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Época de ‘panades’

- Periodista

Pocas cosas hay más genuinas en una casa mallorquin­a que juntarse para hacer las panades de Pascua. Siempre hay alguien a quien le salen realmente feas, pero el horno hace su magia y una vez cocidas no lo parecen tanto. Además de las típicas de carne con guisantes, muchas familias también hacen empanadas veganas o light para hacer el gusto de todos. Y no voy a entrar en la polémica de las panades dolces, porque para mí las panades no tienen adjetivo. Con los robiols también nos hemos puesto a innovar y ahora, además de rellenos de mermelada o de brossat, los hay de Nutella, dulce de leche o cosas por el estilo.

Lo más bonito de hacer las panades, robiols y crespells es ver juntas a diferentes generacion­es. El mero hecho de preparar una comida se convierte en un símbolo, en una representa­ción de afecto, de unión y de respeto a las costumbres adaptadas a nuestros tiempos. Algo parecido a las matances. Y es que la Semana Santa en Mallorca cuenta con numerosas festividad­es que van mucho más allá del componente religioso: son tradicione­s que tienen un valor también cultural y social muy arraigado.

Todavía queda mucha gente que sigue respetando la cuaresma y no come carne los viernes, aunque no sé de nadie que haga el ayuno las siete semanas enteras. La comida es uno de los puntos fuertes de estas fiestas en las que el cordero -siempre mallorquín­tiene un papel protagonis­ta y el frit de Pasqua es una delicia.

Otra tradición de la cuaresma es ‘sa Jaia Corema’, que parece ser que tiempo atrás se ponía en todas las casas, pero yo solo lo he vivido en el colegio. Es un dibujo de una señora mayor que lleva un bacalao en una mano y verduras de temporada en otra. Tiene siete piernas, correspond­ientes a las siete semanas de cuaresma, y cada semana hay que cortarle una. Y también hemos incorporad­o tradicione­s nuevas, como la mona de Pascua.

Los actos religiosos tienen un papel central. En toda Mallorca hay casi 250 cofradías, una treintena de ellas en Palma. Las procesione­s son diferentes y únicas en cada pueblo -para mí son cucues que reparten caramelos o confits, pero también se les llaman encapirona­ts, caperutxes, caraputxes, campironat­s… -. El Encontre, que se celebra el domingo de Resurrecci­ón, es también un evento social de categoría en el que todo el mundo estrena ropa nueva. Precisamen­te, llama la atención que antiguamen­te solo se deseaba ‘molts d’anys’ el Domingo de Pascua, mientras que ahora ya todo el mundo se desea felices fiestas igual que en Navidad.

La cosa no acaba aquí, porque también se conserva la tradición de los ‘salers’ o ‘cantar panades’, que salen a cantar por las calles y colectan las últimas panades y robiols. Como colofón final, los pancaritat­s atraen a personas de todas las edades y suponen una manera más de ‘fer poble’ con un papel destacado de los quintos y quintas.

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Aina Ginard

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