Ocho décadas de intensidad
Al Pacino, uno de los iconos más reconocibles del séptimo arte, superviviente del Hollywood dorado y curtido en el Actor’s Studio junto a la élite actoral debutó con 20 años haciendo pequeños papeles en Broadway, pero el estrellato no le llegó hasta bien entrados los 30, cuando se hizo con el papel de Michael Corleone, superando en un vibrante cuerpo a cuerpo al mismísimo Robert Redford.
A pesar de lo tensa que fue la filmación y de lo agotador que le resultó compartir escenas con Marlo Brando, una superestrella que le amilanaba, Pacino bordó su caracterización y su nombre se puso en boca de todos. El chico tímido, bajito y acomplejado alcanzó su sueño. Atrás quedaban una cascada de trabajos ‘alimenticios’ –como dijo Buñuel– que le servían para pagar facturas: se desempeñó como vendedor de zapatos, cartero, supervisor en un supermercado y portero en el Carnegie Hall, de hecho, este fue el único trabajo que le hizo feliz porque ama la ópera.
Aunque su papel en El Padrino es su trabajo más recordado, el neoyorquino ha brillado como el narco Tony Montana, el detective Frank Serpico y el desclasado de Tarde de Perros, film en el que compartió elenco con su inseparable amigo John Cazale –su hermano Fredo en El Padrino–. Otro colega al que admira y a quien le une una sólida amistad es Robert De Niro. Ambos comparten una característica voz ronca, casi rocosa, fruto de sus excesos con el tabaco. Aunque hace años que lo dejaron, la ronquera se quedó para siempre.
La trayectoria de nuestro protagonista no ha sido un lecho de rosas. Tuvo un largo bajón creativo, sus proyectos no funcionaban y se refugió en papeles intrascendentes, indignos de su talento. Para resurgir retomó sus dos grandes amores: Shakespeare y el teatro. De su mano, abandonó una mala racha que vivió su capítulo más oscuro en una entrega de los premios Oscar, a la que acudió borracho. Hoy, con más de 50 títulos a sus espaldas y una trayectoria marcada por la intensidad, Pacino presume de no haber perdido ese fuego en la mirada que ha sido, y es, su gran marca de agua.