El naufragio de TVE
Si fuera cierto, como se ha publicado, sin que los aludidos lo hayan desmentido, que el detonante de la crisis que ha hecho saltar por los aires la cúpula de RTVE eran las discrepancias que mantenían sus directivos acerca de la conveniencia o no de contratar a un cómico, estaríamos ante la prueba de que, definitivamente, no hay argumento posible capaz de defender la existencia de una empresa pública ruinosa como, a la postre, resulta ser RTVE, pese a disponer de un presupuesto de 1.193 millones. Perdió hace tiempo el liderazgo informativo y perdida tiene la mayoría de sus programas credibilidad e independencia por su exceso de entrega a las directrices del Gobierno. Resulta difícil defender la continuidad de esta televisión pública y que demuestra ser incapaz de promover un modelo de programación propio alejado de algunas de las servidumbres populacheras que despachan otras cadenas. Tampoco es defendible la constante y extractiva contratación de productoras que aportan contenidos que rara vez concitan la aceptación de los telespectadores. A la postre, la creación de contenidos que se buscan fuera bien podrían ser realizados por los profesionales de dentro, visto que RTVE dispone de una plantilla de 6.500 personas. Es grande la sospecha de que detrás del negocio de las productoras están personajes próximos al Gobierno o profesionales a los que, por idéntica circunstancia, se los contrata para presentar programas mientras se ningunea a los periodistas y guionistas de la casa. El intento de contratación del cómico ilustra el grado de servidumbre a las directrices políticas que aceptaban los directivos destituidos en razón de un fuego cruzado de los consejeros elegidos por los partidos.