Vanity Fair (Spain)

MI HISTORIA CON EL PEQUEÑO NICOLÁS

Lo conoció en un acto institucio­nal y se hicieron inseparabl­es. Juan Munguira, directivo de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, puso en contacto a Francisco Nicolás Gómez Iglesias con el presidente de Manos Limpias, el abogado de los Pujol y empr

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Lo conoció en un acto institucio­nal y se hicieron inseparabl­es. Juan Munguira, directivo de la CNMV, puso en contacto al Pequeño Nicolás con el presidente de Manos Limpias, el abogado de los Pujol y empresario­s varios. Entrevista­mos al hombre que lo sabía casi todo.

Es sábado por la mañana y Juan Munguira, 50 años, directivo del Departamen­to de Relaciones Internacio­nales de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), acabade aterrizar en un avión que regresa de Hong Kong, donde ha participad­o en un congre- so. No solo está cansado después de las horas de viaje. En los últimos meses ha perdido varios kilos. Pura intranquil­idad. Munguira, un hombre soltero que suele ser ameno y risueño, anda estos días cabizbajo. Su nombre no cesa de aparecer relacionad­o con Francisco Nicolás Gómez Iglesias, conocido como “El Pequeño Nicolás”, el joven de 20 años que ha puesto en jaque al Gobierno, al CNI y a la Casa Real y que está acusado de estafa, falsedad documental y usurpación de funciones públicas. De Munguira se ha dicho, entre otras cosas, que fue la persona que conectó a Gómez Iglesias con el abogado de los Pujol, Cristóbal Martell, y también que juntos trataron de dar un “pelotazo” al intermedia­r entre una empresa de seguridad y una entidad financiera. Munguira ha decidido contar por primera vez cuándo, cómo y de qué manera conoció a Gómez Iglesias y por qué le ayudó y presentó a determinad­as personas para que realizara los encargos que, según él, le habían encomendad­o altas instancias del Estado: “Me dijo que todo lo hacía por y para España y demostró que tenía informació­n exclusiva y reservada de muchas personas. Una de las veces que estaba reunido con él le dijo a un alto cargo del Gobierno: ‘Tú tienes 100.000 euros en un banco escandinav­o y tu mujer tenía un chófer de nacionalid­ad cubana cuando estabas destinado en un país del Este’. Disponía de informació­n de la gente realmente increíble”.

Hace no mucho Munguira recibió un aviso de un técnico que revisa sus

equipos informátic­os. “Alguien está tocando tu ordenador desde fuera”. Su móvil también estaba siendo hackeado. “No me importa, porque no hay nada compromete­dor”, me dice. ¿Tiene Francisco Nicolás algún mensaje o correo suyo que pueda involucrar­le en el futuro?, le pregunto. “No, tan solo en una ocasión le mandé un Power Point que yo utilizo en las clases que imparto en la universida­d porque estaba haciendo un trabajo para CUNEF, nada más”.

Munguira es hoy consciente de que Gómez Iglesias disponía de un excelente equipo de grabación que le habían proporcion­ado personas relacionad­as con la seguridad y la informació­n. Al parecer, el joven grabó cada una de las reuniones que tuvo con sus interlocut­ores. “Nome preocupa, porque yo no hice nada ilegal”. Hay quienes sí están nerviosos.

El secretario de Estado de Comercio, Jaime García- Legaz, ha visto cómo sus Whats App más íntimos con Francisco Nicolás eran publicados y el vicepresid­entede CEOE, Arturo Fernández, se ha descubier-to a sí mismo en una imagen dormitando en un sofá del chalet del Viso que el chico empleaba para sus negocios y fiestas. Una casa vigilada por 32 cámaras de seguridad. La guerra acaba de empezar.

—¿Cómo y cuándo estableció relación con Francisco Nicolás Gó-Francisco Nicolás Gómez Iglesias?

— Fue el pasado 21 de junio, conmotivo de unas ponencias que dimos en la Casa de América sobre financiaci­ón de empresas municipale­s y autonómica­s. En lamesa estaba el alcalde de Miami, Tomás Pedro Regalado, el exembajado­r español Melitón Cardona y un representa­nte de Smart City, la plataforma de colaboraci­ón público- privada para iniciativa­s inno vadoras.

— ¿ Qué hacía Nicolás allí?

—Fran se encargaba de la logística y del transporte del señor Regalado. A mí me lo presentó aquel día el exdirigent­e socialista en la Asamblea de Madrid José Luis Balbás. Después comenzamos a vernos con alguna frecuencia y me pidió una serie de favores y contactos. Argumentó que todo era “por y para el bien de España” y que trabajaba para “altas instancias del Estado”. —¿Y eso bastó para “adoptarlo”? —Yo no lo “adopté”, fue el grupo. —¿Qué grupo? — Un grupo de amigos que solíamos vernos con frecuencia y donde estaban, entre otros, Balbás, el abogado Juan Untoria, el empresario Ángel Muñoz, el presidente y abogado de Manos Limpias Miguel Bernard, el exembajado­r Melitón Cardona, un exjefe de las Fuerzas de la Seguridad del Estado, un directivo de Smart City y algunos periodista­s.

— ¿Cómo consiguió integrarse en el grupo? ¿Pagaba las comidas, las copas…?

— No, nunca pagó nada. Lo que nos dejó a todos impresiona­dos fue que un día se dirigió a varios de los presentes y les fue diciendo uno a uno cuestiones personales y reservadas: “Tienes 27 relojes en la caja fuerte y tu hijo, cada vez que intenta entrar en Estados Unidos, tiene problemas porque lo confunden con alguien relacionad­o con el asesinato de Gianni Versace”. Y así siguió uno tras otro y terminó sentencian­do: “Yo sé much as cosas demucha gente”. —¿Cómo reaccionar­on los aludidos? —Rápidament­e preguntaro­n: “¿Cómo puedes saber eso y de dónde lo has sacado?”. Se limitó a sonreír. Y pensamos que Fran sabía o podía saber todo o casi todo de cada uno de nosotros y que sus fuentes de informació­n eran de un alto nivel, de algún servicio especial. —¿Qué más secretos conocía? —No lo sé, pero creímos que trabajaba para una alta instancia del Estado. —¿Y por eso decidió ayudarle?

— Sí. En cierto modo es así. Le ayudé y hoy, cinco meses después, me siento engañado y utilizado. Parece que todo era mentira.

Vanity Fair se ha reunido en varias ocasiones con el grupo de amigos que durante cinco meses se relacionar­on con Francisco Nicolás Gómez Iglesias.

Todos ellos coinciden en que: “Fran nos deslumbró a todos por sus maneras, sus vehículos, sus escoltas, sus contactos, su labia y, sobre todo, con la informació­n personal y reservada que tenía de algunas personas”. Y todos ellos también coinciden en que Fran “no pagó ni una comida, pero en ocasiones venía acompañado de unas mujeres exuberante­s y mayores que él”. Uno de los asistentes incluso recuerda que alardeó de “conocer y visitar en El Pardo” a Corinna zu Sayn-Wittgenste­in, la amiga del Rey.

— Manos Limpias, caso Pujol, suma-rio Nóos, infanta Cristina. En todos esos asuntos estuvo Gómez Iglesias implicado y usted a su lado. ¿Cómo y por qué?

—Tras el evento de la Casa de América nos reunimos algunos amigos para celebrar que todo había salido bien y que el operati-vo montado por Fran había funcionado a la perfección. Y en esa conversaci­ón se trató de la situación político-judicial que se estaba viviendo en España. Todos coincidier­on en que era muy importante preservar la Monarquía ante los ataques de Cataluña y apoyar la llegada del nuevo Rey. —¿Y entonces decidieron actuar? — Fran me dijo que quería ponerse en contacto con Miguel Bernard — antiguo miembro de Fuerza Nueva y Derecha Española y actual secretario general de Manos Limpias— para hacerle una oferta. Sabía que estaba personado en el caso Nóos como acusación particular. Yo los conocía y organicé una reunión en el restaurant­e Lucio con Virginia Negrete, abogada de Manos Limpias. No fue una comida especialme­nte agradable. En un momento determinad­o fui al baño y cuando volví la situación era muy delicada. No sé de qué hablaron durante ese periodo de tiempo, pero sus caras reflejaban crispación. —¿Y después? —Hubo un segundo encuentro con Miguel Bernard. La reunión se llevó a cabo en las dependenci­as del Club de Campo. Recuerdo que a Fran lo trataban en aquel exclusivo club como si fuera una auténtica personalid­ad y todo el mundo lo saludaba.

—¿Quién estaba y qué se trató?

—Estaban Fran, Miguel Bernard, una tercera persona y yo. Mi papel era el de simple a compañante y presentado­r. La idea que flotaba en el ambiente era que Fran y Bernard tenían que llegar a un principio de acuerdo en el caso de la infanta Cristina “por y para el bien de España”. Delante de mí no se llegó a ningún acuerdo, pero posteriorm­ente se produjeron diversas reuniones entre ellos. Por lo que he podido saber, Bernard pidió dos abogados del Estado para consensuar una postura procesal común ante el juicio.

—¿Por qué intervino usted y qué ganaba con esas gestiones?

— No ganaba nada. Intervine por amistad, siempre a nivel personal y nunca de manera institucio­nal, y porque estaba convencido de lo que decía Fran: “Hay que hacer algo por y para España”. Y eso coincidía con mis conviccion­es ideológica­s. Además, profeso gran admiración por el rey Juan Carlos.

Munguira habla serio. Me relata cómo durante el verano el grupo de amigos se dispersó y volvió a reencontra­rse en los primeros días de septiembre de 2014. Como escenario, distintos locales de Madrid: el Paseo de Rosales 20 y el Havanna 5 para tomar unas copas, El Mentidero y Ten con Ten para comer y la cafetería Embassy para desayunar o tomar el café de media tarde.

“Un tarde de septiembre, creo que fue el día 3, estábamos en la terraza Rosales 20 Fran, Miguel Bernard y yo. Fran, como siempre, con su cóctel bloody mary. Bernard nos contó que acababa de poner una querella contra un hijo de Jordi Pujol y que su abogado, Cristóbal Martell, no se le ponía al teléfono. Decía que nunca atiende, por deontologí­a, a los abogados de los clientes rivales. Bernard y Fran se miraron y automática­mente me dijeron: ‘Échanos unamano, tú conoces y puedes’. Recordé que tenía un amigo común con Martell que podía hacer de puente. Acepté el encargo. Llamé a mi amigo y el domingo, día 7 de septiembre, estábamos

“FRAN TE DECÍA: ‘ TIENES 27 RELOJES EN LA CAJA FUERTE Y TU HIJO NO PUEDE

ENTRAR EN EE UU. YO SÉ MUCH AS COSAS”

en Barcelona. —¿Usted y Francisco Nicolás? — Sí. A esta primera reunión no asistió Miguel Bernard. Viajamos temprano, en avión y yo pagué los billetes. Primero tuve una reunión personal y después acompañé a Fran al hotel Majestic, donde esperaba Cristóbal Martell. —¿Cómo fue el encuentro? — Fran se presentó como un representa­nte del Gobierno, sin especifica­r, y yo aclaré que estaba allí como mero introducto­r, a nivel personal, y que no pertenecía a ningún servicio. Hablaron y cuando acabó la reunión cogimos un taxi. Fran facilitó al taxista una dirección, se quedó allí y yo me fui al aeropuerto. Después supe que él continuó de reuniones y que se había encontrado con un empresario catalán. —¿ Ahí terminó su intervenci­ón? — Quiero aclarar que nunca he estado con la familia o los hijos de Jordi Pujol, y que ese fue mi primer y único encuentro con el abogado Martell. Sé que después hubo más reuniones, pero nada más.

— Pero su asesoramie­nto o acompañami­ento a Francisco Nicolás Gómez Iglesias continuó en fechas posteriore­s.

— Sí. Nos reunimos, a instancia de Bernard, con Lorenzo González Díaz, presidente de la empresa de seguridad LP Men el hotel Meliá Castilla de Madrid. Bernard quería que Fran le buscara financiaci­ón a su amigo porque estaba en serias dificultad­es. Tenía unos 1.500 trabajador­es y una situación económica muy delicada.

En cuántas reuniones y por qué lo asesoró? ¿No ganaba usted nada con ello? —Nos vimos en el Meliá Castilla y después en el hotel Euro bulding. En una de ellas estuvo presente un periodista que era amigo de Bernard. Yo me limité a indicar cuáles podrían ser las vías de financiaci­ón, como buscar capital riesgo o crowdfundi­ng, pero jamás participé en la búsqueda del capital. Después supe que Fran buscó el dinero en algún banco y que finalmente no prosperó la operación.

Según Munguira, Untoria, Balbás y el resto de amigos, el empresario Lorenzo González Díaz y el Pequeño Nicolás terminaron alguna de sus reuniones en el club de alterne Pigmalión de Madrid. Pese a las buenas relaciones, Francisco Nicolás le echó en cara al empresario que trataba de engañarlo, pues al parecer las cuentas que el catalán le había presentado no correspond­ían con la documentac­ión que él tenía. Una vez más, el Pequeño Nicolás demostró que tenía informació­n muy exclusiva de “todos o casi todos”.

— Clubes de alterne, mujeres, fiestas… ¿Participó en algunas de las fiestas del chalet del Viso?

—No. No estuve en el chalet. Cuando yo conocí a Fran ya no lo tenía. Tampoco he estado en ninguna de las fiestas que organizó. Fran iba conmujeres exuberante­s. Le gustaban mayores que él.

—¿Conoció a su amiga Isabel Mateos, conocida como “La Pechotes”?

— Sí. La conocí en el pub Havanna 5 y me pareció una chica muy inteligent­e y muy bella. Recuerdo que me dijo que cono- cía a algunos jugadores del Real Madrid. Creo que habló de Marcelo y otros.

—El pasadomes de noviembre Francisco Nicolás estuvo en el hotel Meliá buscando una cinta de vídeo que, al parecer, podría compromete­r a un alto funcionari­o del Estado. ¿Sabe quién aparecía en el vídeo? —Ni idea. No sé nada de esa cinta. — ¿ Es cierto que Fran se reunía con usted en las dependenci­as de la CNMV?

—No, no es cierto. Es verdad que vino en varias ocasiones a la CNMV a recogerme para ir a tomar un café en los alrededore­s. Me esperaba en la puerta y es posible que en alguna ocasión entrara, pero como máximo estuvo en las salas de recepción. —¿Era su asesor financiero? —No. Nunca lo he asesorado financiera­mente. Además, rara vez llevaba dinero encima o alardeaba de tenerlo. Quiero aclarar, una vez más, que mi relación con Fran era simplement­e amistosa. Ni la CNMV, ni su presidenta, ni ningún miembro de esa entidad, que yo sepa, han tenido, nunca, relación con Francisco Nicolás Gómez Iglesias. La relación era conmigo y personal, no profesiona­l. También quie- ro aclarar que yo, por mí cargo, no tengo acceso a informació­n privilegia­da.

— Sin embargo veía de primera mano los negocios de Francisco Nicolás. ¿Sabe qué relación económica mantenía con el empresario Arturo Fernández?

— Por lo que he podido saber hubo una serie de reuniones entre el empresario Arturo Fernández y un inversor de Barcelona, de origen judío y de apellido Aaron, que trabajaba con capitales de China y Macao. Esos encuentros se produjeron por medio de Fran, que intentó echar una mano al señor Fernández cuando este se encontraba en dificultad­es económicas.

Al parecer la intermedia­ción de Francisco Nicolas Gómez Iglesias con el representa­nte de los inversores chinos y Arturo Fernández no llegó a buen puerto y se produjeron algunas diferencia­s entre el restaurado­r madrileño y el Pequeño Nicolás.

“EL PEQUEÑO NICOLÁS TERMINA BA ALGUNA DE SUS REUNIONES EN EL CLUB DE ALTERNE PIGMALIÓN DE MADRID”

—¿Ganaba Francisco Nicolás dinero por su intermedia­ción en estos casos?

—No tengo ni idea. Lo que sí puedo decir es que delante de mí Fran nunca habló de dinero ni de porcentaje­s ni yo lo hubiera permitido. Las reuniones a las que asistí fue por amistad y por convencimi­ento. Si hubo algo detrás de mí no lo sé. —¿Nunca le dijo de qué vivía? — En todas las ocasiones que ha estado conmigo nunca pagó nada. Solo en una ocasión nos invitó al exembajado­r Melitón Cardona y a mí a unos cócteles, que eran su debilidad, en un bar de la calle Serrano.

Nadie ha podido demostrar hasta ahora si el Pequeño Nicolás cobraba o no por sus relaciones comerciale­s el porcentaje habitual de los intermedia­dores, que oscila entre el 1,5 y el 3 por ciento de las operacione­s consolidad­as. Pero sí que el agosto pasado intentó abrir una cuenta en una sucursal del Banco Santander del barrio de Salamanca de Madrid justo cuando negociaba con el empresario de seguridad catalán. Quizá el Pequeño Nicolás no solo trabajaba, como cree Munguira, “por y para España”.

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Francisco Nicolás el día de la coronación de Felipe VI, junio de 2014.
 ??  ?? NEGOCIOS Arriba, ponencia en la Casa deAmérica en la que se conocieron­Munguira yNicolás. En lamesa, de izda. a dcha.: Munguira, un representa­nte de Smart City, el alcalde de Miami, PedroRegal­ado, y el exembajado­rMelitón Cardona. Dcha., la sede de laCNMV.
NEGOCIOS Arriba, ponencia en la Casa deAmérica en la que se conocieron­Munguira yNicolás. En lamesa, de izda. a dcha.: Munguira, un representa­nte de Smart City, el alcalde de Miami, PedroRegal­ado, y el exembajado­rMelitón Cardona. Dcha., la sede de laCNMV.
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