Vanity Fair (Spain)

A LA CARGA

Suúltimode­safío al Gobiernoha desatadoun­a tormenta en torno al destinode sucolecció­nprivada, que amenaza con llevarse del país. Enmediode la polémica, entrevista­mos a TitaThysse­n en suresidenc­ia deAndorra para conocer sus verdaderas intencione­s, el futuro

- Por EVA LAMARCA

La baronesa Thyssen y el destino incierto de su colección

Por qué mi web tiene tantas uves dobles delante?”, pregunta confundida Tita Thyssen cuando su secretaria nos indica el dominio de su página [www.coleccionc­armenthyss­en.es], que ella está tan interesada en dar a conocer. A sus 74 años, Carmen Cervera (Barcelona, 1943) mantiene el cuerpo ligero y menudo de la chica que fue y el humor chispeante de quien hace reír porque desconcier­ta. Hace más de cuatro horas que la baronesa posa entre su hogar en los Pirineos y las faldas de una montaña devorada por la nieve. Cubierta por abrigos de zorros y capas de visón, Cervera emula a las protagonis­tas de Doctor Zhivago.

Tita está feliz, parecemás que contenta, enmarzo inaugura la tercera franquicia delMuseo Thyssen enAndorra, trasMálaga y Sant Feliu deGuíxols, que dirigirá su sobrino Guillermo Cervera. Sin embargo, cada vez que durante nuestra conversaci­ón le recuerdo que se cumplen 25 años del museo Thyssen enMadrid, memirará comosi le acabaseded­arunamalan­oticia. Finalmente­me confesará que está a punto de romper el acuerdo histórico que alcanzó en1999 con elGobierno­para ceder gratuitame­nte al Thyssen su colección privada de más de 400 cuadros valorados en 700 millones de euros y que completaba la que elGobierno adquirió al barónHans Heinrich Thyssen-Bornemisza en 1993.

La baronesame contará que ellamisma redactó de su puño y letra una carta: “Estimado ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo…”. Vino a decirle que durante 17 años había tenido una inmensa paciencia. Había tolerado, según ella, vivir alguna de las realidades oficiales más mediocres: “A los políticos les falta mucha cultura”. Y que se iba. Se llevaba sus Gauguin, sus Renoir, sus Goyas. “El ministro todavía no me ha contestado”.

Días después de nuestro primer encuentro, cuando vencía el plazo del convenio, Méndez de Vigo la llamó por teléfono. Acordaron darse una prórroga de tres meses para intentar llegar a un nuevo acuerdo. “Con un marco jurídico comparable al que ofrecen las grandes pinacoteca­s internacio­nales”, me puntualiza la baronesa. Ella ha solicitado un compromiso que incluya no solo al ministerio deCultura; también quiere presentes a laDirecció­n General de Bellas Artes y Patrimonio y a su frère ennemi, el ministro de Hacienda, que la investiga junto a su hijo Borja. LaAdminist­ración española controla que, como residentes enAndorra, no sobrepasen el límite legal en España.

—Ha condiciona­do la renovación de su colección a que el ministro Montoro “deje de acosarla”.

—Yo pago mis impuestos de no residente en España. Pero es que, además, tengo un contrato firmado con el Gobierno diciendo quemi marido y yo podíamos estar en España más tiempo que los seis meses que regula la ley porque estábamos ocupándono­s de un museo, de nuestras coleccione­s… Así que, si pasaba más de seis meses en España, no ocurría nada porque está firmado.

—¿ElGobierno le permitió pasar más de seis meses en España y ahora la persigue por eso?

—El contrato está ahí, se firmó con el PP, con el ministro de Educación y Cultura de ese momento, que era Rajoy.

Entre las condicione­s para mantener su colección usted pide poder pasar más tiempo en España y tener beneficios fiscales para usted y sus hijos? —No, yo fiscalment­e no pido favores, solo que se cumpla lo que ya está firmado. Deseoquemi­s cuadros se queden enEspaña, siempre que tenganunma­rco legalque permita su movilidad para poder llevar a cabo exhibicion­es por todo elmundo.

—¿Ha solicitado un fee alGobierno español, un fijo por prestar sus obras?

—No, yo no he pedido nada, solo que los cuadros se puedanmove­r alrededor del mundo y dar valor a la colección.

—Eso le reportaría un dinero y las obras se revaloriza­rían. El ministro de Cultura ya ha dicho que no le pareció bien que usted vendiera en 2012 el óleo La esclusa, de John Constable, por 28 millones de euros. Comentó que el nuevo convenio, de existir, no le permitiría vender más cuadros.

— ¿Cómo no me van a permitir vender mis cuadros? ¡Si son míos!

“Yo podría ser una viuda ‘ bon vivant’, pero trabajo gratis para el Thyssen. Pido que se me respete”

Cuando algo es tuyo puedes hacer lo que quieras con eso. Lo que no puedo hacer es no avisar con tiempo, pero la libertad de vender una obra de mi colección esmía. Es mi privilegio.

— La esclusa fue un cuadro en el que España invirtió en su conservaci­ón y su custodia. ¿No debería pagar por aquella venta impuestos en España?

—No [tajante]. Ese cuadro no tiene nada que ver con España, no lo ha adquirido España, lo compramos mi marido y yo. Ha estado expuesto en el Thyssen gratuitame­nte. Si yo hubiera cobrado por el cuadro, sería diferente. Y, además, quien conserva los cuadros soy yo. Cada cuadro que adquiero lleva una ficha hecha por un especialis­ta y yo pago esa ficha. Igual que pago los seguros de los cuadros que están guardados. Perdone, mi colección da a Madrid como unos nueve millones de euros de beneficio al año… ¿Y cuánto da el deMálaga? ¿Cuántos puestos de trabajo se han creado porque la colección Thyssen está en España? Porque desde luego, si no llega a ser por mí, no viene aquí. Eso es así.

Ese acuerdo es un win win. Usted también gana, porque sus cuadros al estar expuestos están cuidados, asegurados y se revaloriza­n. —No. Yo también los cuido. Porque tengo sitios para cuidarlos. No es que no sepa dónde ponerlos. Espositivo­que estén expuestos para elmuseo y para el público, queme lo agradece constantem­ente. —¿Y para usted? —No, para mí no. A mí me gustaría tenerlos en mi casa para poder verlos cuando quisiera. Mucha lucha, mucho trabajo que no se reconoce. Mucho sacrificio. Yo podía ser una viuda bon vivant. Vivir tranquila, sin preocupaci­ones, y no lo hago. No soy vicepresid­enta vitalicia del Thyssen para hacer bonito. Trabajo, tengo que ocuparme de todo y jamás les he dicho: “Me tenéis que pagar un billete de avión”, ni nada. Doymi trabajo demanera gratuita. ¡Se ve quememante­ngo del aire! Solo pido que seme respete un poco.

—Los cuadros están a nombre de varias sociedades alojadas en las Islas Cook o en las Islas Vírgenes. Cada año elGobierno renueva el préstamo firmando un contrato con esos paraísos fiscales. Los socialista­s dijeron que si llegaban al poder habría que regulariza­r la situación de la colección Thyssen.

—También mi marido vendió su

¿Cómo no me van a permitir vender mis cuadros? ¡ Si son míos! Cuando algo es tuyo puedes hacer lo que quieras con eso”

colección y no estaba a su nombre. ¡Y la compró España! En cualquier caso: ninguna de mis empresas se encuentra en paraísos fiscales.

No hay más que observar el salón de la baronesa en el que nos encontramo­s para comprender los guiños edípicos que nos rodean. Dos de los lienzos que dominan la estancia son retratos enormes de Borja, y hay fotos aquí y allá de él. Aunque la baronesa ha bromeado en alguna ocasión con que es mucho mejor ser la quinta esposa de alguien que la tercera o la cuarta, porque así es muy probable que seas la última, ni el Tarzán Lex Barker ni el barón Thyssen han sido, comoBorja sí es, el hombremás decisivo de su vida. “Está muy presente, muy presente…”, dice casi con la nostalgia de quien perdió a un ser querido. Sin embargo, Borja anda a escasos metros, en su bautizo. Sacó la litografía que había en la suite y colgó el cuadro. Cuando nos marchamos, el director del hotel nos dijo: ¡Si llegamos a saber que tenía ese cuadro aquí, hubiéramos estado con la seguridad en la puerta! Mimarido se reía… Fue un regalo para Borja y él dice que es su destino tenerlo.

La baronesa no es una mujer de monosílabo­s, pero ha desarrolla­do el hermetismo de quien solo dice lo justo. Cuando le interesa, sale al paso de los rumores y los vira de cabeza. Hace siete años confesó a Vanity Fair que había elegido muy bien al padre de sus hijas, que tuvo por maternidad subrogada, y que se lo haría saber cuando tuvieran siete años. Años después dio un paso más y escribió, en una suerte de memorias, que en ese proceso “lo ideal, si se tiene la posibilida­d, es buscar una línea consanguín­ea y cercana a los descendien­tes”. Las niñas, Carmen y Sabina, cenan en el piso de arribamien­tras disfrutan de una película en una pantalla casi tan grande como un cine. Tienen ya 10 años. Son rubias y tímidas. “Me han

—Pues que estuviera ami lado enseñándol­e lo que mi marido y yo sabemos hacer: llevar una colección. Él estaba estudiando Ciencias Económicas y eso me hubiera gustado que hubiera seguido… Pero… Cambió de vida. [Silencio]. —¿Qué es el fracaso para usted? —El no intentarlo. Así que lo voy a intentar siempre.

Los últimos años para Tita Thyssen han sido un experiment­o de independen­cia: “He estado casada toda mi vida y ahora tengo una libertad que nunca había sentido”. Atrás quedó una madre que, como ella dice, “marcó mucho mi destino”. Quiso que fuera cantante (“pero mi voz era un horror”), bailarina (“pero era demasiado grande”) e incluso la puso sobre la pista del que fuera su primer marido, el actor estadounid­ense Lex Barker. “Íbamos en un vuelo de Roma a Ginebra. Yo soymuy despistada, peromimadr­eme dijo: ‘Ha pasado tres veces mirándote tu actor favorito…’. Fui a pedirle un autógrafo… Esa noche yo escribí enmi diario: ‘He conocido amimarido, me voy a casar con la casa contigua que su madre le compró hace unos años. Aquí tiene su residencia fiscal y aquí debe permanecer seis meses al año. De hecho, tiene abiertos dos procedimie­ntos judiciales. En uno de ellos, el fiscal solicita dos años de prisión por fingir su residencia en Andorra y defraudar aHacienda. “¡No le piden nada de cárcel! —me espeta la baronesa, obviando que existe un escrito de acusación—. Eso son inventos de la prensa”. Por estos y otros motivos, su mujer y sus cuatro hijos han regresado de Londres, donde han vivido algo más de un año, aMadrid. —¿Qué va a suceder con su hijo? —Yo no debo hablar por él, pero está muy disgustado porque también ha prestado gratuitame­nte un porcentaje de los cuadros durante todos estos años. Pero no me quieromete­r porque no debo.

—Iba a vender un Goya, pero finalmente lo retiró de la subasta. ¿Qué pasó?

—Él mismo lo retiró, yo no tuve nada que ver. Decidió que no lo vendía porque es un cuadro que su padre compró y colgó en el hotel Pierre deNuevaYor­k el día de aprobado todas las asignatura­s con mucha gracia”, me dice la baronesa. —¿Les ha contado ya quién es el padre? —No[ríe nerviosa]. Habráque hacerlo, pero todavía no es elmomento. E l barónHansH­einrich Thyssen-Bornemisza contó muchas veces que al conocer a Tita había entendido, por primera vez, qué era una familia. Él había crecido tan alejado de sus padres que se enteró con 12 años de retraso que sus progenitor­es se habían separado. ConCarmen llegaron las paellas familiares de sumadre, el hijo que adoptó, la casa veraniega…

—Usted siempre ha transmitid­o ese concepto de vida familiar. Por tanto, extraña saber que es la primera vez que su hijopasa lasNavidad­es con sus hermanas. ¿Qué ha sucedido? —[Silencio]. La vida que vivimos… —Cuando era pequeño, ¿qué vida imaginó para su hijo? él’. Días después, me llamó. Mimadre fue inteligent­e, porque yo hasta ese momento le decía: ‘Me quiero quedar demonja”.

Vivió entonces la época dorada de Hollywood. Interpretó, incluso con su marido, varias películas. “En Losmatones tenía que llevar un vasito de champagne en la mano. Le dije a Lex: ‘No me mires cuando actúo, nomemires!’. La mano me temblaba tanto que el director me dijo: ‘Deja la copa, anda’. Así que mal… Pero luego, cuando hice La guerra de losmisiles conCurd Jürgens en Irán, sentíque quería ser actriz. Undía a él se le olvidó el guion y yo le salvé, estuve muy bien. Entonces dije: ‘Soy actriz. Esa es mi vida’. Pero luego te cambia de rumbo, te lleva…”.

—En esa época conoció a Frank Sinatra. Él le tiró los tejos y Marilyn Monroe la rescató. ¿Usted quería ser rescatada?

—Lo he pensadomil veces: ¡Qué pena que me rescató Marilyn! Qué hombre más impresiona­nte, qué personalid­ad. Me dijo que era muy guapa y que por qué no salía con él. Entonces Marilyn me agarró y le soltó: “Esta es una niña buena, it’s not

for you”. Y se me llevó. Haber conocido a Marilyn me parece un milagro. Yél, oigo continuame­nte sumúsica, queme encanta. Aquellos años fueron maravillos­os. —¿Ahora somos más aburridos? —¡Sí! Elmundo se ha convertido en un aburrimien­to. Todo es política, todo son problemas. Antes la gente en España no tenía tanto y era más feliz. Y había gente mucho más divertida en los años setenta, ochenta… Yo he estado en las mejores fiestas del mundo con la gentemás divina. Y eso ya no existe. Desde que empezó el año 2000, ¿qué ha pasado? Tenemosmie­do a mostrar que nos divertimos. Hay que ser feliz con lo que sea, como sea. Yo por las mañanas me levanto y digo: “¡Como sea!”. Antes no te importaba que te juzgaran. Comomucho, tu padre o tumadre te daban una torta, casi siempre con razón, pero había merecido la pena.

Al morir Lex Barker, en 1973, Tita pasó de los estudios de Hollywood —tras un tormentoso matrimonio con el playboy Espartaco Santoni— a los salones de la vieja Europa de la mano del barón Hans He inri chThyss enBorne mis za, el hombre con la colección privada de artemás importante del mundo. Unmegamill­onario que parecía sacado directamen­te de Goldfinger, tan adicto al arte como a lasmujeres y al buen vino. La baronesa admite que vivió desde entonces en una demostraci­ón constante de eso que decía F. Scott Fitzgerald sobre la gente muy rica: “Son distintos de ti y de mí”. “Recorríamo­s de noche Villa Favorita para ver los cuadros a nuestro antojo y viajábamos por todos los museos delmundo. Estábamos muy en lo que es arte”. —¿Cuándo se enganchó al arte? —Yo creo que desde pequeña, porque mi padre pintaba por hobby. El olor de la pintura de su estudio… Luego mi madre me llevaba a ver cuadros españoles de los siglos XIXyXX: JulioRomer­o de Torres le encantaba. A mi primer marido, Lex Barker, también le gustaban los cuadros, pero con Heini aprendí lo que es ser coleccioni­sta. Esto es una gran sabiduría que he heredado de él. Así que yo sé montar museos, sé llevar una colección y lo que es una colección privada, lo que son subastas, galeristas, y me sientomuy orgullosa.

—Simon de Pury, quien trabajó como conservado­r de la colección de su marido, cuenta en susmemoria­s que conHeini usted se dio cuenta de que, mientras las bolsas y el mercado inmobiliar­io se

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Tita Thyssen posa como Tonya Gromyko, de Doctor Zhivago, subida en el trineo tirado por huskies del Sport Hotel Hermitage & Spa de Andorra.
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