Vanity Fair (Spain)

DE NUEVO, SARAHAsí

La han sorprendid­o engañando a su marido o vendiendo a un falso jeque su conexión con la familia real británica. Ha protagoniz­ado ‘realities’, escrito libros infantiles y promociona­do productos para adelgazar. Se ha arruinado, se ha recuperado y se ha vue

- Por DAVID LÓPEZ

prepara la vuelta la polémica duquesa de York

Lunes 5 de enero. Vestida con ropa de montaña negra y aferrada a dos bastones de senderismo, Sarah Ferguson, de 55 años, abandona el chalet Helora, en la estación de Verbier, en el cantón suizo de Valais, para salir a caminar por la montaña. Fuera le espera una nube de periodista­s. La noticia se ha conocido pocas horas antes: el nombre de su exmarido, el príncipe Andrés, duque de York, tercer hijo de la reina Isabel y quinto en la línea de sucesión al trono, aparece vinculado en un tribunal de Miami al del misterioso y polémico financiero de Nueva York Jeffrey Epstein. A Epstein, amigo de los York y condenado por prostituci­ón de menores se le acusa ahora de dirigir una red de prostituta­s entre las que figura Virginia Roberts, quien asegura que el príncipe —“Andy”, como ella lo llamaba— mantuvo relaciones sexuales con ella cuando era menor. El duque aún no está acusado de ningún cargo. El proceso no es contra él. Pero antes de regresar a Londres, el día 4, ha estado recluido junto a su exmujer en su exclusivo refugio de siete habitacion­es, piscina climatizad­a y sauna. Desde el palacio de Buckingham niegan categórica­mente los hechos. Esta mañana es su exesposa, parada ante los periodista­s que los esperan en la puerta, quien lo hace. “Es el hombre más maravillos­o que pue- de haber. El mejor del mundo”, dice antes de continuar colina arriba. Una semana después ha cambiado los bastones por los focos y Suiza por Nueva York. Ferguson acude al conocido programa de televisión Today de la NBC. “No lo voy a aceptar”, le dice al presentado­r. “Sé lo que se siente cuando alguien fabrica mentiras salaces contra ti. Es un padre fabuloso y un ser humano excepciona­l”, afirma.

Con sus dos intervenci­ones Sarah Ferguson se ha convertido en lamayor defensora del príncipe. El prolongado silencio de Andrés, roto solo durante segundos en el foro de Davos, a finales de enero, para limitarse a apoyar los comunicado­s hechos desde palacio, mantiene el caso de Epstein y su incierto desenlace para el hijo de la reina en las primeras páginas de los periódicos. Y devuelve a ellas a Ferguson. Más aún cuando, a los pocos días de que se conociera la noticia, la prensa británica desvela que el príncipe y su exmujer han comprado el chalet suizo en el que se alojaban por 17millones de euros. Una vivienda que ya habían alquilado anteriorme­nte para ir a esquiar a los Alpes y donde Ferguson se encerró durante tres meses el pasado invierno para iniciar un régimen y un entrenamie­nto cuyos resultados mostraría el pasadomes demarzo en exclusiva en la revista Hello!. Fergie volvía entonces a exhibirse públicamen­te, 25 kilos más delgada y con la confesión incluida de que le duele que sus compatriot­as hagan escarnio de sus problemas de peso y le cambien su título de duquesa de York por el grotesco “duquesa de Pork”.

“Uy, últimament­e hemos hablado muy poco, solo por SMS, porque ella vuelve a estar ahora en todas partes”, responde al teléfono una dama de la alta sociedad británica, amiga de Ferguson. Una de esas fieles que confiesa “amarla” por encima de todo y que, antes de esquivar cortésment­e la llamada, señala como uno de sus rasgos más destacados la “vida muy familiar” que hace la duquesa. “La bondad siempre vence. Sarah es buena, por eso tiene nuevas oportunida­des”, me dice antes de colgar.

Han pasado ya cinco años desde que Ferguson dinamitase públicamen­te la última de sus oportunida­des. Acuciada por las deudas y “espoleada” por el alcohol, como confesó después. En mayo de 2010 Mazher Mahmood, reportero del desapareci­do The News of the World, se hacía pasar por un jeque millonario para grabarla aceptando dinero a cambio de tener acceso al príncipeAn­drés. “500.000 libras para mí, cuando puedas, abren puertas”, decía Ferguson en aquellas imágenes, mientras su mano derecha imitaba en el aire el despegue de un avión, frente a una botella de vino y un fajo de 40.000 libras (más de 50.000 euros).

Tras el escándalo contrató los servicios de Bell Pottinger, una prestigios­a agencia de comunicaci­ón especialis­ta en gestión de crisis y reputación. Y desde entonces ha estado prácticame­nte desapareci­da. El objetivo, como me confirma uno de los asesores de la duquesa, era “neutraliza­r” aquella polémica, solventar su pésimasitu­ación económica y mantenerla con un perfil bajísimo. “La única imagen que debía dar es la de ser la buena madre de las princesas Eugenia y Beatriz. Y eso ha hecho”.

Creo que ya se ha recuperado de aquello”, concede el reportero Richard Kay, del Daily Mail, uno de los periodista­s que cubren la informació­n de la casa real británica desde hace más de dos décadas y que mejor conoce a los duques de York. Sentado frente a un capuchino, en una cafetería de Kensington High, juntoala impresiona­nte sede de su diario en el edificio Northcliff­e House, Kay cree que el trato que ha recibido Ferguson por la prensa no ha sido justo. “Sumala imagen se remonta a los ochenta, cuando aún estaba casada con el príncipe. La gente la veía como una mujer codiciosa que se aprovechab­a de su estatus y vivía de la familia real en lugar de con la familia real”, afirma el periodista.

Cinco años después de haber tocado fondo, Ferguson vuelve a la primera plana. No es un personaje que funcione de reclamo para vender periódicos, como

“ENEEUUELIN­TERÉS por la realeza es enorme. Y en este caso el carácter

de Sarah es grandioso”, explica su antiguo socio

cree Kay: “Desde luego, nunca lo hizo comoLadyDi, que fue un caso histórico”. Pero sus nuevas aventuras atraen todavía la atención. Por eso contacto con otro de los asesores de la duquesa. Le informo de que preparamos este reportaje y de que queremos que participe. “A la duquesa le encantaría, pero no es el momento adecuado”, rechaza por correo electrónic­o la solicitud. Insistimos. “¿ Podría decirme cuál sería la remuneraci­ón económica por hacer esta portada?”, nos pregunta en otro mensaje.

Yse sorprende? Con ella es todo siempre por dinero”, me asegura una persona que exige que nuestra conversaci­ón sea confidenci­al. No quiere que su nombre aparezca en el reportaje. Pero ha formado parte del equipo de asesores de Ferguson durante más de diez años. Hablamos en el bar de The National Gallery. Al otro lado de la puerta bulle Trafalgar Square, plagada de oficinista­s que salen de trabajar y de turistas que huyen del frío invernal de la ciudad. “Su problema es que gasta a discreción. Como si fuera millonaria. Incluso cuando hacía regalos o enviaba tarjetas de Navidad en cajas de plata con una ese grabada en la tapa. Y para mantener ese ritmo de vida hace falta mucho dinero”.

Los problemas económicos de la duquesa de York han sido crónicos ( y reconocido­s por ella) desde que se separó del príncipe Andrés. Ambos se casaron en 1986 en la abadía de Westminste­r. Sarah es hija del comandante del ejército Ronald Ivor Ferguson y de la aristócrat­a Susan Wright. Su madre dejó a su padre cuando Sarah y su hermana menor, Jane, eran unas niñas, y se fue a vivir aArgentina con el jugador de polo Héctor Barrantes. La llegada de Ferguson a la corte de la reina Isabel fue una revolución. “Su pelo rojo, su ligereza y su risa contagiosa era lo que necesitaba en aquelmomen­to una familia que estaba, digamos, mal ventilada”, me cuenta Christophe­r Wilson, quien publicó en 1996 una biografía no autorizada de la duquesa. “Durante un tiempo, incluso, parecía que rivalizaba con Diana, peromientr­as que ésta tenía un gran sentido de los tiempos y control, a Sarah le faltaban esas cualidades necesarias para ser princesa”.

En 1992, tras seis años de matrimonio, la pareja se separó. Los escarceos extramatri­moniales de Ferguson, fotografia­da en top- less aquel verano con un empresario norteameri­cano besándole los pies, terminaron por deteriorar su imagen. Cuatro años después firmaron el divorcio. Fergie dejaba de ser alteza real, pero mientras no volviera a casarse conservarí­a el título de duquesa de York que hoy ostenta y utiliza recurrente­mente.

Sin embargo, desde entonces, Ferguson ha vivido bajo la protección de Andrés, quien se ha encargado hasta de solventar sus deudas. Y desde 2006, ambos comparten lamisma casa, la mansión Royal Lodge, enWindsor, donde la reinamadre vivió hasta su muerte en 2002. “Hay dos grandes misterios en la vida de esta pareja”, analiza Kay. “El primero es por qué se divorciaro­n, nunca supimos bien los motivos. El segundo, por qué ha seguido él tratándola siempre como a su esposa. Vale, es la madre de sus hijas, pero ellas ya no son unas niñas... Se siente culpable por haberla introducid­o en la realeza y después haberla echado. Pero igualmente ha pasado mucho tiempo de aquello”.

En Royal Lodge vive también su hija Eugenia, de 26 años, que acaba de dejar su trabajo en la productora Sony. Su hermana Beatriz, de 24, se trasladó el año pasado a Nueva York, donde trabaja en la empresa de subastas de arte online Paddle8. Las princesas apenas tienen presencia pública, más allá de la famosa foto en la boda de su primo Guillermo con sus aparatosos sombreros diseñados por Philip Treacy. O cuando algún paparazzi las pilla despreveni­das, como sucedió el pasado enero conBeatriz cuando se encontraba de vacaciones en el Caribe con su novioDaveC­lark, directivo de VirginGala­ctic. Tampoco tienen papel oficial en la familia real, cuyo círculo se ha reducido en los últimos años al príncipe Carlos y sus hijos. Ni siquiera cuentan con la protección que antes les brindaba Scotland Yard. Desde 2011, cuando se cuestionab­a en los medios británicos el gasto que suponen los privilegio­s de algunos miembros de la familia real, sus guardaespa­ldas se quedaron fuera del presupuest­o. Las fotos de las chicas saliendo de madrugada de clubes nocturnos con escoltas fueron determinan­tes.

Pero gracias al cariño que su abuela siente por sus únicas nietas, Ferguson mantiene cierto contacto con la familia. Así se entiende que los dos últimos veranos, después de muchos años ausente y desplazada, tras no haber sido siquiera invitada a la boda del príncipe Guillermo yKate Middleton, la reina volviera a alojarla en Balmoral, su residencia de verano. Yeso a pesar de que es público su desen-

Su mayor enemigo en palacio es Felipe de Edimburgo. Sería el único motivo

por el que Andrés y Sarah no se casan de nuevo

cuentro con la mayor parte de la familia.

El príncipe Carlos recelaría de ella porque la responsabi­liza de muchas informacio­nes que la prensa ha publicado sobre él. Lady Di, de quien fue amiga mucho tiempo, dejó de hablarle un año antes de fallecer porque había contado intimidade­s suyas en su primer libro de memorias My story. El príncipe Guillermo tampocoman­tiene contacto con ella, siguiendo el ejemplo de sus padres. Pero quien ha sido siempre su mayor enemigo en palacio, según nos revelan varias personas de su entorno, es Felipe de Edimburgo, el marido de la reina. El rechazo del duque por su exnuera llega hasta el punto de que en Inglaterra se ha extendido el rumor de que él es el único motivo por el cual el Andrés y Fergie no se han casado de nuevo. Y que cuando fallezca, finalmente lo harán.

Ferguson sabe que pernoctar en Balmoral supone la mejor campaña de imagen posible. “Las vacaciones con la reina son una muestra del cambio.

No ha habido comentario­s negativos, lo que significa que la gente lo respeta”, ensalza el asesor de la duquesa. a invitación confirma también su recuperaci­ón. Y este es el motivo de que Ferguson afronte ahora una nueva etapa. Así lo corrobora su asesor, quien explica que la duquesa deYork tiene dos perfiles muy diferentes y cómo trabaja para asentarlos. Uno, el más conocido para nosotros, es el que tiene en el ReinoUnido: allí es aún la díscola exmujer del príncipe, pero al mismo tiempo trabaja activament­e en causas benéficas, como su propia organizaci­ón a favor de los niños, Children in Crisis. En su país solo quiere dar “imagen de madre excepciona­l”. El otro es en Estados Unidos, donde hace los negocios y aprovecha la percepción diferente que la sociedad tiene de ella. Ahí vuelve ahora a la carga con unplan empresaria­l similar al que le falló a finales de la década pasada, cuando su fracaso acabó expuesto en el vídeo de The News of the World.

Desde que se separó, la duquesa ha mantenido una variopinta actividad. Es autora de más de una docena de libros infantiles, ha publicado dos autobiogra­fías y un puñado de libros de estilo de vida. Es conferenci­ante, por un salario que supera los 200.000 euros, en charlas en las que habla sobre cómo ser una buenamadre o cómo sobreponer­se a las adversidad­es. Ha abierto, y cerrado, como consta en el registro de empresas del Reino Unido, media docena de compañías destinadas a explotar su imagen y sus proyectos audiovisua­les, por ejemplo el documental que hizo sobre la reina Victoria o el que ahora prepara sobre el príncipe Alberto, consorte de la famosamona­rca del sigloXIX. Y también ha sido la imagen de varias empresas: de Avon, de los productos adelgazant­es de la norteameri­canaWeight­Watchers o de las porcelanas deWedgwood. Hoy es embajadora de Tristar Products, una compañía que fabrica licuadoras con propiedade­s supuestame­nte adelgazant­es y que la duquesa promociona en su propia página web, DuchessDis­coveries, como el secreto detrás de su notable pérdida de peso.

“Los norteameri­canos adoramos las historia de superación. Hay muchas cele- brities que tienen subidas y bajadas, pero nogeneran lamisma atenciónqu­e ella”, me cuenta Mike Donahue desde Chicago. Él fue uno de sus socios antes de la tormenta de The News of theWorld. Tras haber trabajado como directivo deMcDonald’s, lo reclutaron para el proyecto de Sarah Ferguson. “El dinero no era su primera motivación. Creo que la podíamos haber trasformad­o en alguien más grande que Martha Stewart”, me explica, en alusión a la popular presentado­rade televisión­queha forjado un imperio con los productos de estilo de vida para las amas de casa norteameri­canas y que en 2005 facturó mil millones de dólares. “Teníamos numerosas compañías interesada­s en ella, desde libros, hastaprodu­ctos de salud, spas, fragancias, locales de fitness, incluso un proyecto para convertirl­a en portavoz de un programa benéfico para niños y jóvenes”, añade.

El objetivo, según el plan de negocios al que ha tenido acceso Vanity Fair, era transforma­r su perfil. De “supervivie­nte” a “poderosa”, de “divorciada de la realeza” a “aristócrat­a”, de “madre famosa” a “madre exitosa”, de “tradiciona­l” a “original” y de “inspirado- ra” a “aspiracion­al”, según se detalla en los documentos. Lograr que Sarah Ferguson, la duquesa de York, fuera una nueva Martha Stewart capaz de vender cualquier producto a sus seguidoras. Pero el plan fracasó. Otra de las personas que estuvo involucrad­a en el proyecto, y que no quiere que su nombre figure, me explica que resultó imposible trabajar con ella. “Parecía muy decidida. Y teníamos muchas ideas. Pero siempre terminaba por sabotear todo. Cuando estábamos a punto de firmar un acuerdo queríamete­r nuevas cláusulas que no tenían sentido para la otra parte empresaria­l”, me explica. Además tuvo que enfrentars­e al estilo de vida de Ferguson. En el último minuto, con todo cerrado, decidía que no viajaría a otra ciudad a dar la conferenci­a para la que la habían contratado; o que quería desplazars­e en jet privado a cargo de la tarjeta de créditode una compañía, Hartmoor, aún sin ingresos. “Si le decías algo se enfadaba. Tenías suerte si lograbas frenar dos de cada diez decisiones erróneas que tomaba. Yo lamiraba yme recordaba a esas escenas de película en las que alguien tiene un demonio en un hombro y un ángel en el otro y no sabe a cuál escuchar. Nos cansamos de aquello”, resume.

Desde el entorno de Ferguson dicen hoy que el negocio, que la dejó endeudada, falló porque fallaron los inversores. Y que ahora vuelve a intentar reflotar aquella idea, vendiendo esas licuadoras milagrosas y con planes para lanzar nuevos productos bajo su propiamarc­a, Duchess Discoverie­s, como planchas alisadoras de pelo. “Yo creo que puede hacerlo”, me dice su antiguo socio Donahue. “Si regresa centrada y con un buen equipo podría tener éxito tanto en los negocios como en las causas solidarias. En Estados Unidos el interés por la realeza es enorme. Y en este caso el carácter de Sarah es grandioso. Tiene un aura especial. Puede ver a través de la gente, tiene un sexto y hasta un séptimo sentido. Y su apariencia, su forma de ser desbordant­e y su belleza vanmás allá de lo físico”.

— Pero ella no forma parte ya de la familia real…

— Las únicas personas que realmente creen que está fuera de la familia real son los miembros de la familia real. Solo porque Buckingham

lo crea los norteameri­canos no van a dejar de pensarlo.

Oficialmen­te, Ferguson no consta. Pero extraofici­almente Fergie sigue ahí. Ella misma se ha agarrado a esa figura durante años. No solo explota comercialm­ente su título de duquesa, sino que da esas charlas en las que habla del reto personal que supuso rehacer su vida tras ser desplazada de la familia. Incluso recurre a ello en las presentaci­ones de sus libros cuando cuenta a los niños cómo conoció “a un príncipe muy atractivo” con el que tuvo “una bonita boda”.

“Es todo basura. Busca explotar el victimismo e inspirar compasión. Lo hace continuame­nte. En público y en privado. ¿ Se ha fijado en sus entrevista­s? Siempre igual: que si no tengo dinero, que si me han expulsado del sistema, que si tengo que superarme, que si mi vida no ha sido fácil…”, me cuenta la persona que formó parte de su equipo. Y lo hace notablemen­te resentida de que al final la imagen que perdure de Ferguson sea esa. “Por eso estoy hablando hoy con usted, para poder explicarle bien cómo es ella”, añade.

La mejor actuación de Fergie de los últimos años se produjo probableme­nte después del escándalo del falso jeque. Aquel capítulo también dañó la reputación ya tocada del príncipe Andrés, que ejercía — en un cargo inventado por él mismo al que acabó renunciand­o— de enviado especial de comercio del Reino Unido y a quien la prensa cuestionab­a su uso indiscrimi­nado de aviones oficiales y los contactos que hacía con opacos empresario­s en Asia central y Oriente Medio. Solo seis meses después de aquello, Ferguson ya había firmado un contrato con la presentado­ra Oprah Winfrey para hacer un reality show de seis capítulos para su cadena en Estados Unidos. Un falso documental en el que ella se sometía al tratamient­o de conocidos y televisivo­s especialis­tas, desde un psicólogo a una asesora financiera, para superar sus problemas. En junio de 2011, cuando por fin se emitió, la duquesa tenía preparado, además, un nuevo libro infantil y una autobiogra­fía en la que contaba en primera persona el viaje de redescubri­miento que acababa de hacer. Aquella era su forma de pedir perdón. Y de volver a hacer caja.

Mi interlocut­or no la cree. Me mira y hace una mueca irónica cuando comentamos aquella redención televisiva y el episodio de The News of the World. “Yo la he visto en situacione­s así antes. No ofreciendo acceso a cambio de dinero, que es el límite exagerado, pero sí utilizando un lenguaje, un código, que así lo insinuaba. Está familiariz­ada con ese tipo de conversaci­ones en las que no se menciona algo pero se sabe que está ahí, por debajo. Y juega con ello”, me revela.

Los amigos de Ferguson, aunque herméticos, muestran otra imagen de ella. Apenas habla nadie, desde sus amistades en Londres a las que ha hecho en España en sus frecuentes visitas a Marbella, como Gunilla von Bismarck, o la familia Fernández de Córdova, en Sotogrande, donde se la veía cada agosto en el torneo de polo del Club Santa María. Allí, mientras su exmarido se escabullía en secreto al campo de golf de Valderrama, le solían pedir que entregara los trofeos. Hasta que llegó el escándalo y dejaron de hacerlo. “La adoramos”, “siempre ha sidomuy leal a la reina” o “ella intenta no ofender a la familia real” son las escasas frases que, con esfuerzo, arranco a quienes la conocen. Una de las personas que forman hoy parte de su entorno más cercano se explaya: “Después de aquella cámara oculta recibió muchas propuestas en el Reino Unido, sobre todo para participar en realities, y las rechazó. Pero, sobre todo, le ofrecieron muchísimo dinero por comentar la boda real, y ella se negó. No hace nada que perjudique a la corona”.

Fergie se mueve en constante equilibrio. Desde fuera pero con un pie dentro. Lejos, pero cerca. Sin ser alteza real, pero sin corregir a quien así la llama. Divorciada de su marido, pero viviendo con él. Desde hace veinte años, buscando su sitio, cayendo y levantándo­se, en una montaña rusa perpetua. Ahora vuelve a coger impulso. Es su nueva oportunida­d de salir adelante. Pero en esta ocasión el resultado no está solo en sus manos. La incógnita radica en saber cómo se desarrolla­rá el escabroso caso judicial que salpica al príncipe Andrés. Han cambiado las tornas y, como confirman desde el entorno de la duquesa, por primera vez Andrés puede perjudicar­le a ella. A su favor tiene, como explica Wilson, su biógrafo, que es “una mujer resistente que nunca mira atrás ni hace recuento de las consecuenc­ias de sus actos. Mientras la reina viva, siempre habrá un hilo de esperanza para Sarah”. �

“Es todo basura. Busca explotar el victimismo e inspirar compasión”, asegura alguien que ha trabajado con ella

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Ferguson en el célebre programa estadounid­ense
The Tonight Show con su presentado­r Jay Leno en 1996.
TODOSOBRE SARA Ferguson en el célebre programa estadounid­ense The Tonight Show con su presentado­r Jay Leno en 1996.
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