Vanity Fair (Spain)

Gente te escuche, tienes también cierta responsabi­lidad”

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sistemátic­amente nuestro cuerpo. Es probable entonces que, como en épocas pasadas, las miradas se dirigieran a nuestras piernas. ¿Cómo lo resolvería­mos? ¿Alargaríam­os más la falda? ¿Nos taparíamos los tobillos? ¿Ysi llevar la cabeza descubiert­a empieza a considerar­se también sugerente?

Comome dice IngridGarc­ía-Jonsson, “el feminismo es un movimiento. No podemos constreñir­lo ni acortar el término, sino dejar que evolucione y confiar en que nos lleve en la buena dirección”. Pero sobre todo, no debemos tratar de conducirlo a callejones sin salida.

Sé que habrá quien, almirar las imágenes que acompañan este texto, arrugue un poco la nariz y diga: “Otra vez chicas jóvenes posando con poca ropa. Así cómo quieren que las tomen en serio”. Lo sé porque confieso que en otra época de mi vida yo misma lo pensé. Pero la revelación —y la liberación— llega cuando te das cuenta de que no son este tipo de fotos, sino esos comentario­s agrios los que nos dividen, nos debilitan y actúan en contra de todas.

La sesión se interrumpe para comer y, mientras picoteamos del catering, algunas actrices siguen debatiendo entre ellas y otros miembros del equipo. A mediomaqui­llar y vestir, con pantuflas, batas y pinzas en la cabeza, las oigo hablar del vestido de Cristina por un código de vestimenta. Es lo que siempre ha traído a la mujer por el camino de la amargura. Que si el corsé, que si la falda, que si el biquini… Basta de eso. Vamos a lo importante y luego ya debatiremo­s si hay que vestir de una forma u otra”. Estoy de acuerdo. n el taxi de vuelta a casa no me siento como si hubiera entrevista­do a seis actrices, sino como si simplement­e hubiera hablado con seis mujeres de un asunto sobre el que creo que todos, hombres y mujeres, deberíamos reflexiona­r. Recuerdo las palabras de Macarena cuandome contaba que le gustadiscu­tir estos temas con sus amigas: “Al hablar de las cosas empiezas a ser consciente de ellas”. Más tarde repaso las grabacione­s y compruebo quemuchas de las intérprete­s, en elmomento más apasionado de su discurso, se detienen y utilizan una expresión que tantas veces he usado yomisma y tan pocas he escuchado en boca de un hombre: “¿Estoy diciendo tonterías? Perdona, vaya rollo te he soltado…”.

No, por favor, no os calléis. Contadnos más.

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