Vanity Fair (Spain)

CUANDO CASI FUI REINA

En 1996, un paparazzo fue a la cárcel por pinchar el teléfono de Giselle Howard, la amiga americana de Felipe de Borbón. El caso minó su intimidad y su relación con el heredero. MARTÍN BIANCHI entrevista a Gigi, quien habla por primera vez de ese annushor

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Entrevista­mos a Gigi Howard, la exnovia americana de Felipe Borbón, quien rememora por primera vez algunos detalles de aquel annus horribilis junto al hoy rey de España.

Mi abuela, que era muy sureña, decía que una persona de bien solo puede aparecer una vez en la prensa… en la sección de obituarios”, me explica Giselle Howard (Statesboro, EEUU, 1972) al otro lado del hilo telefónico antes de soltar una fuerte carcajada. Gigi, como la llaman sus íntimos, se ríe porque sabe que ese

mandato familiar se fue al traste a mediados de los años noventa, cuando un paparazzo español reveló al mundo que su nombre sonaba como futura reina de España. Desde entonces, rara vez discute su vida privada con los periodista­s. “Eres el primer reportero con el que voy a hablar en mucho tiempo y probableme­nte el último”, me aclara desde su oficina de Manhattan.

En los últimos meses, el nombre de Gigi ha vuelto a sonar en la prensa gracias a su nuevo emprendimi­ento profesiona­l, SiO. Se trata de una firma de belleza que vende unos revolucion­arios parches de silicona que borran las arrugas del pecho y que ya han despertado el interés de medios como The New

York Times, Vogue y Bloomberg. Esta es la tercera vez que la fama llama a su puerta. La primera fue a los 14 años, cuando un cazador de talentos la fichó como modelo para la agencia Next, la misma que representa­ba a top models como Milla Jovovich, Molly Sims o Inés Rivero. La segunda, a los 24, cuando el fotógrafo Carlos Hugo Arriazu la pilló in fraganti en brazos de Felipe de Borbón durante unas vacaciones de Semana Santa en la isla caribeña de San Martín.

Se suponía que ese Jueves de Pasiónde 1995 el heredero de la corona tenía que estar estudiando en Washington, pero las imágenes junto a una misteriosa chica alta, morena y de ojos verdes desmontaro­n la versión oficial y causaron un revuelo mediático internacio­nal. Arriazu, quien poco antes también había cazado a los duques de Lugo en su luna demiel en Sídney, siguió los pasos de la acompañant­e del príncipe hasta Nueva York y en el verano de ese año contrató ados detectives que pincharon el teléfono de su piso en el UpperWest Side. El paparazzo terminó en la cárcel y lamodelo en el estrado, jurando no ser novia del futuro rey.

Cuando le pregunto a Gigi por aquellos meses de frenética persecució­n mediática, huidas y paseíllos por los tribunales, se pone seria y hace una breve pausa antes de responder. “Tienes que ser una persona mu y especial para poder lidiar con la intensidad y la invasión de la prensa, y yo no era esa persona. Soy muy discreta y eso no era paramí. Aunque no lo creas, sigo teniendo miedo a la prensa. Me sorprende que pueda seguir despertand­o interés, pero también me aterra. Muchas veces tengo que mantener la boca cerrada porque soy muy honesta. Eso es muy sureño”, reconoce con su inconfundi­ble acento de Georgia.

‘Sweet Home Georgia’

Aquel verano de 1995 en el que los españoles fantasearo­n con tener una reina estadounid­ense, decenas de reporteros viajaron hasta Statesboro, el pequeño pueblo donde Gigi se crió, para indagar en su pasado. Los periodista­s lograron que la discreta abuela —la misma que solo quería ver su nombre en un obituario— certificar­a la relación. Hoy, por primera vez, Howard nos habla de sus orígenes. “Vivo en Nueva York desde hace casi 20 años pero no pierdo ni el acento ni los gustos del sur: me gusta el calor, la cerveza, cazar pájaros y salir a pescar… Yami padre no lo llamo dad, sino daddy”, dice. Su padre es técnico de una compañía telefónica y su abuelo materno, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que levantó un próspero comercio que proveía de comida casera a las gasolinera­s de varios condados. “Mi abuelo, que se crió durante la Gran Depresión, fue quien me enseñó el valor de un dólar, del ahorro y del trabajo duro”, señala. Con 13 años ella ya ganaba su propio dinero como dependient­a en una tienda y cuidando a los niños de su vecindario. —Sospecho que en el instituto era una chica popular. —No, al contrario. Era delgada y larguiruch­a, lo odiaba. Los otros niños se reían demí. Ojalá ahora fuera así de delgada (risas). No tuve novio hasta que terminé el instituto. —Pero una agencia la contrató como modelo. —Sí, un día estaba en la playa, en Georgia, y un hombre se acercó a preguntarm­e si quería ser modelo. Yo ni siquiera sabía en qué consistía ese trabajo. Me fui a Nueva York y rápidament­e comencé a trabajar en la moda. Al principio me gustó porque venía de un pueblo pequeño y todo me parecía nuevo. Luegome di cuenta de que disfrutaba viajando, pero odiaba desfilar. —¿En serio? —No me gustaba. Yo quería trabajar con niños de pocos recursos. Ya con 22 años empecé a desfilar menos para dedicarme más a proyectos infantiles. Entonces fui verdaderam­ente feliz.

Sus inquietude­s filantrópi­cas terminaron conduciénd­ola al entonces futuro rey de España. Tras dejar su trabajo como modelo, Howard estudió Ciencias Políticas en la Georgia Southern University y regresó a Nueva York para colaborar con I Have a Dreamy Harlem Boys and Girls Club, dos ONG que brindan asistencia a los niños de los barrios marginales de la Gran Manzana. Cooperando con una de esas causas solidarias conoció a Marie- Chantal Miller, por entonces prometida del príncipe Pablo de Grecia.

AGigi le han ofrecido mucho dinero para hablar de ese episodio, pero jamás ha aceptado. “Es una cuestión de principios”, suele decir. En su entorno aseguran que Pab lo de Grecia, primo de Felipe y su roomate en la Universida­d de Georgetown, fue quien los presentó una noche de invierno de 1995 en el Au Bar,

un club de moda que se encontraba en el sótano de un edificio de oficinas del Midtown neoyorquin­o. El príncipe tenía 27 años, estaba terminando su máster de Relaciones Internacio­nales y pronto volvería a España.

En la Semana Santa de 1995, Felipe y Gigi se escaparon al Caribe acompañado­s por el hijo de Constantin­o de Grecia y Marie-Chantal. Las fotos salieron a la luz a los pocos días: ella con biquini negro y él con traje de baño, abrazándos­e en la orilla del mar. Durante un par de meses nadie logró descubrir la

“ME SORPRENDE QUE SIGA DESPERTAND­O INTERÉS, PERO TAMBIEN ME ATERRA”

identidad de “la chica americana que vuelve loco al príncipe”. O casi nadie. El 18 de junio de ese año, Arriazu se reunió con Howard en Central Park y la entrevistó. “Me dijo que era demasiado pronto para pensar en ser reina de España, pero que tampoco le importaría. Era un bombazo”, recuerda el fotógrafo en conversaci­ón telefónica con Vanity Fair.

La exclusiva nunca llegó a los quioscos. Solo 24 horas después de su encuentro en el parque, el periodista fue detenido por el FBI acusado de practicar escuchas ilegales a Howard, cargo que él siempre negó. Aunque la joven no presentó una denuncia, la Fiscalía de Nueva York cogió el caso y lo llevó hasta la Corte Suprema estatal. En el proceso, que duró un año, se descubrió que un topo de la policía neoyorquin­a había participad­o en el pinchazo. The New York Times lo calificó como “un intento de espionaje de ineptitud casi cósmica”.

El 5 de agosto de 1996, Gigi se sentó en el estrado y negó ser novia del príncipe. “Probableme­nte no mentía, porque no tengo dudas de que el juicio se llevó por delante su relación”, apunta Arriazu. “Supongo que la obligaron a testificar, porque ella no teníanada contra mí. Dehecho, le dabapenami situación y sedio cuenta de que se estaba cometiendo una injusticia ”, añade el paparazzo, que fue declarado culpable y sentenciad­o a seis meses de cárcel en la prisión demáxima seguridad de Rikers. Los amigos del reportero siempre hablaron de “una conspiraci­ón orquestada desde España”. Gracias a la negociació­n del Ministerio de Exteriores y de Justicia y a las presiones de la Asociación de la Prensa de Madrid y de numerosos profesiona­les del sector, fue liberado a los dos meses y medio, pero bajo promesa de no volver a acercarse a ningún miembro de la familia real española.

Una vez cerrado el caso, “el romance de la década” comenzó a perder fuelle en los medios. Tras graduarse en Georgetown, el heredero de la corona regresó a España para incorporar­se a la vida institucio­nal. Pese al final agridulce de ese capítulo, Gigi guarda buenos recuerdos de España. “Sigo amando vuestro país. Tengo amigos en Madrid desde hace 20 años y voy a visitarlos”. Ycuando está en Georgia, le gusta encender una hoguera, poner música country y “beber un buen rioja español”.

Howard comenzó su carrera como relaciones públicas re lanzando La costeen Estados Unidos en 2001 yen 2004 fue ficha da por la firma de belleza Natura B is sé. Entonces se interesó en desarrolla­r un producto para combatir el envejecimi­ento del escote. “Era un problema que yo sufría en carne propia. Con 30 años ya utilizaba bufandas y cuellos altos para ocultar las arrugas, incluso en verano ”. Un día pidió prestado uno de esos parches de silicon a que se utilizan para cicatrizar las heridas posoperato­rias. “Me lo puse en una parte del pecho y a lamañana siguiente las arrugas habían desapareci­do. Estaba tan entusiasma­da que empecé a correr ya gritar como una loca por mi piso ”, recuerda. Los últimos cuatro años ha estado perfeccion­ando el producto, al que ha bautizado SiOSkin Pad. “Probé personalme­nte 100 prototipos hasta llegar al que me gustaba. Este parche es tan bueno que ni te das cuentade que lo llevas puesto, a veces salgoa la calle con él. ¡Soy muy despistada!”, reconoce entre risas. Su padre es accionista de la empresa y Lorrie King, una ex ejecutiva del gigante Coty, es la presidenta. Juntas están planeando la expansión de la marca y el lanzamient­o de nuevos productos. “Pero soy muy perfeccion­ista y no presentaré nada nuevo hasta que no considere que es sencillame­nte perfecto”, aclara.

Mujer Soltera No Busca

Enel amor tambiénpar­ece ser exigente. En2004, se comprometi­ó con el naviero estadounid­ense Patrick Ammet, pero dos meses antes de la boda rompieron. “Como soy muy alta, es muy difícil encontrar chicos. Así es difícil encontrar pareja”, bromeó durante una visita a España en 2010. Ahora el único hombre de su vida es su hijo, Richard Southworth Howard, de tres años, con quien vive entre su piso neoyorquin­o y una casa colonial en el elitista pueblo de veraneo de Southamp ton. Un retrato del pequeño, obra del artista Charlie Hanavich, preside el salón de su casa. —¿Por qué decidió ser madre soltera? —Tenía 42 años, noestaba casada, no tenía novio y quería ser madre. Así que con el apoyo de mi familia busqué un donante anónimo y tuve un hijo llamado Southworth. —¿Le preocupa envejecer? —¿A quién no? (Risas). Me preocupa porque soy una madre mayor y quiero vivir para ver crecer ami hijo. No me gustaría ser una anciana cuando él entre en la universida­d. Pero no me obsesiona el paso del tiempo. Nunca llevo mucho maquillaje y soy de esas mujeres que van por la vida con coleta, camisa blanca y vaqueros. Jamás me tocaría la cara con cirugías.

Debe de ser duro sermadre soltera y profesiona­l en Nueva York.

—Lo es, pero tengo ciertos imperativo­s no negociable­s en relación con Southworth. Lo visto todas las mañanas, lo llevo y lo recojo del colegio, voy a sus actos, lo acompaño a sus actividade­s extracurri­culares y lo duermo todas las noches. Viajamos con frecuencia a Georgia para pasar tiempo con mis padres y en Nueva York tengo amigos que son buenos modelos para él. —Me han dicho que su hijo estudia español. —Sí, estudia español, practica yoga y juega al fútbol… No fútbol americano, fútbol como en España (risas). —Y ¿no quiere volver a enamorarse? —Nuestro círculo familiar podría ampliar se si conozco a alguien que pueda mejorar mi vida y la de mi hijo, pero ahora estoy centrada en Southworth y en mi marca, mi otro bebé. �

“TENÍA 42 AÑOS, ESTABA SIN PAREJA Y QUERÍA SER MADRE. BUSQUE UN DONANTE”

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