EL BEBÉ KIWI
Dice Mar tin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, que España lleva un año ensimismada. Es la percepción de un hombre que sabe muy bien lo que significa salir de uno mismo y sus circunstancias. Sobreponerse a lo que nos limita y nos arrastra. En la biografía oficial de este alemán hiperactivo y directo se destaca que tiene “un gran interés por los libros y el fútbol”. O que se convirtió en el alcalde más joven de Renania. Él, con mucha generosidad, nos ha contado en la entrevista que publicamos este mes que a los 24 años se encontró en un punto de no retorno: sin dinero, sin amigos y al borde del alcoholismo. Seis años después era elegido regidor. Con humildad y con lucidez, Schulz todavía se asombra de cómo fue capaz de dar la vuelta a esa cuestión. De salir de su propio ensimismamiento, de cambiar de dirección y encarar un camino que ha terminado pareciéndole “fascinante”. Reconozco que lo que más me interesa de esta entrevista, más que su opinión sobre lo inconveniente de la sanción de la Unión Europea a España, es esa parte de su historia, esos seis años de pelea entre el alcoholismo y la autodestrucción y el éxito político. Entre el ensimismamiento y la confianza de los demás. Seis años pueden ser muy largos, pero parecen desde fuera un pestañeo cuando la tarea que se tiene delante es tan abrumadora.
A lo mejor es que estoy sufriendo el efecto “chica del bañador verde”. Queme he contagiadode la ansiedad colectiva por encontrar algo que alimente nuestra inspiración, que nos emocione con la rapidez y la eficacia de una hamburguesa. Una carta que nos ayuda a quitarnos la ropa en la playa con altura de miras, un niño portugués que consuela a un hincha francés en la final de la Eurocopa y nos hace creer en la paz en elmundo. O unpadre que ha conseguido una foto donde la cabeza de su bebé parece un kiwi. Es un kiwi. No creo que la autoayuda viral sea solo cosa del verano. Seguramente algo tiene que ver este ensimismamiento en bucle. La repetición una y otra vez de los mismos escenarios, los mismos y mediocres actores, losmismos y planos argumentos. Veo a Antonio Hernando y automáticamente quiero ponerme un bañador verde, consolar a Susanna Griso que lleva diez repreguntas sin conseguir una respuesta inteligible, y tener un bebé kiwi al que fotografiar.
Salir de unomismo exige inteligencia, voluntad y, sobre todo, interés por lo que ocurre un pasomas allá de nuestro pequeño espacio vital. No hay nada más triste que la rigidez, las ideas preconcebidas. La falta de curiosidad produce gobernantes embobados, periodistas pretenciosos y llenos de prejuicios que preguntan dando por sentada la respuesta. O que no preguntan. No sé si conocen ustedes la fábula del hombre que se empeñaba en pasear un cerdo con collar convencido de que así demostraba que era una mascota tan buena o mejor que un perro. Terminaba arrastrado por el barro de la pocilga. En realidad, es un capítulo de Los Simpson pero me parece tan ilustrativo y edificante como La Fontaine. La obcecación, el ensimismamiento no nos hace parecer más fuertes. Solo más estúpidos.
NO SÉ SI CONOCEN LA FÁBULA DEL HOMBRE QUE SE EMPEÑABA EN PASEAR UN CERDO CON COLLAR CONVENCIDO DE QUE ASÍ DEMOSTRA BA QUE ERA UNA MASCOTA TAN BUENA COMO UN PERRO