Venganza o hegemonía en el Etihad
Al término de la vuelta de semifinales del año pasado, Pep Guardiola y su séquito se fotografió en las entrañas del Etihad Stadium con cuatro dedos levantados de cada mano, simbolizando cada uno de los goles con los que el Manchester City descompuso al Real Madrid en una de sus peores noches europeas. Esa imagen ha paseado por las cabezas del madridismo desde entonces y el fútbol, caprichoso como él solo, ha querido que un año más tarde, una ronda antes, Manchester City y Real Madrid vivan otra final anticipada, con todo empatado y con una vuelta en el Etihad con solo dos resultados posibles: venganza madridista o dinastía celeste.
De pasar el City, engarzaría cuatro semifinales de Champions consecutivas. De hacerlo el Madrid asestaría un golpe a uno de sus principales rivales por la hege
monía de la Copa de Europa y frenaría a un Pep Guardiola que es ya el técnico que más veces le ha eliminado en toda la historia.
Si en la última conquista de la Liga de Campeones el Real Madrid superó cada situación límite que se encontró en un camino con duelos directos ante los favoritos, para alcanzar la decimoquinta deberá superar el gran desafío. La conquista del Etihad Stadium, donde nunca ganó (dos empates y tres derrotas). Un estadio que va camino de convertirse en maldito.
El escenario donde ha encajado cuatro tantos en sus dos últimas visitas recientes, en el que experimentó un sentimiento de inferioridad en el último precedente. Superado de inicio a fin tras un planteamiento erróneo de Carlo Ancelotti. No ‘inventará’ nada en esta ocasión el técnico italiano.
La ausencia por sanción de Tchouaméni impide quebraderos de cabeza. La falta de ritmo competitivo en Militao favorece el regreso de Nacho Fernández en una cita convertida en desafío.
El City pudo rotar el fin de semana y dejó sin disputar un solo minuto a Stones, Rodrigo, Bernardo Silva y Foden.