«Lo dejo y me voy a casa con los míos»
Víctor Sánchez, arruinado, ha decidido empezar de nuevo desde cero
Víctor Sánchez a día de hoy se ha quedado en la calle. Fue propietario de dos restaurantes especializados en cachopo en Palma (uno en el Pont d’Inca y el otro en s’Escorxador), y durante la pandemia se convirtió en la cara visible del movimiento La Resistencia, que reunió a empresarios y trabajadores afectados por el cierre de los negocios por orden del Gobierno con el fin de combatir esta medida. Se ha quedado sin nada, pero con la esperanza de tener un trabajo como cocinero cuando empiece la temporada, «de lo que estoy muy agradecido, pues no es fácil vivir del paro y del trabajo de mi mujer, teniendo un niño y pagando un alquiler, que es como estamos viviendo hasta ahora desde hace un tiempo».
«Es poco menos que el caos»
Y decimos que está en la calle porque su esperanza estaba en recuperar, negociando con quién fuera, el restaurante de s’Escorxador.
Porque para colmo de desdichas, durante la pandemia, Víctor tuvo un cáncer, del que afortunadamente ha salido, pero que no le permitía estar de pie más de tres horas. «Esta situación también influyó en que no pudiera trabajar y sin trabajo los ingresos se reducen, por lo que tuvimos que dejar la casa donde vivíamos e irnos a otra más barata, además de cerrar el restaurante del Pont d’Inca, esperando a que todo pasara y ver de qué modo podía recuperar el otro restaurante… Que no pude con el otro gobierno, concretamente con Podemos, responsable de s’Escorxador… Se nos dijo que una empresa iba a licitarlo, pero entró el PP y se quedó con todo, incluido s’Escorxador, sin aportar ninguna solución, ni decirnos nada», explica. «Como el silencio seguía siendo la respuesta –prosigue– el otro día me acerqué al restaurante y vi que habían cambiado la cerradura. Empujé la puerta y se abrió. Todo en su interior estaba revuelto… Esperé, llegaron unos albañiles y les pregunté qué estaba pasando, pero no supieron responderme. Estaba claro que el Ajuntament los había mandado allí. Lo cierto es que todo estaba revuelto. De lo que era mi despacho solo quedaban las cuatro paredes y un montón de papeles por los suelos, entre otras cosas, habiéndose llevado también mi mesa, varias sillas, la estantería… Aquello era poco menos que el caos… También eché en falta la lavadora, una secadora… Estaba claro que el Ajuntament había okupado mi restaurante sin darme opción a nada. Llamé a Mercedes Celeste, regidora de Cort, le expliqué la situación y me dijo que no sabía nada…» «‘No sé de qué me estás hablando, Víctor’, me respondió y añadió que lo iba a averiguar… Mientras tanto, me he llevado la televisión, pero he dejado un aparato de aire acondicionado por el que pagué 49.000 euros y una lámpara valorada en 9.000. Y