Més y Sumar
TANTO Més per Menorca como Més per Mallorca decidieron el pasado lunes no concurrir a las elecciones europeas con Sumar y hacerlo en coalición con Bildu y ERC. No se sabe si el movimiento es el primer paso del camino hacia el abandono definitivo de la cosa de Yolanda Díaz o si se trata de una mera compensación a sus bases más nacionalistas tras ocho meses de haber iniciado el experimento de entregarse en escaño, voto, cuerpo y alma a la otra izquierda española. En cualquier caso, tras este escaso lapso cronológico siendo pareja de Sumar ya se puede obtener un saldo político bastante negativo de la aventura. Porque este espacio político, por mucho que haya cambiado de nombre -PCE, Izquierda Unida, ahora el inventado por Díaze incluso tenga otros reflejos Más Errejón...-, siempre es lo mismo: intentar sobrevivir y apuntalar al PSOE.
DURANTE 46 años desde 1977- el nacionalismo isleño jamás cedió a la tentación a la que se entregó en julio pasado. El análisis siempre era el mismo: su historia y cultura política no confluía con la comunista española. Por ende, meterse en una operación de este tipo -se la proponían cada dos por tres- era desdibujar no su concurrencia electoral sino su esencia. Sus pactos pretéritos con PCE-IU fueron harto diferentes al de Sumar. Hubiera sido entonces impensable entregarse a la irrelevancia de ahora. Se puede entender el análisis de la actual dirección de Més, en el sentido de que con la creciente clave nacional del voto balear se está achicando el campo para el sufragio nacionalista y por tanto es preferible cambiar de principal bandera, blandiendo sobre todo la del izquierdismo -como hizo al convertirse en los dos Més– para crearse su nicho en este espacio. El razonamiento de fondo no está falto de razón, sin embargo la forma práctica en la que se ha materializado en estos ocho meses de estar en Sumar no puede ser más decepcionante para cualquiera que se creyera el mensaje electoral de que al fin llegaría una potente voz nacionalista de Balears al Congreso. La realidad es que apenas se la oye y no se la escucha. Como si no existiera.
Tras ocho meses de experimento, el resultado del pacto de Més con Sumar no puede ser más decepcionante