‘STRIPTEASE’
Como seguro que ya suponen, esta carta que leerán ustedes justo después de las elecciones del 20 de diciembre está escrita días antes, mientras las encuestas suben y bajan y los candidatos continúan compaginando como pueden mítines, debates y entertainment. El Parlamento va a cambiar como ni siquiera imaginábamos hace unos meses (o no) pero lo que sí ha entrado en otra dimensión ha sido la campaña electoral. Por primera vez en años, hablamos de política y quedamos con amigos para ver los debates como en los mejores tiempos de Eurovisión. De dos señores discutiendo y hablando cada uno para su público hemos pasado a cuatro (o tres más uno). Es decir, de un dúo a un cuarteto, del binomio a la polifonía. Por resumir, de Pimpinela a Mocedades.
Conocemos a los candidatos de cerca, muy de cerca, quizá demasiado. El paso de lo cercano a lo escatológico es a veces tan incontrolable como la adjudicación de un escaño decisivo por la Ley D’Hondt. Hemos corrido con ellos, tomado cervezas, nos hemos duchado, desayunado pan con tomate, viajado en globo, jugado al futbolín, al ping pong, cocinado, conducido entre el barro. Sabemos que a Begoña le gustan las flores, que al pequeño Ivan le da rabia que sumadre se enganche almóvil y que al niño de Rajoy el videojuego de la FIFA le parece una mierda. Las parejas (si eran señoras) han acompañado, los estilistas han hecho para bien o para mal su trabajo, los fotógrafos se han entregado a fondo, los maquilladores han arriesgado con el rosa fucsia y han bordado el contouring y los niños han cumplido su pequeña pero vistosa función. Too much information, aunque bien mirado, se agradece después de años de sequía en que lo más escandaloso de las campañas era el puro encendido de Rajoy o las mallas de Zapatero.
Supongo que el hambre agudiza el ingenio y los políticos, nuevos y antiguos, saben que tienen que repartir y arriesgan. Se han atrevido a desempolvar la bandera en un mitin, a desenterrar a María Ostiz y Mi querida España el día de la Constitución, a ser el único invitado maltratado de la historia de El Hormiguero, a dejarnos entrever poses ligeramente Underwood y a inquietarnos con más pactos y contrapactos que en Borgen.
Las novedades, aparte de momentos divertidos han traído también una ligera pero reconfortante sensación de argumentos más elaborados, preguntas no pactadas, entrevistas en directo, opiniones dispares, malos ratos entre los candidatos, alguna dimisión y programas no solo publicados sino leídos y hasta comentados. A partir de ahora quizá nos parezca raro no ver al candidato en albornoz (o sin albornoz, dependiendo de la fragmentación del arco parlamentario) pero espero que no les salga gratis responder preguntas que ellos mismos habían escrito, esgrimir un argumento y el contrario, jugar al estos son mis principios pero tengo otros si no le gustan, y prometer una vezmás un gran pacto por el Empleo, otro por la Educación y, de paso, la Paz en el Mundo.