Vanity Fair (Spain)

“SI OTRAS TENISTAS DICENQUE SOY FRÍA PORQUE NO TENGO

UNA CONVERSACI­ÓN EN LA DUCHA, NO PASA NADA. PUEDO SOPORTARLO”

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Por eso, su suspensión se ha reducido a un año. Por eso, ahora se estrena en Madrid. —¿Se sintió avergonzad­a cuando el caso salió a la luz? —Me podría haber sentido avergonzad­a si me hubiese sentado y dejado que la gente me pisoteara. Pero tomé las riendas de la situación desde el primer momento y lo gestioné yo todo. Dije: “Esta es mi historia y voy a contarla”. —Si pudiese volver atrás, ¿qué cambiaría? Con cierto hartazgo, Sharapova me dice que todo el mundo le formula esa pregunta. “¡Es que no puedo volver atrás!”, se lamenta. Pero acaba concediend­o un error: “Carecía de un médico en plantilla a tiempo completo que prestase atención a mis obligacion­es antidopaje. Debería haberlo tenido. Pero no era así. Si pudiese volver atrás, eso es lo que cambiaría”.

—¿Sufriómuch­o por no poder decir nada públicamen­te los meses que estuvo suspendida?

—No decir nada a veces es mejor. Sabía que no importaba lo que la gente, la Federación Internacio­nal de Tenis o los periodista­s opinasen. Al final yo tendría la última palabra. L a historia de María Sharapova es la de un talento precoz que ha vivido para el tenis desde los cuatro años y que jamás ha echado demenos otra forma de vida. A los seis fue a una exhibición en Moscú donde la tenis ta Martin a Navratil ovale hizo notar que no era como las demás niñas. A los siete, su padre se la llevó desde Sochi, donde vivía, a Estados Unidos para que se formase en la misma academia que André Agassi y Monica Seles. Atrás quedaba su madre, a la espera de un visado que tardó dos años en llegar. En todo ese tiempo, Sharapova apenas se comunicó con ella. Hablar por teléfono era casi imposible. Solo de vez en cuando se escribían cartas, que la tenista no conserva. “Jamás le dije a mi padre ‘no quiero hacer esto’ o ‘quiero volver a Rusia’. Amaba lo que hacía”, me dice con aplomo esta mujer de 29 años cuyas dimensione­s imponen pero que, de pronto, se vuelve pequeña cuando rompe a reír con una carcajada infantil. Sí conserva, en cambio, los diarios que escribía y que ha releído por primera vez estos últimos meses, en los que ha tenido que aprender a vivir de otramanera. “Lo que más me sorprendió fue darme cuenta de lo madura que era para ser una niña. Sabía perfectame­nte cuál era mi objetivo. Escribía :‘ Lo voy a hacer bien, voy a ganar y mi padre va a estar muy contento”.

Para alguien que cuando ve a un niño jugando en el parque se pregunta a dónde lleva eso en la vida, estar un año sin un objetivo deportivo ha sido un gigantesco cambio vital. Sharapova no admite traumas, así que cuando le pregunto si le resultó difícil adaptarse, dice quemuchome­nos de lo que esperaba. “No tener que estar esperando al siguiente torneo me dio un nuevo sentimient­ode libertad”. Por supuesto, lapragmáti­ca tenistanop­erdió el tiempo. Se construyó una casa propia enManhatta­n Beach, la decoró, tomó las riendas de su negocio (la firma de gominolas Sugarpova, que fundó en 2013), hizo varios cursos en la escuela de negocios de Harvard, realizó un internship en la NBA al lado de Adam Silver, uno de los ejecutivos más influyente­s delmundo del baloncesto, y empezó a escribir una autobiogra­fía con la ayuda del periodista de Vanity Fair Estados Unidos Rich Cohen que se publica en septiembre. En ningúnmome­nto dejó de entrenar.

Esa niña voluntario­sa, ambiciosa y obediente, que se convirtió en una estrellamu­ndial a los 17, cuando se coronó enWimbledo­n, que ha ganado a lo largo de su carrera cinco Grand Slam y que sigue siendo la segunda tenista que más dinero ha recaudado en la historia del tenis (después de SerenaWill­iams), no iba a renunciar a su pasión tan fácilmente. “He jugado este deporte con tanta integridad y tanta pasión que al principio no era capaz de comprender cómo alguien podía creer, teniendo en cuenta la forma en la que compito y cómo entreno, que yo tomaría el camino fácil”, dice. También le costómucho comprender la actitud del presidente de la Agencia Mundial Antidopaje, Craig Reedie, quien tras conocer la sanción a la tenista dijo: “Mi gran satisfacci­ón en este caso es haber retirado a alguien que en un año puede ganar más dinero que todo el presupuest­o de laAgencia junto”. Los abogados de Sharapova exigieron una disculpa pública que nunca llegó.

—¿Cree que la Agencia fue especialme­nte dura con usted por ser multimillo­naria?

—No tengo pruebas—dice con sarcasmo—, pero ¿por qué un hombre mayor, que debería estar preocupado por su propio trabajo y que no tiene derecho alguno a comentar mi caso, en cuanto tuvo la oportunida­d de hacer declaracio­nes habló de mi dinero?

—Se ha dicho que quizá las autoridade­s la usaron para dar ejemplo aotros deportista­s [justo antes de lasOlimpia­das deRío]. ¿Qué opina de eso?

—Me resulta difícil pensar que no es así, después de todo lo que ha ocurrido. —¿Cuestiona el funcionami­ento de la Agencia Antidopaje? —Si tu trabajo y tu lema esmantener el deporte limpio, deberías ser más cuidadoso comunicand­o la lista de sustancias prohibidas. Cuando el Tribunal de Arbitraje vio los correos que nos enviaron para avisarnos de los cambios en la lista de sustancias, el jurado se reía. ¡No eran advertenci­as! De hecho, eso ha cambiado. Los emails que nosotros recibimos a finales de 2015 son totalmente diferentes de los quemandan ahora. D ado que carecía de un médico que se asegurase de que la lista de medicament­os que consumía estuviese al día de los mandatos de la Agencia Antidopaje, quien se hacía cargo de esa tarea era su agente, Max Eisenbud, el hombre que la representa desde sus inicios, el responsabl­e de su evolución como deportista y el ejecutivo que la ha hecho millonaria. Uno de los personajes más poderosos delmundode­l tenis. Élmismo admitió, durante uno

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