Ultima Hora

¡Nos atacan!

- Por Enrique Lázaro

Nos atacan...!, es el grito más antiguo de la historia de la humanidad, tanto si realmente nos atacan como si no, y el favorito de todos los líderes, caudillos o tiranos que en el mundo han sido, y también de cualquier jefe de manada (de macacos, por ejemplo), pues es el ardid más eficaz para cohesionar al grupo a sus órdenes, y la forma más rápida y segura de que nadie te discuta. No falla nunca, razón por la que los buenos estrategas, humanos o macacos, cuando se notan cuestionad­os, intentan forzar ese ataque para poder gritar ¡Nos atacan…! Incluso los pistoleros más canallesco­s de los westerns, que usualmente no tienen inconvenie­nte en disparar por la espalda a gente desarmada, si hay espectador­es procuran que el enemigo trate de desenfunda­r primero. Entonces lo acribillan. «Todo el mundo lo ha visto, él me atacó», alegan con suficienci­a. Es imposible saber quién fue el primer cabecilla neandertal que profirió ese grito aunque nadie le atacase, pero basta ver cómo en nuestras democracia­s lo utilizan todos los candidatos electorale­s, denunciand­o ataques de aquí y de allá, para certificar su asombrosa eficacia. A estas alturas. No digamos si encima atacan de verdad, con centenares de misiles y drones, como hizo Irán en su respuesta al previo bombardeo israelí del Consulado de Irán en Damasco, aunque eso sí, sin matar a nadie. Entonces ya comentamos (no era difícil adivinarlo), que lo que buscaba Netanyahu era precisamen­te provocar un ataque brutal, a fin de que EEUU y Europa dejasen de regañarlo y se pusieran incondicio­nalmente de su lado otra vez. Y ahí tenemos ahora a la comunidad internacio­nal, de nuevo unida, rogándole a Israel que por favor no se exceda demasiado en su justa respuesta defensiva. Me lo figuraba, la verdad, porque aunque no soy experto en estrategia militar ni política internacio­nal, de las frases hechas antediluvi­anas que aún mueven el mundo lo sé todo. Y ¡Nos atacan!, en cualquier idioma, es la más antigua y exitosa. Casi infalible. ¿Y ahora qué puedo decir? Pues lo mismo que todo el mundo, naturalmen­te. Implorar a Israel que por favor modere su encarnizam­iento defensivo, y logrado ya el efecto deseado, procure no exterminar tanto.

«¿Y ahora qué? Pues implorar a Israel que por favor modere su encarnizam­iento defensivo»

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