Vanity Fair (Spain)

MISS PERRY

- – GUILLERMO ALONSO

oda generación­dedivasdel popseapoya­sobre tres vértices: la escandalos­a, la rara y la niña buena. Algunas han llegado hasta arriba solopor loprimero(hola, Madonna), otras han sido una extraña mezcla de las tres (te saludamos, Britney) y las hay que se han excedido en su papel hasta volverse crípticas (¿dónde estás, Lady Gaga?). Pero en Estados Unidos está ocurriendo algo (Miley Cyrus aparte, claro) que debería ser objeto de análisis sociológic­o: la chica blanca de clase media alta, la que canta en el porche, únicamente bebe ponche y se casa con su primer novio, es la que triunfa. Taylor Swift, con sus modos pizpiretos propios de Doris Day, y Katy Perry, una Debbie Reynolds con el pelo teñido de azul, son las amas y señoras de las listas en Estados Unidos. Es decir, que el público quiere canciones redondas con letras muy fáciles de recordar; y que los productore­s (especialme­nte en el caso de Perry) prefieren artistas que no den la lata, sin riesgo, que no quieran jugar un papel capital en la historia de la cultura pop de Occidente. Perry ha vendido más de 80 millones de singles gracias a temas sobre la fiesta y el amor y a caminar por el terreno más seguro que existe en la industria: el de la previsibil­idad. Esto no impide que sus melodías sean pegadizas y sus conciertos, una celebració­n del pop con un himno tras otro. La cantante visita Barcelona el 16 de febrero como parte de su gira The Prismatic

World Tour.

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