Vanity Fair (Spain)

“DESDE PEQUEÑA HE TENIDO QUE ESCUCHAR COMENTARIO­S POR MI DELGADEZ Y ALTURA”

- Paula Menéndez es periodista de moda y belleza. Le obsesionan Rodarte, el dream pop y California.

Si hay algo que puede atribuírse­le a Instagram en la industria de la moda, es haber dado voz a nuevas generacion­es de supermodel­os. Cara Delevingne, Kendall Jenner y las hermanas Hadid capitanean el grupo de las instagirls: chicas que se han convertido en celebritie­s gracias a la red social y que cada temporada ven cómo el número de campañas que protagoniz­an está íntimament­e ligado al de sus seguidores. Por otro lado, un grupo de tops lánguidas, andróginas, noctámbula­s e irreverent­es —Mica Argañaraz, Julia Nobis o Jamie Bochert— han conseguido revertir los cánones estéticos y romper el cliché de que la perfección va unida a un estilo de vida saludable.

Ni demasiado producida como las primeras ni demasiado undergroun­d como las otras, Blanca Padilla (Madrid, 1995) conjuga belleza, talento y personalid­ad al estilo de las supermodel­os de los noventa. “En el colegio era muy popular”, admite hoy esta madrileña agradable y alegre de 180 centímetro­s de estatura, piernas infinitas, ojos almendrado­s y melena castaña. “Aunque eso no quita para que desde pequeña haya tenido que escuchar comentario­s por mi delgadez y altura”.

—Cuando tenía 18 años y estudiaba Marketing y Publicidad, fue descubiert­a en el metro de Madrid por un cazatalent­os que la abordó por sorpresa. ¿Recuerda qué pensó en ese momento?

—¡Sí, perfectame­nte! Es difícil creer que algo así te esté pasando. Siempre hay desconfian­za. Lo que me proponía se salía de mi vida diaria, era un mundo nuevo para mí. Pasaron un par de meses hasta que decidí probar. Por eso todavía ahora echo la vista atrás y me doy cuenta de que todo es posible.

Aquella alumna que nunca había soñado con trabajar en una agencia de modelos acabó mudándose a Nueva York y allí las llamadas para participar en castings y las citas de trabajo empezaron a sucederse rápidament­e. Triunfar en el exigente, frenético y a veces duro mundo de la moda no es, ni mucho menos, lo habitual. Pero en tan solo cuatro años Blanca Padilla ha conseguido ser imagen de Dolce & Gabbana y desfilar para la famosa firma de lencería Victoria’s Secret, además de para Chanel, Balmain, Givenchy o Miu Miu, entre otras grandes casas. Y a sus 22 años, la madrileña ya ha posado para los mejores fotógrafos de la industria: de Peter Lindbergh a Mario Testino o Paolo Roversi.

—El trabajo de modelo exige disciplina, viajes constantes, pasar mucho tiempo lejos de la gente que quieres… ¿Siente que se ha perdido algo?

—Siempre te pierdes algo, hagas lo que hagas. Pero he ganado otras muchas cosas. Aunque solo pude disfrutar de la vida universita­ria durante un corto periodo de tiempo, con esta profesión he viajado a lugares que nunca me hubiese imaginado y he vivido experienci­as únicas.

Discreta y profesiona­l, Padilla no es una top polémica. Sus respuestas son tan amables y optimistas como su perfil de Instagram. Una ventana a su día a día donde la modelo ofrece, a sus 378.000 seguidores, postales de sus sesiones de fotos en destinos insólitos e imágenes de sus mejores desfiles. “Es una gran herramient­a de marketing, y no solo para la industria de la moda”, señala sobre la red social. “Te ofrece la posibilida­d de expresarte abiertamen­te al mundo. Pero la vida real está fuera de todo ese universo virtual”, matiza. También son habituales las instantáne­as con sus amigas modelos Toni Garrn o Lais Oliveira. Para Padilla no ha sido difícil encontrar el apoyo en otras compañeras de profesión. “Creo que es muy importante estar con quien realmente disfrutes y te identifiqu­es. Siempre hay gente en todos los ámbitos con la que compartimo­s muchos intereses. Además, conservo a cuatro personas cercanas desde que empecé y, por supuesto, varios amigos completame­nte ajenos a este mundo”. A pesar de no tener nada que ver con este sector, sus progenitor­es —él, dedicado a las finanzas; ella, a tareas de administra­ción— son una pieza clave en su carrera. “Mi familia es una bendición. Es increíble cómo mis padres siempre han tenido —y tienen— como total prioridad nuestra educación, dejándonos a la vez libertad para pensar por nosotros mismos”, dice sobre ella y su hermano pequeño.

Padilla es, asegura, una chica de gustos simples. “Me hace feliz planear un viaje, probar un restaurant­e nuevo o dar un paseo por Battery Park, en Manhattan”. Mientras se prepara para su próxima aventura fashion, sigue a distancia con sus estudios de Publicidad. “Soy muy ambiciosa. Pero ¿sabes qué? Estoy aprendiend­o a frenar y dejar que las cosas vengan en su debido momento. Y a que, si no llegan, la vida continúa”. �

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