Vanity Fair (Spain)

DIOS TE SALVE, FRANCESCA

La mujer que ha sacudido los cimientos de Roma consus polémicas revelacion­es sobre las finanzas y los escándalos sexuales de la curia ataca de nuevo. Francesca Chaouqui reabre el caso Vatileaks en un libro bomba.

- POR SORAYA MELGUIZO

Sacudió los cimientos del Vaticano con sus revelacion­es sobre las finanzas y los escándalos sexuales de la curia. Hoy, Francesca Chaouqui ataca de nuevo con un libro vendetta.

He cometido muchos errores. El peor fue aceptar el encargo del papa Francisco. Cuando te llaman para participar en un proyecto así, o entras a formar parte del sistema o el sistema acaba contigo. No entendí que había sido elegida para ser una cabeza de turco. Vi normal un encargo que de normal no tenía nada”. Francesca Immacolata Chaouqui (San Sosti, Italia, 1982) camina veloz entre los estrechos pasillos del Palazzo Pamphili, el lugar donde me ha citado, residencia de nobles y papas desde el siglo XVII donde hoy se alojan los jefes de Estado y de Gobierno extranjero­s cuando visitan la capital italiana. Hace solo dos días estuvo aquí el presidente palestino, Mahmud Abbas. “Pero no todo el mundo tiene acceso a estas vistas espectacul­ares. Yo sí”, dice mientras me muestra La Grande Bellezza, la espléndida terraza homenaje a la oscarizada película de Paolo Sorrentino desde donde se pueden contemplar las maravillas de Roma. La Ciudad Eterna no tiene secretos para esta mujer considerad­a por la justicia vaticana una traidora del papa Francisco, la colaborado­ra necesaria que ayudó al monseñor español Lucio Ángel Vallejo Balda a difundir documentac­ión confidenci­al de la Santa Sede. “Yo no he traicionad­o a Francisco. No habría podido hacerlo nunca”.

—¿Quién fue el cuervo encargado de filtrar los documentos sobre las finanzas vaticanas a los periodista­s italianos?

—El único cuervo es Balda. Solo Balda.

—¿Y qué motivos habría tenido él para hacerlo?

—Por venganza, por rabia, porque se volvió loco.

El pasadomes de julio, Chaouqui, conocida como la Papesa en los ambientes vaticanos, fue condenada a 10 meses de prisión, aunque la pena fue suspendida y no irá a la cárcel amenos que cometa algún delito en los próximos cinco años. A su sal ida del Tribunal del Vaticano, amenazó con sacar a la luz los secretos más inconfesab­les de la curia, el gobierno del estado más pequeño del mundo. Siete meses después, cumple su anunciada vendetta y publica un libro, En el nombre de Pietro (Sperling & Kupfer), donde denuncia cómo el Vaticano ayudó a huir a un cardenal australian­o, acusado de encubrir y participar en actos de pedofilia en su país durante décadas, y desvela documentos confidenci­ales inéditos que demuestran cómo las personas elegidas por Francisco para limpiar las caóticas finanzas vaticanas tenían un plan oculto para transforma­r la banca del Papa en un opaco instituto de inversión a través de las donaciones de los fieles.

Francesca Chaouqui trabajaba como relaciones públicas para Ernst & Young cuando recibió la llamada del Vaticano. Fue la única mujer en formar parte de la Comisión Investigad­ora de los Organismos Económicos y Administra­tivos de la Santa Sede (COSEA), e lente creado por el papa Francisco en julio del año 2013 para reorganiza­r la economía vaticana. Un puesto privilegia­do al que accedió gracia sala recomendac­ióndel prelado español Lucio Ángel Valle jo Balda, a quien había conocido algunos meses atrás en una fiesta en la Embajada de España ante la Santa Sede. “Por primera vez teníamos la oportunida­d de acceder a todos los documentos relativos a los asuntos económicos de la Santa Sede. Y eso, a ciertos sectores de la curia —explica— no les gustaba”. Los trabajos de la comisión, que tenía su cuartel de operacione­s en la Domus de Santa Marta, la residencia oficial del papa Francisco, dejaron al descubiert­o la corrupción con la que durante décadas se había gestionado la riqueza de la Iglesia y las presiones internas que se oponían a las reformas del pontífice argentino. Incluso desde dentro de la comisión que debía trabajar para implementa­rlas.

“Dos miembros de la COSEA, los economista­s Joseph Zahra y Jean-Baptiste de Franssu, actual presidente­del IOR, pretendían transforma­r la banca vaticana en un banco de inversión gestionado desde una sicav en Luxemburgo dirigida por personas de su entorno, sin tener en cuenta el objetivo real del instituto, que es invertir el dinero de las órdenes religiosas en obras de caridad”. Chaouqui muestra por primera vez el Vatican Asset Management (VAM), el documento que prueba la existencia de este plan “escrito a espaldas del resto de la comisión”. Y del papa Francisco.

Han pasado cincomeses desde la primera vez que nos encontramo­s en Milán, pero hoy parece una mujer distinta. Más

serena. Más madura. Sin miedo a nada ni a nadie. Esta vez no está sola. Llega a nuestra cita en la plaza Navona acompañada de su marido, su hijo, su agente y varios colaborado­res. Viste de manera muy informal y sin apenas maquillaje, nada que ver con la imagen de bomba sexual y Mata Hari sin escrúpulos que circula sobre ella. Habla deprisa, pero mide cada palabra que pronuncia, como si repitiera un guion bien aprendido. “Ser madre no me ha cambiado, pero sí es el principal motivo por el que he escrito este libro. Quiero que mi hijo sepa la verdad”, dice mientras da de merendar al pequeño Pietro, de ocho meses, que nos acompañará durante una buena parte de la entrevista. Un niño que estuvo a punto de perder cuando la Gendarmerí­a ordenó su arresto en octubre de 2015: la primera noche en la cárcel vaticana sufrió un desprendim­iento de

“Pretendían gestionar la BANCA VATICANA DESDE una sicav en Luxemburgo”

la placenta y tuvo que ser hospitaliz­ada. “Recuerdo perfectame­nte cuando se cerró la puerta del calabozo. Eso sí queme ha cambiado la vida. Cuando la puerta se cierra y sabes que no puedes abrirla, la persona que eres muere. Y nace otra”.

—¿Sigue creyendo en Dios y en la Iglesia?

Mi fe ha salido reforzada. La Iglesia no son cuatro pobres sacerdotes que cometen errores, la Iglesia es la que creó

Jesús. Viniendo de un pueblo pequeño como el mío, donde la Iglesia es tan importante, no puedo olvidar mis orígenes.

Chaouqui es profundame­nte creyente y defiende con vehemencia su oposición al aborto o a las familias homoparent­ales (“Abominable pseudoamor de quien quiere un hijo por egoísmo”, escribió en las redes sociales). Creció en San Sosti, una pequeña localidad de unas 2.000 almas en Calabria, al sur de Italia. Su padre, un marroquí que se dedicaba a la venta ambulante, se largó de casa poco antes de que naciera. “Vive como un vagabundo. Me llama solo para pedirme dinero y yo, obviamente, no se lo doy”, me cuenta sin darle especial importanci­a. A pesar de sus orígenes humildes, la Papesa supomovers­e con habilidad entre la alta sociedad italiana desde muy joven. Llegó a Roma para estudiar Derecho y pronto encontró un padrino que le dio su primer empujón. Nadamenos que Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia y uno de los principale­s exponentes de la Democracia Cristiana (DC), el partido que gobernó el país transalpin­o durante más de 40 años con el Vaticano como gran aliado.

Pero no es el único apellido ilustre en su agenda. Empresario­s, aristócrat­as y cardenales se mezclan con políticos como el ex primer ministro Matteo Renzi. “En realidad, han sido ellos quienes se han aprovechad­o de mí, no al contrario”, asegura. Solo reconoce la ayuda de Silvio Berlusconi. Según la prensa italiana, era una invitada habitual en las controvert­idas fiestas de Il Cavaliere en su residencia oficial.

—¿Cómo la ha ayudado Berlusconi en su carrera?

—Esto prefiero no contarlo, pero debo estar agradecida a él y a su familia.

—¿Pero cómo consiguió acceder con esa aparente facilidad a las altas esferas vaticanas y políticas de Italia siendo tan joven?

—Frecuento un cierto ambiente desde que tengo 20 años. Es parte de mi trabajo tener relación con personas importante­s.

—¿Se considera ambiciosa? —Absolutame­nte sí. —¿Cree que es su ambición el origen de sus problemas?

—No, no es la ambición, sino creer que era capaz de jugar a un juego de poder que era más grande que yo.

— ¿ Por qué aceptó formar parte de la COSEA?

— Como cristiana, me sentía orgullosa de poder servir al Santo Padre.

—¿Esperaba obtener algún otro beneficio? —Mentiría si dijera que no lo pensé. En febrero de 2014, una vez disuelta la COSEA, el Papa anunció la creación de una nueva Secretaría para la Economía, una especie de Ministerio de Finanzas que se ocuparía de gestionar todas las actividade­s económicas y administra­tivas de la Santa Sede y del Estado Vaticano, a partir de las recomendac­iones de la comisión y situó al entonces arzobispo de Sídney, el cardenal George Pell, a la cabeza. Pell habría tenido que “escapar” de Australia tras ser acusado de haber protegido a curas pedófilos durante el periodo en el que fue arzobispo de Melbourne (1996-2001), según sostiene Chaouqui. La justicia australian­a está investigan­do varias denuncias de personas que lo acusan ahora de haber abusado de ellas cuando era un joven sacerdote.

El cardenal australian­o había llegado al Vaticano un año antes para formar parte del consejo de asesores formado por ocho cardenales —el llamado C8— encargado de ayudar al Papa en la reforma de la curia romana. El excéntrico prelado amante del lujo — solía frecuentar los mejores restaurant­es de Roma vestido con camisas hawainas— gastó en los primeros seis meses al frente del ministerio más de medio millón de euros, de los que una parte importante estaba dedicada a

“Enel Vaticano es más ACEPTABLE EL SEXO CON una mujer que con un hombre”

gastos personales: 2.500 euros en ropa, 20.000 en viajes, 93.000 sin justificar. A partir de ese momento, él sería el encargado de llevar a cabo a la política de austeridad impuesta por el papa Francisco.

El cardenal australian­o había prometido a Balda ser el número dos de la Secretaría para la Economía, pero su nombramien­to nunca se produjo. Y esa fue la razón que hizo que el prelado español “terminara de perder la cabeza”, explica Chaouqui. “Una vez llegué al Vaticano y lo encontré vestido con un traje de camuflaje. Paraba a la gente y les preguntaba: ‘Usted, ¿quién cree que soy?’. A híme di cuenta de que tenía un problema importante”, recuerda. Pero eso era solo el comienzo del viaje a los infiernos del monseñor español. Según relata Chaouqui en el libro, primero contactó supuestame­nte con los servicios secretos españoles para que realizaran un informe sobre la seguridad del Papa; más tarde viajó hasta Dubái para encontrars­e con un misterioso hombre al que debía entregar un documento sobre la salud de Francisco, que en realidad contenía los análisis de sangre de su anciana madre, doña Gregoria, y no los del pontífice argentino; y por último comenzó una intensa vida nocturna. “Volvía borracho todas las noches y dormía en el coche como un vagabundo”, dice con tristeza. “Vivía en un apartament­o propiedad de la Santa Sede junto a su madre y su amante, José, un antiguo empleado de la Diócesis de Astorga (León) que se había traído hasta Roma cuando Benedicto XVI lo nombró secretario de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede en 2011”, asegura Francesca.

—Durante el juicio, Lucio Ángel Vallejo Balda afirmó que ustedes habían mantenido relaciones sexuales una noche durante un viaje en Florencia y que usted lo manipulaba.

—Aquella noche en Florenciam­e confesó que era gay y me habló de José. Nada más. Su madre dormía en la habitación de al lado.

—¿Ypor qué se habría inventado algo así?

—Porque en el Vaticano es más aceptable tener sexo con una mujer que con un hombre. Es más fácil ceder a una debilidad que confesar tu verdadera inclinació­n homosexual. Pero lo he perdonado. Para mí era un punto de referencia, un amigo, casi un hermano.

Vallejo Balda no era el único en llevar una doble vida en el interior de los muros vaticanos. Durante los trabajos de la comisión, Chaouqui recibió multitud de denuncias con nombres y apellidos, fotos, direccione­s de clubes nocturnos o parques de Roma, que dejaban al descubiert­o una red de intercambi­os sexuales entre miembros de la curia vaticana.

—¿Se lo comunicaro­n en algún momento al papa Francisco?

—De los informes que nos llegaron, algunos sí y otros no. Yo le mandé personalme­nte uno de ellos porqueme parecía especialme­nte peligroso por su contenido. —¿Y qué hizo el Papa? —Poco después retiró al obispo protagonis­ta de ese dosier. Solo hace falta consultar la hemeroteca para saber de lo que estoy hablando.

Los llantos del pequeño Pietro en la habitación de al lado interrumpe­n nuestra conversaci­ón. Francesca se levanta y mira hacia la ventana. Comienza a anochecer en Roma. Se acerca a la puerta y, antes de salir, se gira haciamí: “Yo poseo un gran archivo. Los datos económicos publicados en este libro son solo una parte de todo lo que tengo. Son documentos que provocaría­n un gran escándalo”. —¿Y qué piensa hacer con ellos? —No los publicaré nunca. —¿Por qué? —Porque quiero seguir las palabras de Jesús en el Evangelio en las que dice que no hay que escandaliz­ar a los niños. �

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De izda. a dcha., los periodista­s Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, FrancescaC­haouqui y monseñor Vallejo Balda durante una sesión del juicio Vatileaks II el 24 de noviembre de 2015 en Roma. ACUSADOS
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La Basílica de San Pedro de Roma, desde donde el Papa suele dirigirse a sus fieles. PALABRA DE DIOS
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Francesca Chaouqui fotografia­da el 7 de diciembre de 2015 a su llegada al tribunal de Roma donde se dirimió el caso Vatileaks II. JUICIO MEDIÁTICO
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SANTO PADRE El Papa ofició la misa de Navidad en la Basílica de San Pedro en pleno juicio de Vatileaks II.

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