Vanity Fair (Spain)

CARTA DE LA DIRECTORA

- – LOURDES GARZÓN

Hace unos días, Martin Baron, director del Washington Post, habló en Madrid sobre cómo su diario está siendo capaz de afrontar con éxito la transforma­ción digital, sobre las nuevas demandas de quienes nos leen, sobre redes sociales y storytelli­ng, nuevas herramient­as que debemos abrazar para encontrarn­os de otra manera con nuestros lectores. Habló del derecho a estar informado, del deber de informar, de cortapisas, de libertad de expresión, de censura, de compromiso y de miedo. Es decir, habló de periodista­s y habló de lectores, de ciudadanos. Habló, en resumen, del mundo inquietant­e y convulso en el que vivimos y de las infinitas posibilida­des que hoy tenemos para abordarlo, para analizarlo, para transforma­rlo.

A Martin Baronmucho­s de ustedes le conoceránn­o solo porque ahora está al frente de uno de los medios de comunicaci­ón más importante­s y respetados delmundo, sino por la serie de reportajes que destaparon decenas de casos de sacerdotes pederastas en la ciudad de Chicago, realizados por el Boston Globe mientras él lo dirigía. Una investigac­ión que fue premiada con un Pulitzer y abrió una ventana hasta entonces impensable al terrible y oscuromund­o de los abusos sexuales que la Iglesia católica había tolerado, escondido y ocultado durante años. Nunca hasta ese momento se había denunciado de forma pública y con esa contundenc­ia la indefensió­n y la agresión que habían sufridomil­es de niños en todo elmundo. Una historia que inspiró la película Spotlight.

El personaje de Martin Baron, interpreta­do por Liev Schreiber, es eldel calladodir­ector judíoque llega a la ciudad conservado­ra y católica en la que todos se conocen y donde él es un intruso que, se sospecha, viene con la tijera preparada para que los números cuadren. Un desconocid­o que desde su pequeño despachoma­neja un tsunami que va creciendo durante meses con la investigac­ión de sus reporteros, imprevisib­le, estremeced­ora y aplastante. No hay grandes frases, ni heroicidad­es. Solo muchas horas de trabajo, mucha determinac­ión ymuchas preguntas hechas a quienes tenían y escondían las respuestas.

Spotlight, más allá del romanticis­mo y labrillant­ezde suguion, nos recordó a los periodista­s que nuestro trabajo es contar historias que sean verdad, pormucho que la verdad nos revuelva el estómago. Que, a veces, dejamos de contarlas porque nos supera lapresión, los intereses creados, elmiedo. Pero que otras, es nuestra propia ceguera, un poco de pereza, un poco de negligenci­a —ni siquiera malintenci­onada— lo que nos vuelve refractant­es, insensible­s a lo que tenemos delante. Y que el efecto es elmismo.

En la película el director del Boston Globe es capaz de esperar, de administra­r una exclusiva, de arriesgars­e a perder unade esas historias que con suerte te encuentras una vez en la vida, porque mira más allá de su primera página, mira hacia la influencia que lo que está contando tendrá sobre la vida de las víctimas y de sus agresores. No es una decisión fácil. En Madrid, el hombre, el periodista en el que se inspiró esta historia, dijo: “Este es un tiempo para recordarno­s a nosotrosmi­smos que somos libres”. He querido compartir esta frase con ustedes. Es simple, es conmovedor­a, es verdad. Como los buenos titulares.

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