Arte moderno entre muros centenarios
Paco Ramis une arte contemporáneo y antigüedades en una casa con solera en el centro de Palma
Vivir en el centro de Palma, en Canamunt, en las escaleras del Pas d’en Quint, donde esos imposibles escalones estaban pensados para uso de carros y caballerías más que para peatones, es vivir en un enclave donde se respeta la historia de Ciutat. En un piso cuya distribución obedece a la inclinación de la subida a Cort vive el asesor fiscal y presidente del Colegio Oficial de Titulados Empresariales (COTME), Paco Ramis. «Esta casa fue vivienda y despacho del podólogo Romualdo Claverol y de ella me encantó la distribución con subida y bajada de peldaños, el suelo y las puertas originales y que, a pesar de la reforma para nuevo uso, se conservaron los elementos más auténticos de la casa como las diminutas ventanas de algunas estancias o las hornacinas de las paredes».
Ramis, a pesar de haber nacido sobre la mesa del comedor de una casa de San Agustín, se sintió siempre atraído por los lugares emblemáticos de la ciudad. A pesar de que recuerda con amplia sonrisa que su casa estaba situada a pocos metros del mar, junto al local El Pireo donde actuaba La Chunga, y que cuando llegaban norteamericanos en portaaviones, les alquilaban la terraza de su casa para ampliar espacio para comodidad de quienes iban a verla danzar salerosamente despojada de sus zapatos, se compró su primera casa en Santa Catalina.
«Recuerdo a mi abuelo jugando a cartas en el bar Can Ripoll mientras esperaba a que yo llegara del colegio. Era distribuidor de cemento portland en el Almacén Can Pieras». Allí, en Santa Catalina, su hijo comenzó a competir en la Peña Arrabal de Santa Catalina de la que Ramis
fue directivo y a la que está muy ligado. Cuando el barrio fue ‘tomado’ por extranjeros y por terrazas de ‘tardeo’, Ramis huyó al campo. Compró una finca en la carretera de Valldemossa y conoció la bonanza del bucólico paisaje pero no por ello rebajó su actividad desenfrenada. Siguió compitiendo con la Asociación de Veteranos de Balonmano en Baleares, recorriendo una y otra vez el Camino de Santiago (hasta 14 veces), viajando por Asia o cualquier lugar montañoso de España y acudiendo a ferias de arte, en días de asueto, además de dedicado a su consultoría y a los colegiados de una entidad con 110 años de antigüedad a diario.
La casa antigua de Paco Ramis habla mucho de él. Sabíamos que era coleccionista de arte y, en la cocina de su casa, donde ejerce una de sus pasiones, la cocina experimental, hallamos una obra de Josep Santamaría. Paco es de los que acude a las galerías de arte en noches de inauguración no para darse a ver, si no para ver. Además, adquiere arte. La casa se nutre de obras de su hija Laura Ramis, representada por Rafael Pérez Hernando, con gran presencia
«Fue vivienda y despacho del podólogo Romualdo Claverol y de ella me encantó la distribución»
en ferias de arte. Una de sus obras se sitúa sobre una caixa mallorquina pequeña pero con suficiente espacio para acoger incunables o retratos familiares en sepia. «Es mi tatarabuelo con sus nietos», explica. La obra de Carlos Cartaixo saluda al conjunto de orquídeas que asoman a la parte trasera de la casa y obras de Aina Albo se sitúan sobre un banco thonet y cerca de la colección de singulares cajas de madera de anticuario. Paco Ramis aprendió a amar el arte en años de colegial. «Visitamos la galería Pelaires con la profesora de Arte y me enamoré de la obra contemporánea. Además, en San Agustín, siendo vecino y amigo de los nietos de Miró, establecía diálogo sobre arte. Jugábamos en la Fundación. También era vecino de Tito Citadinni. El arte se acercaba a mí». La primera obra que adquirió fue Le vieux de Casademunt y por esos caminos de trazos sigue la senda de su sensibilidad, la que se percibe en su sonrisa de eterno romántico.