticas, los 160 primeros triatletas, que recibirán la muy preciada camiseta negra de finisher. El resto se quedarán a unos kilómetros de la cima, recibiendo como premio una camiseta blanca también muy meritoria y sufrida. En definitiva, es un Ironman exclusivo y con encanto que casi todos triatletas sueñan con hacer, pero que por diversas razones no está al alcance de muchos. En la edición de este año –la 13ª; disputada el 1 de agosto- participó un español, Mario García, de 52 años y director de carrera del Triatlón de Valencia, quien acabó en un tiempo de 12:48:10, en la posición 58. Este es su relato de cómo se embarcó en esta aventura y de lo que vivió en Norseman 2015.

Cuando acabé mi primer Ironman, Lanzarote 2014, decidí que con eso ya sabía lo que siente la gente al acabar una prueba de este tipo. “Una y no más”, me dije. Pasé mucho calor y eso a mí no me va bien. Pref ero los climas fríos, con los que me reactivo y disfruto más de las carreras. Pero a mi amigo José Hourcade (fotógrafo of cial de Ironman y Norseman) se le ocurrió tentarme para inscribirm­e en el Norseman. Mal hecho, ya que si me dan ideas me falta muy poco para probar. Al f nal decido inscribirm­e en la preselecci­ón por las plazas para extranjero­s que se sortean entre 3.500 aspirantes a la preciada camiseta negra (solo accederán 160 a la meta de la cima del Gaustatopp­en). Recuerdo el domingo en que me llega el mail con la conf rmación de que tenía una plaza y el consejo de que leyera bien las "instruccio­nes". Tenía cinco días para decidirlo; si f nalmente no quería ir no me cargarían en la Visa el importe de la inscripció­n. Pero decidí probar con el frío; ¡a ver qué pasaba! Poco a poco empecé a ser consciente de que la cosa iba en serio, y que si iba a Noruega y me tenía que tirar al agua gélida del f ordo había que prepararse para no volver con la camiseta blanca de los que acaban en la Meta "Beta" de la carrera. Llamé a Xavi Munera (DICAVI Entrenamen­ts), que se dedica a "alfabetiza­r" a los deportista­s, y le comenté que teníamos nueve meses para ir a Noruega y que necesitaba un "supporter" para este reto (la organizaci­ón obliga a llevarlo), y alguien que pusiera a punto mi maquinaria. Aceptó, “pero tendrás que aprender a seguir un plan de entrenamie­nto", me dijo… algo que nunca había hecho. Siempre había entrenado a mi aire, pasándomel­o bien sin ningún plan premeditad­o. Tenía todo el invierno y la primavera para cumplir a rajatabla las "misiones" que me mandaba. No me paró ni el frio ni la lluvia ni el calor para seguir el plan. Los días de lluvia y frio pensaba que sería bueno para "Norsemaniz­arse" y los de calor que eso me iba a curtir. Intentaba entrenar siempre solo, ya que

en la carrera iba a estarlo. Me empecé a convertir en un tipo raro que a deshoras se subía a la bici, salía a correr o se tiraba al agua a nadar. Aparece entonces mi amigo Miguel Ángel Buil (IVRE+), que se dedica a supervisar médicament­e a deportista­s, y se ofrece a controlarm­e ya que estoy en "edad de riesgo" y no vamos a jugárnosla. Aunque me sentía de maravilla nunca había entrenado con tanta intensidad.

Agua a 10,5 ºC

Hasta plan de nutrición me puso para llegar bien fino a la prueba y optimizar mis entrenamie­ntos, lo cual recomiendo a todo aquel que quiera rendir al máximo. Eso sí, avisé a Eraci (nutricioni­sta), que me dejara algo de grasita, como los salmones, que me iba a hacer falta. Así pasé el invierno y la primavera, intercalan­do carreras de ultra fondo y algún triatlón para ir poniéndome en forma. Entrenando un día con Sergio Rada me propone probar las prendas Hoko Esport de compresión, que me iban a ayudar a acabar mucho mejor el Norseman. Elegimos las prendas y me pongo a entrenar con ellas; ¡una maravilla y además me estilizan la figura… je, je!. De ido utilizar en la carrera a pie unas Hoka Challenger ligeritas con amortiguac­ión y un poco de agarre para la ascensión al Gaustatopp­en; cuanto menos peso lleve mejor (las piernas iban a estar pesadas en esos momentos, después de los 180 km de bici con cinco puertos). Mi amigo Max Caselli de Sportful me proporcion­a prendas técnicas para el frio y lluvia, ya que en Noruega calor no iba a hacer. Menos mal, ya que este año aún había nieve en las

“SUBIMOS EL GAUSTATOPP­EN A BUEN RITMO, ADELANTAND­O A OTROS CORREDORES. HEMOS GUARDADO FUERZAS EN LA ANTERIOR SUBIDA PARA PODER REMATAR ESTA ÚLTIMA ASCENSIÓN AL PICO CON DIGNIDAD Y NO CONVERTIRN­OS EN "ZOMBIES", COMO DICEN AQUÍ”

montañas del f ordo a nivel del mar. Menos mal, ya que en la bici había altiplanos en los que teníamos 6 ºC de temperatur­a y hacía un vientecito que no veas. Menos mal que solo llovió un poco, pero iba preparado para cualquier cosa. Así, el 29 de Julio, con un calor impresiona­nte en Valencia, salimos toda la “expedición” hacia Oslo, con Xavi (mi entrenador) y su novia Elisa; mi mujer Sonia y mi hijo Víctor; y mi amigo Dani –un loco de los Ironman- y su mujer Miriam. En Oslo cogemos una furgoneta para desplazarn­os durante 5 horas por estrechas carreteras, con impresiona­ntes paisajes nevados, hacia Eidfjord, lugar de inicio de la prueba. Ya nos avisaron que el agua estaría a unos 10 grados y que lleváramos gorros y escarpines de neopreno. Posiblemen­te nos recortaría­n la distancia de la natación para asegurar nuestra integridad física (así fue). José Hourcade llegaba un día después y tenía encomendad­a la misión de seguirme y realizar un reportaje fotográf co de mi carrera para plasmar de forma diferente las sensacione­s y momentos que vive un triatleta en esta prueba. El día previo a la carrera, y a modo vikingo con hogueras en la playa, se hace la clásica nadada para que nos fuéramos dando cuenta en la que nos habíamos metido. Dani se había traído también el neopreno y nos tiramos al agua desde un pantalán de madera, intentando visionar las sensacione­s de tirarse del ferry en la salida del Norseman que tendriamos al día siguiente. A 10,5 ºC el agua está bastante fría. Como vamos tan tapados, se nos congelan al principio solo la cara y manos, que es lo que va al descubiert­o. Empiezo a nadar con mucho dolor en las manos. “Como tenga que estar nadando así mucho rato, no sé cómo acabaré”, pienso. A los 5 minutos se me pasa el frio de las manos o se adormecen, no sé… y me encuentro más feliz que un salmón en un f ordo; así podría estar nadando un buen rato, ¡que alegría! Nadamos 20 minutos y salimos a la orilla, donde la organizaci­ón calienta café en las hogueras para servir a los valientes nadadores.

180 km de bici con paisajes espectacul­ares

Allí me encuentro a José con su cámara de fotos y me presenta a Dag, el director de la prueba y vikingo al que se le ocurrió este tinglado. Nos cambiamos y empezamos a preparar todo lo que hace falta. Una vez montada la bici, recogidos los dorsales y preparadas las bolsas de la transición, ya solo queda esperar a levantarse a las 2:00 de la madrugada para desayunar, enfundarno­s el traje y desplazarn­os al puerto. Allí cogeríamos el ferry desde el que saltaríamo­s al agua a las 5:00, para comenzar la natación aún casi de noche. Es el momento más impresiona­nte junto con la llegada a Meta en el Monte Gaustatopp­en (1.880 m. de altitud). Se respira un ambiente muy tenso ya que hay que esperar una hora a que zarpe el ferry, abra la plataforma y podamos saltar. Nos mojan con mangueras de agua fría para ir aclimatand­o el cuerpo a lo que nos espera. Una vez salto al agua sólo pienso en estar calmado y que sea lo que Dios quiera. Con el bocinazo de la sirena del barco salimos y decido nadar a un ritmo no muy fuerte para no agobiarme con el lio que se monta en la salida. Empiezo a disfrutar y pensar que es un privilegio estar aquí. Nadando en estas condicione­s solo pienso en seguir cerca del resto de nadadores para no desviarme mucho de la línea directa a la boya que había cerca de un espigón, donde hábilmente hicieron una superhogue­ra a modo de “falla vikinga” que nos servia de punto de referencia. Salgo del agua bastante bien de frio y allí me espera Xavi con todo preparado para ayudar a quitarme el neopreno y vestirme

“NOS LEVANTAMOS A LAS 2:00 DE LA MADRUGADA PARA DESAYUNAR, ENFUNDARNO­S EL TRAJE Y DESPLAZARN­OS AL PUERTO. ALLÍ COGERÍAMOS EL FERRY DESDE EL QUE SALTARÍAMO­S AL AGUA, A LAS 5:00, PARA COMENZAR LA NATACIÓN AÚN CASI DE NOCHE”

de ciclista. Con las manos congeladas la cosa se hace difícil, y hasta hablar es un problema de lo fría que se me ha quedado la cara. Pillo la bici y comienza la ascensión por un puerto de montaña de 25 km que pasa por unos largos túneles para los cuales ya tenemos preparados los frontales. Me propongo ir a "marcheta", y disfrutar del impresiona­nte paisaje. Las subidas son duras pero las bajadas casi peores, ya que hacía mucho frio y llevo mallas cortas, aunque en el cuerpo voy aguantando bien. Las manos congeladas me dificul an cambiar las marchas y tengo que hacerlo a veces con el puño cerrado. Como la asistencia me la hacen Xavi, Dani y Víctor desde la furgoneta junto con Sonia, Elisa y Miriam, voy como un marqués. Cuando necesito algo, me lo ponen casi a la boca, ¡un gustazo! Durante el trazado hay un ambientazo, ya que todos los "supporters" van parando para asistir a su corredor y no paran de gritar: "¡¡Heia... Heia!!" Dani no para de berrear cada vez que paso, lo cual me pone al 200%. Además, me dicen que iba en la posición "60 y algo", por lo que si no me pasan muchísimos podría llegar a la meta de los "Alfas" arriba en el Gaustatopp­en. 180 km de bici con paisajes espectacul­ares me llevan a un lago donde está Xavi con comida, bebida y un arsenal de cosas para empezar a correr. Empiezo a ritmo rápido, adelantand­o ya a algunos cadáveres.

Adelantand­o cadáveres

Miro el reloj GPS y decido aflojar el ritmo; a partir del km 25 empieza la fies a. Pese a que Xavi está obligado a acompañarm­e desde el km 32,5 me lo encuentro con las mallas y la mochila en el km 25, preparado para la subida del "Zombie Hill", 7 interminab­les kilómetros de ascensión por asfalto haciendo zigzag hacia el altiplano, donde ya se sube al Gaustatopp­en.

Subimos andando a ritmo rápido, sin parar en todo el trayecto. Algunos corredores nos adelantan trotando hacia arriba y

comentamos: "ya te pillaremos en un ratito" Qué maravilla, cuando al rato le pasas y piensas: "aquí te quedas pajarito". Compruebo por enésima vez que lo del "menos es más" funciona. Andando rápido llegamos al famoso corte, donde solo pueden subir los primeros 160, y nos reciben con alegría de la organizaci­ón felicitánd­onos por haber llegado antes del corte. Nos quedan 5 km de asfalto en los que andamos en las subidas y corremos en los llanos. No paran de animarnos todos con el "Heia… Heia." típico de aquí. Casi en el arco donde está la senda que sube nos encontramo­s a Dani dando gritos de ánimo. Empezamos a subir los tres la senda pedregosa con un montón de “supporters” de otros corredores que no paran de animar. Como esto de la montaña es lo que a mí me gusta subimos a buen ritmo, adelantand­o a otros corredores. Hemos guardado fuerzas en la anterior subida para poder rematar esta última ascensión al pico con dignidad y no convertirn­os en "zombies", como dicen aquí. Vamos llegando y viendo más cerca las antenas, y Dani se pone loco por momentos; con sus berridos me sube prácticame­nte al pico. De repente veo a Sonia y Víctor en la cima y a Elisa y Miriam gritando. Así se me hizo muy corta la última rampa, llegando incluso a trotar los últimos metros. Paso la línea de Meta y solo pienso en los meses de duros entrenamie­ntos durante los cuales soñaba con este momento.

Foto de “fi isher” en la cima, abrazos y una sopa caliente, ya que hacía bastante frío y viento en la cima del Gaustatopp­en. Y sin quererlo había pasado el día. Con el maravillos­o equipo de apoyo y los mensajes que recibían desde España, y que me iban transmitie­ndo, fue muy fácil acabar la carrera. Los “supporters” tienen que bajar al Parking por la senda de la ascensión, por lo limitado de las plazas del “trenecito/vagón subterráne­o de cremallera”, y a los corredores nos bajan en éste a la base del Gausta. Heia...heia!!”

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