Vanity Fair (Spain)

EL MÉTODO COOPER

Con ‘ El lado bueno de las cosas’ y ‘ La gran estafa americana’ alcanzó estatus de estrella. ‘ Resacón en Las Vegas’ subió su caché a los 13millones de euros. Y ahora, en‘El francotira­dor’, dirigida por Clint Eastwood, Bradley Cooper asume elmayor reto de

- Por BUZZ BISSINGER

Engordó 20 kilos, pulió su acento y se entrenó como unmarine. Bradley Cooper asume el mayor reto de su carrera en “El francotira­dor”, de Clint Eastwood.

T

Bodos los días, antes de acudir al rodaje, Bradley Cooper recitaba seis páginas de ejercicios diseñados por TimMonich, su profesor de voz, para reforzar un acento y un dialecto de Texasmuy específico­s. El actor sabía que, si no surgían de forma automática, le restarían toda credibilid­ad. En largometra­jes como éste, y en papeles como éste, elmás exigente de su carrera, no haymargen para el error. Si no le salía bien, no había película. Haymuchos acentos texanos en Texas. Este en concreto, debido a los sitios en los que había vivido el personaje real, incluye rasgos del oeste, de las partes rurales y de las zonas montañosas del estado; un deje con elementos del sur, semejante al de los vaqueros más toscos. Con ciertas incongruen­cias muy caracterís­ticas. Entrecorta­do y poético a la vez. Bradley Cooper ( Filadelfia, 1975) acumula tres nominacion­es a los Oscar. Sin embargo, tal y como señala su amigo íntimo, el director David O. Russell, está acostumbra­do a que no le tomen en serio. Independie­ntemente de las reacciones que haya suscitado su último papel, el de El francotira­dor (dirigida por Clint Eastwood), nadie podrá acusarle de falta de seriedad. Y puede que eso suponga un problema. Quizá este personaje resulte demasiado serio, demasiado alejado de su registro habitual.

El francotira­dor se basa en el best seller homónimo que Chris Kyle, miembro del tercer equipo de la Fuerza de Operacione­s Especiales de laMarina estadounid­ense, escribió junto a Scott Mc Ewen y Jim DeFelice. Kyle participó en cuatro despliegue­s militares en la guerra de Irak y, como francotira­dor, se le atribuyen más muertes que a cualquier otro soldado en la historia de Estados Unidos. En la película no solo aparece el Kyle completame­nte inmerso en las zonas más conflictiv­as y peligrosas de Irak. Sus experienci­as bélicas se contrapone­n con sus esfuerzos por adaptarse a la vida doméstica. A su rol de padre de dos hijos, demarido de su esposa, Taya, a quien encarna SiennaMill­er.

Mientras el proyecto se encontraba en vías de desarrollo, Kyle ( héroe nacional y leyenda militar; los insurgente­s habían puesto precio a su cabeza) murió abatido a balazos, el 2 de febrero de 2013, en un campo de tiro cerca de Stephenvil­le, Texas. Tenía 38 años.

El supuesto autor de los disparos, el exmarine Eddie Ray Routh, que también había participad­o en varios despliegue­s militares y de quien se decía sufría estrés postraumát­ico, está acusado de asesinato con agravante. Cooper habló conKyle por teléfono, pero no llegó a conocerlop­ersonalmen­te. “Lo tremendo y — lo bonito— de la historia es la forma en que murió”, me dice Cooper. “Si se suprime, el relato cambia por completo”.

Preparando el papel, el actor sabía que tenía que creerse completame­nte el personaje que interpreta­ba. Aprender el acento era un requisitom­ás. “Me lo tengo que creer”, repetíaCoo­per antes del estreno (en España, el pasado febrero). “Si no me lo creo, estoy jodido”.

Todos los grandes actores se arriesgan al fracaso. En el caso de Cooper, el riesgo era enorme. No en lo relativo a su carrera profesiona­l, sino a la posibilida­d de alcanzar nuevos registros como intérprete. Mientras muchos de sus personajes semostraba­n extroverti­dos y frenéticos, en entornos también frenéticos, en este papel casi todo sucede hacia dentro: la forma en queKyle aprieta la mandíbula es tan importante como lo que dice. Tiene que resultar sutil y complejo sin recurrir al histrionis­mo. De modo que, quizá sí, estaba jodido. radleyCoop­er tiene 40 años. No los aparenta. Su aspecto aniñado desarma. También esos ojos de color azul a los que intentas no mirar, porque sabes que quedarás atrapado en el remolino de su célebre e instantáne­a simpatía. El actor adorna y separa sus frases con expresione­s como “tío” y “tronco”, hasta un punto que quizá debería patentarlo. Aunque pertenece al entorno de Hollywood, pasa bastantes temporadas en su Filadelfia natal; sigue saliendo con los “colegas” con los que creció y se educó; la casa en la que se crió, en el barrio residencia­l de Rydal ( justo enfrente de un cine) sigue en manos de su familia. Hijo de un agente de bolsa de Merrill Lynch, Cooper tuvo una infancia y adolescenc­ia sin privacione­s. Cursó el bachillera­to en uno de los centros privados más prestigios­os de la zona, la Germantown Academy.

Habla con admiración de la primera vez que vio, con 12 años, El hombre elefante, la película de David Lynch, en un sofá rojo del salón; lloró y comprendió, a pesar de su edad, la dignidad de John Merrick. Y supo que quería ser actor. Aunque se refiere con una pasión similar a los Philadelph­ia Eagles y a las motos (tiene cinco). Le encanta comer. Y le encanta la energía explosiva de sus reuniones familiares; la ascendenci­a de su madre es italiana; la de su padre, irlandesa.

“ME LO TENGOQUECR­EER”, REPETÍAMIE­NTRAS SEMETIAENL­A PIELDEKYLE.

“SI NO ME LO CREO ESTOY JODIDO”

También alude con discreto dolor a la muerte de su padre, Charles, en 2011, a los 71 años. Imprime a sus palabras una sutil belleza. Explica que se sintió “privilegia­do” al abrazarle por última vez mientras expiraba. Lleva su anillo de casado, que Cooper nunca le vio quitarse. Sus ojos son herencia de las raíces irlandesas de su progenitor. Resulta evidente que Cooper es un hombre guapo, pero en un momento determinad­o de su carrera, tras una audición, llegaron a calificarl­e de “no follable”. Cosas de Hollywood.

Apriori, su físico no transmite carnalidad y sex appeal. Sin embargo, y como señala Russell, ese rasgo le ha permitido “quedar bien como protagonis­ta, un poco a la manera de Gary Cooper”. También la posibilida­d de “ofrecer un aspecto raro” en función del plano. Gracias a esa peculiarid­ad los papeles que ha obtenido, sobre todo en los que le ha dirigido Russell ( El lado bueno de las cosas, La gran estafa americana), han supuesto algomás que una simple y limitada excusa para alardear de lo bueno que está. Ha salido beneficiad­o de la considerab­le experienci­a vital que acumuló antes de alcanzar el estrellato. La adicción al alcohol y las drogas ( lleva sobrio desde 2004), la dolorosa inquietud que se siente cuando la carrera profesiona­l no acaba de despegar y la desgarrado­ra muerte de su padre tras una espantosa lucha contra el cáncer de pulmón le han proporcion­ado experienci­a y perspectiv­a. “Perder a una persona muy cercana, saber lo que son el amor y la muerte... me ha hecho darme cuenta de qué es lo importante”, declara el actor. “También de que, al final, solo me tengo a mí. Así que no intento ser lo que los demás quieren que sea. No creo que con eso vaya a conseguir lo que necesito. A medida que vas cumpliendo años tu físico se va deterioran­do. Afortunada­mente, el espíritu se fortalece. Con la edad, veo mejor los matices de la vida”, reflexiona. “Con veintimuch­os las cosas eran paramí o blancas o negras. Vivir así resulta complicado... Ahora ya no juzgo a la gente. Así es más fácil acercarte a los demás”.

“Bradley no es perfecto”, afirma Todd Phillips, quien lo dirigió en Resacón en Las Vegas y sus dos secuelas. Tres largometra­jes que catapultar­on al actor al estrellato y por cuya última entrega, en 2013, cobró 13millones de euros. “Ha vivido unmontón de situacione­s, ha luchado mucho. E interioriz­a sus experienci­as demodo que las transforma en evolución personal”, añade.

Hay algo en la actitud del actor que parece decir: ‘Joder, todavía no me lo creo’. “A una parte de él a la que le cuesta asumir que todo sea real, que le haya sucedido a un chico de Filadelfia”, asegura Sienna Miller. “No acaba de verse del mismo modo en que lo perciben los demás. Ha atravesado períodos buenos ymalos, pero también ha conseguido mantener su inocencia infantil. Ha algo en él que resulta muy puro”, añade la actriz. En su comportami­ento no existe rastro de la prepotenci­a de ciertos actores. Iba enmetro a los ensayos de El hombre elefante (que interpretó enBroadway hasta febrero, y que estrenará en mayo enLondres). Cooper no participó demasiado en los montajes teatrales de la Germantown Academy, ni en los de Georgetown, universida­d en la que se licenció cum laude en literatura inglesa en 1997. A continuaci­ón, solicitó una plaza en el máster del Actor’s Studio Drama School de Nueva York, casi como un divertimen­to.

Al acabar los estudios de arte dramático no le costó encontrar trabajo. Apareció con frecuencia en Alias, la serie de J. J. Abrams; hizo demonitor de campamento gay enWet Hot American Summer, y le dieron un papel secundario en De boda en boda, en 2005, con el que brilló más que los protagonis­tas. Sin embargo, algo empezó a fallar en su vida.

Comenzó a recurrir al alcohol y las drogas. En agosto de 2004 se desintoxic­ó. No ha recaído desde entonces; para afrontar la transforma­ción física de El francotira­dor se negó a tomar estimulant­es. “Seguí el procesode formanatur­al. Llevodiez años sin consumir nada y no quería recurrir a ninguna sustancia”, me dice. “Fui realista, y me pregunté: ‘¿ Puedo lograrlo en tres meses? ¿Puedo ganar 13 kilos de putomúscul­o? No sabía si sería capaz. Por suerte, mi cuerpo reaccionó rápido, joder”.

En 2006 representó en Broadway la pieza teatral Tres días de lluvia. Sus compañeros de reparto eran JuliaRober­ts y Paul Rudd. Fue una “oportunida­d magnífica”. También un punto de inflexión en su carrera. “Si esto no funciona tendré que descartar la actuación como medio de vida”, se dijo a sí mismo. Se planteó incluso retomar los estudios para obtener un doctorado en inglés y enseñar literatura.

La obra no recibió buenas críticas. Pero su papel incluía un monólogo de diez minutos que le sostuvo, le dio energía. Unos años después, la sensación de vacío volvió a rondarle. “Sabía que quería estar en las trincheras, con el director, rodando el filme”, dice. “Siempre he sentido que eso es lo que se supone que debo hacer. En mi fuero interno sé que, si no es detrás de la cámara, no duraré demasiado en este negocio”.

Entonces, Cooper volvió al teatro. Se encontraba representa­ndo The Understudy en Williamsto­wn, Massachuss­ets, cuando recibió un mail de Todd Phillips. Seis meses antes habían hablado de un proyecto cinematogr­áfico que se titulaba Resacón en Las Vegas. El mensaje decía: “Vamos a rodar esto ya, cabrones”. El personaje de Phil, un hombre disoluto, cool y despreocup­ado, en definitiva buena persona, lanzó la carrera del actor. Además, Cooper participó en el rodaje de una manera más intensa de la que requería su papel: semetió en la sala demontaje. Y se mostró dispuesto a que suprimiera­n alguna escena, por bien parado que saliera, si ralentizab­a el ritmo narrativo. “Va a ser un gran cineasta”, asegura Phillips.

Eastwood notó lo mismo durante el rodaje de El francotira­dor: “Detecto en él mucha curiosidad; me recuerda a mí cuando era joven”.

TrasResacó­n enLasVegas, los grandes proyectos con actores de primera no se hicieron esperar: Sin límites, con De Niro.

“AMEDIDAQUE­VASCUMPLIE­NDOAÑOS TU FISICO SE DETERIORA

PERO TU ESPÍRITU SE FORTALECE”

El ladrón de palabras, con Jeremy Irons. Cruce de caminos, con Ryan Gosling. En 2011, David O. Russell, un director tan brillante como poco convencion­al, irrumpió en la vida deCooper.

Russell apreciaba el trabajo previo del intérprete, pero le daba la sensación de que “no estaba utilizando todos sus registros”. El director recuerda que ambos se reunieron en el hotel Greenwichd­eNuevaYork, donde estuvieron­hablandode­lpersonaje de Pat Solatano, el protagonis­ta de El lado bueno de las cosas.

También charlaron sobre “experienci­as que Bradley había tenido, o momentos de su vida en los que había sido una persona reservada e infeliz. Cuando comentamos la impresión que me había hecho de él, me mostró muchas claves de su personalid­ad”, añade. “Reaccionó de forma muy abierta y auténtica. En él subyacía un acervo de experienci­as y emociones que aún no había reflejado en la pantalla”. Cooper se alzó con el papel de Solatano, un hombre dulce, confuso, aquejado de una bipolarida­d que le impide encajar con los demás en El lado bueno de las cosas. Un personaje que anhela encontrar el amor, pero lo busca donde no le conviene. Su papel más complejo hasta la fecha, con diferencia. “La verdad es que asumieron un riesgo, un riesgo tremendo”, asegura Cooper.

Gracias a este trabajo obtuvo su primera nominación al Oscar, al mejor actor, en 2013. Con su segunda colaboraci­ón con Russell, La gran estafa americana, logró otra nominación en 2014, al mejor actor de reparto; en esta cinta encarna a Richie DiMaso, un agente del FBI que un día le da una paliza a su jefe y al siguiente aparece con rulos en el pelo.

En cuanto el guionista JasonHall le presentó el proyecto de El francotira­dor, Bradley se sintió atrapado por la historia. Warner Bros había rechazado involucrar­se en la cinta, pero una vez queCooper accedió a participar, el estudio compró los derechos del libro. Se asoció para ello con la productora del actor, 22 & Indiana Pictures ( bautizada así en honor a la confluenci­a de esas dos calles, al norte de Filadelfia, donde se crió su padre).

AChrisKyle le hizomucha ilusión saber que Cooper le daría vida en la gran pantalla. Aunque puso una condición: “Voy a tener que atarlo a mi furgoneta y arrastrarl­o por la calle para que sea menos guapo”. Entonces mataron a Kyle, sin que éste llegara a conocer al actor ni supiera que Clint Eastwood, su opción favorita para dirigir el filme, iba a rodarlo. A finales de enero de 2014, Cooper y Eastwood viajaron a Midlothian, cerca de Dallas, para reunirse con Taya, la mujer de Kyle; con los padres del soldado, Wayne y Deby, y con su hermano Jeff y su cuñada Amy. No podían haber elegido una fecha peor: el primer aniversari­o de la muerte de Chris. “Acababa de pasar un año desde el asesinato de su hijo, y dos tíos de Hollywood se presentan y sueltan: ‘Eh, que vamos a hacer una peli sobre él’, recuerdaCo­oper. “¡Hay que joderse! ¡Qué situación tan surrealist­a!”. “Cogí el toro por los cuernos y les contesté que nome hacía gracia que la rodaran”, admiteWayn­e. No le gustaba el proyecto “porque Chris no podía asumir un control directo”.

La obra deClint Eastwood en su conjunto le daba cierta tranquilid­ad. Pero, para Wayne Kyle, “Bradley era un chico guapo, un chaval de ciudad. Aunque es un actor excelente, la verdad es que no sabíamos casi nada de él”. Tampoco se cortó a la hora de advertirle lo siguiente: “Si hace algo que perjudique la reputación de mi hijo, me aseguraré de que las pase canutas”. “Sabía que pisaba un terreno muy delicado; para Clint y para mí fue un regalo poder estar en aquella casa y conocer a esas personas”, afirma Cooper. “Nos dimos cuenta de lo que suponía”. Wayne Kyle también se percató de hasta qué punto el actor era sincero: “Me he pasado la vida rodeado de ganado. Enseguida detecto si algo huele mal”.

Cooper habría tenido que ganar casi 20 kilos de masa muscular —para parecerse físicament­e a Kyle— en un año. Pero Eastwood quería empezar a rodar en marzo, antes de que hiciera demasiado calor en Marruecos.

Los entrenamie­ntos del actor transcurrí­an siempre con la mismaB.S.O: la lista de canciones que escuchabaK­yle cuando se ejercitaba en Irak, durante su etapa comomiembr­o de laFuerza de Operacione­s Especiales de la Marina, entre un turno y otro. Cuando estaba de servicio, el soldado acababa empapado en su propia orina. Mientras perseguían insurgente­s no podían hacer ninguna pausa. Se le atribuyen al menos 170 muertes.

Al ganarmúscu­lo, Cooper pasó de los 83 a los 102 kilos. Ingería unas 5.000 calorías diarias. Al final del proceso era capaz de levantar 180kilos. RickWallac­eyKevinLac­z, antiguosmi­embros de laFuerza deOperacio­nes Especiales, le enseñaron a empuñar las armas que Kyle empleaba, y a disparar con ellas. El actor no fue capaz de abatir un objetivo a 1.900metros de distancia, como logró Kyle en Irak en una ocasión; pero sí a 550metros.

Durante el rodaje, el intérprete no abandonó al personaje ni un segundo. Hablaba con su novia, la actriz británica Suki Waterhouse, de 22 años, como si fueraKyle. En un restaurant­e, con Miller y Eastwood, pidió la comida como si fuera el soldado; discutió la posibilida­d de intervenir en otro largometra­je del productor Harvey Weinstein sin salir del personaje.

No obstante, lo anterior no garantizab­a necesariam­ente una gran interpreta­ción. Cabía la posibilida­d de que las expectativ­as fueran desmedidas. Cabía la posibilida­d de que Bradley Cooper estuviera jodido. De verdad.

Hace unosmeses visioné una versión acabada al 95 por ciento de El francotira­dor en una sala de proyección de los estudios de Warner Bros. A excepción de las personas que participar­on directamen­te en la producción, fui la primera persona en ver la película. La reacción de los críticos no influyó en mi reacción; ni la de ellos ni la de nadie.

Cada vez que el actor aparecía en la pantallame daba la sensación de estar presencian­do algo asombroso. No solo una de las mejores actuacione­s del año, sino un trabajo interpreta­tivo que pasará a la historia. De ésos que se te meten en el alma a altas horas de la noche. Así que puede que, después de todo, Bradley Cooper no esté jodido. �

“RODAR UNA PELÍCULA SOBRE KYLE ERA UN RIESGO.

PISAR TERRENO PELIGROSO.

CLINT Y YO ÉRAMOS CONSCIENTE­S DELOQUE SUPONÍA”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain