Vanity Fair (Spain)

TIEMPOS Modernos

Ella es actriz y nieta de Charles Chaplin. Él, uno de los actores de moda gracias a su papel en la serie ‘El Príncipe’. Son Dolores Chaplin y Stany Coppet, una pareja explosiva a quien le encanta narrar su vida como si fuera una película de aventuras. Hay

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La madrugada del dos de marzo de 1978 fue misteriosa­mente ajetreada en el cementerio suizo de Corsier sur Vevey. Hacía dos meses que Charles Chaplin habíamuert­o y su cuerpo descansaba en aquel pequeño camposanto. Pero aquella noche, el joven polaco Roman Wardas condujo con determinac­ión hasta el cementerio para hacer lo que llevaba dos meses planeando: robar el cadáver de Charles Chaplin. “Llamaron pidiendo un rescate. Yo era muy pequeña, pero recuerdo el revuelo”, me cuenta la actriz Dolores Chaplin ( Londres, 1976) recostada sobre un sofá azul eléctrico. Afuera brilla el sol pero la historia de Chaplin produce escalofrío­s. “Algunos de mis tíos iban aún al colegio y tuvieron que ponerles guardaespa­ldas porque amenazaron con matarlos”, continúa mientras su pareja, el actor francés Stany Coppet ( París, 1976), camina en círculos por la sala de al lado con el bebé de ambos, Akilles, en brazos.

Después de dos meses de tensas negociacio­nes, la policía encontró el cadáver en un campo de maíz. Este rocamboles­co relato, que igual podría ser un thriller de Hitchcock que una comedia del propio Charlot, se ha convertido en película gracias al director francés Xavier Beauvois. “Me pidió que participar­a en el proyecto durante la cena de clausura del festival de cine de Beauville. Yo había bebido un poco y dije que sí, aunque no me lo tomé muy en serio”, explica Dolores, que sonríe recordando aquel momento. Un año después el guión de El precio de la fama, que se estrena el siete de en enero en Francia, llegó a sus manos y al poco tiempo rodaba en Manoir de Ban, la mansión suiza donde su abuelo se instaló en 1952 huyendo del Macarthism­o y la caza de brujas en Estados Unidos.

Comparado con sumujer, el actor francés Stany Coppet tuvo una infancia de lo más prosaica. Su padre era funcionari­o, su madre trabajaba en Air France, vivían a las afueras de París y lomás extravagan­te que le ocurrió en su adolescenc­ia fue irse cuatro años a la Guayana Francesa. “Mis padres se cansaron de la vida en París y quisieron cambiar de aires. Mi padre había nacido en Guayana y él y mi madre decidieron mudarse. Ahora están divorciado­s, pero viven en el mismo edificio y siguen siendo muy amigos”.

“Tampoco he conocido a Michael Jackson ni he cenado con David Bowie”, asegura con resignació­n, por citar dos de las personalid­ades que han desfilado por la vida de Dolores. “La persona más increíble que he conocido gracias a ella es Michael, su padre. Conduce un viejo mercedes, lleva las manos llenas de anillos y escucha mucho Camarón. Tiene alma gitana, como Charlot. Es un personaje de novela”.

Michael es el segundo de los ocho hijos que Chaplin tuvo con su cuarta esposa, Oona O’Neill. Él es un bohemio enamorado del jazz y la literatura; sumujer, una exmodelo con estudios en Bellas Artes. Cuando se conocieron, dejaron sus vidas para recorrer juntos el mundo. “Al morir mi abuelo vivimos un año en Manoir de Ban. Entonces ocurrió todo aquello del secuestro. Luego pasamos otro año en Trinidad. Recuerdo comer bocadillos de tiburón en la playa. Picaban un poco pero estaban riquísimos”, cuenta Dolores, que es la mayor de una numerosa familia de cinco hermanos. Al cumplir siete años, sus padres pensaron que había llegado el momento de asentarse y escolariza­r a sus hijos. “Nos instalamos en una granja en el sur de Francia. Tuve que aprender francés. Resultó difícil acostumbra­rse a una estructura, nunca seme dio bien la escuela”.

Dolores y Stany parecen una pareja compensada. Ella ha heredado el carácter bohemio y, a la vez, relajado de sus padres. “No me gusta planificar. La llegada de A killes fue una sorpresa. Ahora estoy centrada por primera vez en mi vida. Ha sido como una bofetada de realidad”. Stany, sin embargo, es puro nervio. Camina, se sienta, se levanta, interrumpe la entrevista y sale corriendo de pronto. “Siempre estoy previendo. Organizo todo. Dolores dice que solo me tranquiliz­o cuando estoy con supadre. Nos juntamos en su casa de Francia y nos ponemos a preparar pisto. Vamos cortando el calabacín, la zanahoria y la cebolla mientras escuchamos flamenco”.

Resulta difícil reconocer al frío y calculador Kahled de El Príncipe en este atleta de las relaciones públicas. La serie, que narra la historia de amor entre un agente de policía cristiano (Álex González) y una joven musulmana (Hiba A bouk), hermana de un narcotrafi­cante (Rubén Cortada), se ha convertido en una de los formatos de ficción más exitosos de nuestra televisión. El último capítulo de la primera temporada atrapó a seis millones de espectador­es. El estreno de la segunda es uno de losmás esperados del invierno.

— Qué es lo mejor y lo peor de trabajar en El Príncipe?

— Es un reto. Interpreta­r a un árabe y actuar en español me abre puertas para futuros trabajos. La serie esmuy ambiciosa y la historia también. Y encima tiene éxito. ¿Qué más puedo pedir? Por ahora no hay nada malo.

T“SECUESTRA RON EL CADÁVER DE MI ABUELO Y LLAMARON PIDIENDO UN RESCATE” ( Dolores Chaplin)

ampoco con sus compañeros de trabajo? ¿No hay lucha de egos? En absoluto. Hiba [Abouk] me ha ayudado mucho. Al principio, cuando tenía problemas con el idioma, me hacía de traductora. Con Rubén [Cortada] me llevo muy bien. Tenemos el mismo humor. A veces nos entra la risa floja y ya no podemos mirarnos. Tenemos que rodar casi dándonos la espalda.

La primera vez que pensó en ser actor tenía 14 años, pero Stany hizo de todo antes de dar el salto. Se licenció en Comercio Internacio­nal, presentó un programa de actualidad en la televisión y montó uno de cine en la radio. Cada cambio, lo acercaba a su meta. “Un día lo dejé todo y me fui a estudiar interpreta­ción a Nueva York”. Tenía 28 años.

Dolores también vivió en Nueva York, aunque decidir su profesión no resultó tan complicado. “Siempre quise ser actriz. O eso creía. Empecé a hacer cosas aquí y allá pero nunca en plan muy profesiona­l”. Se formó con Susan Batson, la coach de Nicole Kidman y de Halle Berry, una de las profesoras de interpreta­ción más prestigios­as. “Una especie de mini Tina Turner subida a unos tacones de infierno”, recuerda. En aquella época Dolores tenía 20 años y, según cuenta, no estaba especialme­nte centrada. “Vivía la vida. Tenía amores, desamores… Siempre he querido hacer cosas pero me ha faltado el coraje de lanzarme. Pensaba que no, pero creo que mi apellido me ha condiciona­do. El nacimiento de mi hijo me ha dado fuerza para luchar”.

En la vida de Dolores Chaplin todo parece medio inconscien­te, medio irreal. Los recuerdos flotan en su memoria sin orden ni referente temporal. Es incapaz de acordarse del año en que murió su abuela Oona, “soy malísima para las fechas”, pero tiene grabada la emoción que le producía ir con ella a una tienda de juguetes enorme. “Nos llevaba el chófer en el Rolls Royce. El suelo estaba forrado con tapiz blanco. Me impresiona­ba, pensaba: ‘¿Cómo conseguirá­n mantenerlo tan limpio?’. Era una sensación mágica”.

La hija del Premio Nobel de literatura Eugene O’Neill era una mujer de carácter que se casó con Chaplin nada más cumplir los 18. Los separaban 36 años. “Mi abuela era una auténtica señora. A partir de los 13 años podíamos comer en la mesa con ella pero tenías que ser extremadam­ente educado. Siempre había invitados prestigios­os. Recuerdo especialme­nte a David Bowie, que venía a menudo a cenar a casa. Vivía muy cerca de Manoir de Ban y se había hecho muy amigo demi abuelo”.

En aquella época, Manoir de Ban era una extensión de 14 hectáreas con una mansión neoclásica de cuatro pisos en plena actividad. “Había mucho servicio. Mayordomos, cocineros, jardineros, chófer… Un poco Downton Abbey”, bromea. Uno de los grandes enamorados de aquella casa fue Michael Jackson, quien pensó comprarla en varias ocasiones. “Se hizo muy amigo demi madre. Venía mucho a comer a casa y tenían grandes charlas. A veces llamaba de madrugada porque se hacía un lío con el desfase horario. Recuerdo coger el teléfono a las tres de la mañana y escuchar su vocecita: ‘ May I speak to your mother?’. Yo colgaba pensando: ‘Esto es un muy loco. Acabo de hablar con Michael Jackson”. Tras la muerte de Oona mantener la casa resultaba carísimo. “Finalmente se convertirá en museo y abrirá sus puertas en2015”, cuenta su nieta.

Dolores parece cansada. Desde que nació su hijo duerme muy poco y le cuesta concentrar­se: “Tengo la impresión de estar diciendo muchas tonterías”. Stany, sin embargo, va y viene con Akilles en brazos y se acerca enérgico hasta nosotras para mostrarlo con orgullo. “Ahora comprendo mejor amis padres. Cuando eres niño los haces sufrir un poco”.

La pareja lleva cinco años de relación y se conoció rodando un corto: “Yo tenía un papel de castigador­a y él quería invitarme a cenar. A mí me gustaba mucho, pero preferí esperar al final del rodaje. Si cenaba con él ya no sería capaz de meterme en ese rol”, cuenta entre risas.

Por entonces, Stany ya había vivido su sueño americano: “Aunque hubo veces que se convirtió en una auténtica pesadilla”. Tras pasar tres años en Nueva York su carrera no terminaba de despegar. Así que decidió dejarlo todo y probar suerte en Hollywood: “Entonces empezó a irme mal de verdad”.

En Los Ángeles se instaló en una caravana al lado de un cementerio. “No tenía agua ni luz y había unas ratas así de grandes”, y separa lasmanos en el aire sin poder reprimir un gesto de asco: “Por las noches los yonquis llamaban a mi puerta y a menudo un helicópter­o sobrevolab­a la zona porque habían asesinado a un policía en esa misma calle un mes atrás”. Así estuvo siete meses hasta que un mánager lo fichó y le permitió dormir en su sofá. “En contrapart­ida trabajaba para él, y me seguía presentand­o a castings”, recuerda. Al poco tiempo su visa estaba a punto de caducar, los guionista de Hollywood comenzaron una larga huelga, y Stany, exhausto, se subió a un avión rumbo a la vieja Europa.

Desde entonces no le ha vuelto a faltar trabajo: “Cuando me llamaron para El Príncipe estaba rodando en el Amazonas. Llevo dos años preparando un documental con el padre de Dolores sobre los orígenes gitanos de Charles Chaplin”.

Su papel de Khaled es, sin duda, su proyecto más importante, y en la segunda temporada su personaje cobra protagonis­mo. Stany cada vez habla mejor español y la pareja pasa mucho tiempo en Madrid. —En París no le conocerá nadie. —No creas. Vivimos en Montmartre, un barrio muy turístico. A veces salgo del súper cargado con bolsas y me piden una foto. Los franceses ni se enteran, pero de los españoles nome escapo. �

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COSADEDOS Dolores lleva vestido y joyas deDior. Stany luce traje oscuro y camisa blanca de Adolfo Domínguez y gafas Persol.
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