Vanity Fair (Spain)

LANOCHESÍ ESPARAMÍ

Con solo 25 años acaba de tomar el testigo de los negocios de su padre, Pedro Trapote, uno de los empresario­s del ocio más importante­s de nuestro país. El antiguo Pachá o Joy Eslava ya tienen sucesor. ‘The show must go on!’.

- PabloTrapo­te

Estamañana­hemos venido a hablar de negocios. (Madrid, 1990) Pablo Trapote llega antes de la hora prevista y espera para desayunar en una mesa apartadade­Embassy, unade las cafeterías legendaria­s de la capital. Pero para establecim­ientos con historia, los de su padre, quientrasm­ás de45 años gestionand­olasmítica­s Pedro Trapote, salas de fiesta Pachá —actual Teatro Barceló— y Joy Eslava, y las chocolater­ías San Ginés, ha decidido ceder el testigo de sus exitosas empresas almenor de los hijos que tuvo con su primera mujer, la venezolana . El jovende 25 años, con

Gisela Vithencour­t un largo flequillo que le cubre los ojos cuando gesticula, camisa de raya diplomátic­a bordada con iniciales y un reloj Royal Oak de sumarca favorita, Audemars Piguet (los relojes son, con los coches y elRealMadr­id, sus pasiones), se ha regido desde pequeño por un calendario de vacaciones muy distinto al español. Pablo, desde niño, celebra Thanksgivi­ng. “Mi padre me envió interno a Suiza, a Le Rosey —el colegio de la jet set europea y uno de los más elitistas delmundo—. Yo estabamuy triste, meprometió­que sería por un año pero se fue prolongand­o”, cuenta. “Después pasé una temporada en una academia militar en Filadelfia y estudié Empresaria­les en Nueva York”.

—Además de una gran oportunida­d, ¿cree que su padre le envió fuera para alejarle del mundo que le rodeaba?

—Él quería apartarme un poco, sí. Tenía miedo de que empezase a salir y no le gustaba la idea.

Mientras tanto, durante este retiro lectivo, su padre

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