Vanity Fair (Spain)

La Ventana Indiscreta

Botones‘hipsters’, comidaorgá­nica, iluminació­ninteligen­te... Enlos hotelesdem­odadeNueva­York‘sesobreviv­eabasedevo­yeurismo’.

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Gene Simmons batería de Kiss, llegaba al hotel Plaza, se colgaba del candelabro de cristal. Después enviaba al botones — sin importar que fuera medianoche en medio de una tormenta de nieve— a alguna tienda cutre a comprarle nata batida en espray. Solo esa le servía para esculpir sobre el cuerpo de su acompañant­e femenina. Sin esa rutina no podía dormir. Hoy, historias como la de Simmons serían imposibles. No solo porque Kiss sale poco de gira y el Plaza (como lamayor parte de los hoteles históricos de Nueva York) se ha reconverti­do en pisos de lujo. Sino porque la comida que se ofrece en los hoteles de moda es siempre orgánica y cosechada en la huerta de la terraza del ático del edificio para no dejar huella de dióxido de carbono. Aunque hablenmúlt­iples idiomas, los bellos hipsters veganos que sustituyen a los botones de toda la vida jamás podrían entender el concepto de nata en espray. Menos aún dónde comprarla, dado que no se consigue en el farmer´s market de Brooklyn de los domingos.

Segundo, porque el candelabro de cristal de la habitación, eterno símbolo del lujo y de la decadencia sexy, fue reemplazad­o por un sistema de iluminació­n computariz­ado tan invisible como sus interrupto­res. Uno paga fortunas por pasar la noche pero termina vistiéndos­e a la luz de su iPhone. Por no hablar delmando a distancia de la televisión. Una amigamuy distinguid­a no podía soportar el enano de jardín que le habían puesto en la mesita de noche para romper con la monotonía gris del resto de la habitación. Cuando lo cogió para esconderlo en el armario se dio cuenta de que todos los controles estaban allí, en su barriga, y que debía levantar el abriguito verde de Loro Piana (sí, tenía la etiqueta) del gnomo para encontrarl­os.

En lamayor parte de los casos, la tecnología inteligent­e fue diseñada para que la pantalla de televisión ultraplana, ultragigan­te y ultrainúti­l responda a los comandos de nuestra voz. Como no entiende ni idiomas ni acentos extranjero­s, el 90 por ciento de los huéspedes se ve obligado a entretener­se mirando por la ventana. Quizá sea a propósito. Puede ser la primera noche en mucho tiempo en la que vea las estrellas. O a los vecinos.

En un famoso hotel con la fachada de vidrio piden explícitam­ente a los huéspedes que no se acerquen a la ventana escasos de ropa o en actividade­s compromete­doras. Pero si uno no encuentra la luz para leer y no puede encender la tele, ¿cómo no entregarse al voyeurismo/ exhibicion­ismo? ¿Y cómo no llamar a algunos amigos, igualmente aburridos en los cuartos de al lado, para que se unan? Por las denuncias de los vecinos, se deduce que nada de lo que el mítico Simmons probó en materia sexual ha quedado por intentarse en ese hotel moderno. Salvo lo de la nata en espray, un producto cien por cien artificial. Y eso sí que es tabú en la GranManzan­a. �

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