Vanity Fair (Spain)

DÍAS DE PERFUME Y ‘ MILLENIALS’

ASISTIMOS A LA TRANSFORMA­CIÓN DE UN ICONO DE LA HISTORIA DE LA PERFUMERÍA: EL Nº 5 DE CHANEL PASA POR EL TALLER PARA LLEGAR A UN PÚBLICO MÁS JOVEN Y SEXY

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penas un año después de que le designasen sucesor de uno de los narices más carismátic­os de la historia de la perfumería (su propio padre), ya tenía

Olivier Polge que asumir un segundo reto aún más difícil: reformular el perfume más famoso del mundo para hacerlo atractivo a ese público que el lujo se disputa ahora, el nacido durante la década de 2000. “Desde el Chanel Nº5 se puede hablar de todos los perfumes”, nos explica el propio Polge en el interior de un dispensari­o agrícola del siglo XIX rehabilita­do. “Mi padre ya recreó la fragancia, cuando lanzaron el Eau Premiere. Él se decantó por las notas amaderadas. Yo en L’Eau he querido destacar las notas cítricas y el fondo bosque”, añade. Estamos en Grasse, a pocos kilómetros de Cannes, en la finca donde la casa francesa recolecta las flores que usa para crear todos su perfumes. Ya en 1921, el primer nariz de Rue Cambon,

, escogió el jazmín de Grasse para crear el Ernest Beaux Chanel Nº5. El suelo de esta región de Francia goza de un clima perfecto para hacer que las rosas, el jazmín, el nardo, la mimosa, el azahar, la violeta o la lavanda crezcan. Para la presentaci­ón del nuevo Nº5, la casa parisina ha escogido como su imagen a la hija de y

Vanessa Paradis Johnny , la ya famosa . Y también ha invitado Depp Lilly Rose Depp a una nutrida representa­ción de millenials celebres durante mayo, el único mes en el que se puede recoger la rosa centifolia que se emplea para crear las fragancias de Chanel. Así fue como se mezclaron con las recolector­as autóctonas la it girl y bloguera , la escritora

Hanneli Mustaparta y modelo , la actriz y trendsette­r

Lou Lou Robert Kiernan . Las plantacion­es, que han dado sus frutos desde Shipka el siglo XVII, son el escenario perfecto para selfies y demás irrupcione­s del siglo XXI. El paisaje bucólico y el clima benévolo de la Provenza son tan atractivos para los agricultor­es como para los instagrame­rs. Y para los veraneante­s.

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