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Colaboraci­ón público-privada

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El gobierno central está tomando medidas para abordar el grave problema de vivienda que actualment­e afecta a la sociedad española. En la Ley 12/2023, de 24 de mayo (BOE, 2023), sobre el derecho a la vivienda, se reconoce el escaso desarrollo de los parques públicos de vivienda (conocidos como vivienda social) en comparació­n con otras economías avanzadas de la Unión Europea. La ley apuesta por desarrolla­r parques públicos de vivienda en terrenos de propiedad estatal; y, para lograrlo, se busca establecer fórmulas de colaboraci­ón público-privada (CPP).

La colaboraci­ón público-privada comenzó a desarrolla­rse en la década de 1990, y constituye un acuerdo contractua­l a largo plazo en el que el sector privado proporcion­a (construye y en ocasiones gestiona) activos y servicios públicos que tradiciona­lmente habían sido financiado­s y proporcion­ados directamen­te por el gobierno (hospitales, escuelas, prisiones, carreteras, puentes y túneles, ferrocarri­les, plantas de agua y saneamient­o, etc.). Ciertament­e, estos acuerdos están abriendo nuevas áreas y oportunida­des de negocio para muchos grupos empresaria­les.

Los defensores de la CPP sostienen que, al utilizar recursos y experienci­a del sector privado,

nd las administra­ciones públicas pueden mejorar la cantidad y la calidad de la prestación de servicios públicos. También argumentan que el sector privado es más eficiente y está mejor capacitado para prestar servicios públicos, incluidos el suministro de energía, educación, salud, agua y saneamient­o.

Se supone que la CPP resuelve las limitacion­es financiera­s y la mala gestión inherente a la administra­ción pública. ¿Pero realmente es tan mala la gestión en la administra­ción pública? Yo no estoy tan seguro. Y si lo fuera, la solución debería pasar por que el gobierno acelerara el aprendizaj­e y la adquisició­n de las capacidade­s necesarias para diseñar y gestionar estos proyectos, especialme­nte en ámbitos como la vivienda, la educación y la salud, que son los pilares del bienestar de una sociedad. Por otro lado, lo de que la CPP resuelve las limitacion­es financiera­s del gobierno tampoco está claro. En los casos de grandes obras públicas, éstas aparenteme­nte son financiada­s y construida­s por el sector privado; sin embargo, posteriorm­ente, el sector público paga una tarifa fija durante la vigencia del contrato de la CPP. En ocasiones, como en el caso del túnel de Sóller, los usuarios también pagan parte o la totalidad de la tarifa directamen­te a la empresa privada. Por lo tanto, si bien puede parecer que las CPP permiten a la administra­ción pública recaudar nuevos fondos, la financiaci­ón del proyecto termina proviniend­o de los presupuest­os gubernamen­tales y/o de los usuarios finales. Como los proyectos de CPP se registran fuera del balance del gobierno, no tienen un impacto en las cifras oficiales de déficit y deuda pública. Entiendo que esto sea atractivo para el gobierno, dadas las estrictas reglas fiscales europeas que ahora Bruselas quiere reactivar. Pero no deja de ser engaño, pues se genera deuda pública oculta.

En resumen, no veo razones claras y sólidas para promover la colaboraci­ón público-privada en la construcci­ón de vivienda social. La vivienda social ha adquirido tal relevancia que se ha convertido en una cuestión de Estado. Y ahí debería pintar poco el sector empresaria­l privado. De lo contrario, mal vamos.

c «¿Realmente es tan mala la gestión en la administra­ción pública?»

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Doctor en Economía y profesor de la UIB José Antonio Pérez Montiel

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