1967 VERANO, A MOR Y LSD
En 1967, San Francisco se convirtió en la capital de la contracultura. ¿Qué ocurrió en la ciudad californiana para que un éxodo de miles de jóvenes de todo Estados Unidos llegara al barrio de Haight-Ashbury en busca de sexo libre, drogas y un estilo de vi
En el verano de 1967, el barrio de HaightAshbury en San Francisco era una ciudad dentro de una ciudad donde era fácil conseguir cápsulas de LSD en las tiendas de donuts, había clínicas que dispensaban sanidad gratuita universal, tenían su propio periódico —el San Francisco Oracle—, servicio de seguridad privada —la temida banda de moteros de los Ángeles del Infierno— y los parques eran escenarios abiertos para que grupos que hoy son legendarios actuaran sin pedir entrada. Aunque la década de los sesenta fue el periodo de máxima prosperidad de la historia de EE UU, aquí se fraguaba una alternativa utópica amplificada por los vapores místicos de las drogas psicodélicas.
Hoy, Haight-Ashbury es un elegante barrio de casas victorianas que rondan el millón y medio de dólares. Tiene zonas verdes, cafés de diseño, alguna que otra tienda hippy y diners donde viejas rockeras de la contracultura como Chrissie Hynde anuncian hamburguesas veganas (el gran oxímoron gastronómico). Esas mismas edificaciones ya estaban en los sesenta, pero era un distrito de tradición obrera en San Francisco. Con vecinos ilustres: Janis Joplin residía en el 635 de Ashbury Street. La banda de rock Grateful Dead vivía en una comuna un poco más arriba, en el 710, con Neal Cassady, la figura en la que se inspiró Jack Kerouac para crear a Dean Moriarty, el protagonista de En el camino. Enfrente tenían su domicilio los Ángeles del Infierno, reaccionarios, violentos y defensores del intervencionismo en Vietnam, pero tan aficionados a las drogas como los hippies. A un paso, en Central Avenue, la calle que enlaza los parques de Panhandle y Buena Vista donde se celebraban conciertos gratuitos al aire libre, vivía Peter Albin, el bajista que formó Big Brother & the Holding Company, la banda de Janis Joplin.
“En realidad, nuestro Verano del Amor comenzó en 1966 en una comuna en Lagunitas, Marin County. Vivimos seis meses en una granja de verano. Venían artistas, otros músicos, escribíamos canciones y ensayábamos ocho horas al día. Janis montaba sus fiestas por la noche y las drogas eran naturales, pero estábamos allí porque buscábamos un lugar tranquilo para ensayar y descansar a nuestro aire. El ambiente en Marin County era muy permisivo. Los fines de semana cogíamos los bártulos y conducíamos hasta la ciudad para tocar en el Avalon o el Matrix”, recuerda Peter Albin (San Francisco, 1944), sentado en un céntrico bar de Union Square en San Francisco. Ha pedido un dry martini, luce sombrero de fieltro y me comenta casi presumido que oye mal del oído izquierdo. “Cosas del rock, ya sabes”.
El sonido de la Big Brother & the Holding Company, me cuenta, se facturó en aquella comuna. El los no eran los únicos que vivían en Marin County bebiendo leche recién ordeñada por las mañanas y whisky Southern Comfort por las noches. Los grupos de rock Grateful Dead y Quicksilver Messenger Service ocupaban otros ranchos, donde celebraban fiestas con olor a barbacoa y marihuana. Había barriles de LSD junto a la piscina donde eran habituales los Merry Pranksters, la comuna lisérgica del escritor Ken Kesey. Algunos, como el músico Peter Albin, estaban allí con sus hijos. En otoño de 1966, justo cuando el republicano Ronald Reagan era elegido gobernador de California y se prohibía el consumo hasta entonces legal de LSD, todos cruzaron el puente Golden Gate y se mudaron a Haight-Ashbury en busca del escenario experimental.
“Tocamos junto con los Grateful Dead en el Trips Festival que organizó Ken Kesey y que duró tres noches. Un show de luces estroboscópicas y música psicodélica donde unos y otros se pasaban recipientes enormes de helado con LSD. La audiencia superaba las 5.000 personas. Todo el mundo estaba muy colocado”, rememora Albin. —¿Usted también? —¡Yo no! —responde entre risas y mirando a Karen, su segunda mujer, a quien conoció en los ochenta y quien se ha unido a la cita—. ¡El helado nunca llegaba al escenario! Yo era el tipo estricto del grupo, el que se encargaba del negocio. Fumé marihuana alguna vez. Nada serio. Todos sabíamos que Janis había estado enganchada al speed un par de años antes y que se nos podía ir de las manos.
Con un Reagan que empezaba a arremangarse y el LSD perseguido, los hippies decidieron protestar de la única forma que sabían: organizando una fiesta. El Human Be-In de enero de 1967 fue el primer festival de rock de
En Haight-Ashbury se repartían drogas y LAS CHICAS PRACTICABAN sexo con extraños como muestra de generosidad
la historia y un adelanto de lo que se empezaba a conocer como Verano del Amor. Por el escenario portátil del Golden Gate Park pasaron Janis Joplin, Grateful Dead, Quicksilver Messenger Service y Jefferson Airplane. Pero también radicales de la Nueva Izquierda de Berkeley que recordaron que miles de ataúdes llegaban cada mes con caídos en la guerra de Vietnam, poetas ya consagrados como Allen Ginsberg, Michael McClure y Gary Snyder, Lawrence Ferlinghetti (editor fundacional de la generación Beat) y Timothy Leary (apóstol del LSD formado en Harvard). El cocinero de ácido Owsley Stanley proveyó de cantidades ingentes de LSD que se regaló a la audiencia. De la seguridad y los niños perdidos se encargaron los Ángeles del Infierno.
A las mejores mentes de la contracultura, políticos radicales e iconos de la nueva escena de rock psicodélico, se le sumó el sex-appeal mediático de los hippies. Lo dijo Paul Kantner, fundador de Jefferson Airplane: “Creamos una realidad alternativa donde vivir. San Francisco se había convertido en un lugar donde podías hacer cosas en lugar de limitarte a reivindicarlas”. Tras el Human Be-In, llegaron en junio el festival de música de Monterey (en California) y la publicación de Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band, de los Beatles, que globalizaron la psicodelia. Todo confluyó en Haight-Ashbury, donde los jóvenes de Norteamérica vieron una arcadia contestataria en la que se repartían drogas por la calle y las chicas practicaban sexo con extraños como muestra de generosidad.
Hunter S. Thompson retrató la si tuación de Haight-Ashbury con su peculiar punto de vista: “Ahora, con la l legada de la
cul tura de la droga, incluso los más veteranos del barrio aseguran que las calles están más seguras de lo que lo han estado en años”. De hecho, ya había una línea de autobús de Gray Line que incluía “Hippieland” en su recorrido y que era todo un éxito para los turistas que esperaban encontrarse con
El cocinero de ácido Owsley Stanley PROVEYÓ DE CANTIDADES ingentes de LSD que se regaló a la audiencia
un zoo humano. Vendía el recorrido como el único viaje al extranjero dentro de los límites continentales de EE UU.
Tom Wolfe, un dandi de traje blanco entre hippies descalzos, estuvo en Haight-Ashbury y escribió el Guernica de la contracultura de los sesenta, Ponche de ácido lisérgico, el libro que explicó a la sociedad americana el protagonismo de las drogas en el movimiento hippy. Junto con el Nuevo Periodismo desembarcaron también en San Francisco periodistas de Look, Life, Time, Newsweek, la CBS… HaightAshbury era el lugar en el que había que estar. Se puede ignorar un encuentro de 1.000 personas, pero no uno que vaticina la llegada de 100.000. El Verano del Amor se convirtió en un fenómeno mediático casi antes de su existencia. Las cadenas querían televisar en directo, entre drogas, música de los Beatles y pechos bronceados de rubias californianas sin miedo al orgasmo, el divorcio sonado de miles de jóvenes con la sociedad que habían creado sus padres.
Frente a los fuegos de artificio de las cadenas de televisión, Joan Didion vino para bucear en los bajos fondos del fenómeno hippy. Aquello no era una rebelión generacional tradicional. “Teníamos delante el intento desesperado, por parte de un puñado de chavales patéticamente desprovistos de recursos, de crear una comunidad en medio de un vacío social”, escribió en su crónica para The Saturday Evening Post, un dibujo crudo de HaightAshbury por donde vagaban jóvenes desnortados que creían en el ácido hasta el punto de dárselo a sus hijos de cinco años.
“Para mucha gente fue un momento radiante. Pero los que vivíamos en el barrio vimos cómo empezaron a llegar niños de todas partes de EE UU con promesas sin sentido de alojamiento, comida, marihuana y amor gratis, que buscaban formar parte de la escena sin saber cómo. Los medios los habían traído, —explica Peter Albin—. Venían sin dinero, sin zapatos, sin un lugar donde quedarse. En el barrio empezamos a preocuparnos y se movilizaron colectivos anarquistas como los Diggers”.
Así nació la Haight Ashbury Free Clinic. David Smith, un médico de 28 años del Hospital General de San Francisco que vivía en Frederick
Street en HaightAshbury, junto a una tienda que compaginaba la venta de donuts y cápsulas de LSD, abrió este centro de salud el 7 de junio de 1967 para atender la columna de emigrados internos que llegaban al barrio sin recursos ni seguro. Una de sus primeras pacientes fue Janis Joplin con una sobredosis de heroína. “A Janis le inyectamos naloxona, un medicamento que bloquea los efectos de los opiáceos”, recuerda hoy Smith en la sala de espera de la clínica. Por los ventanales entra el sol californiano y se ve a un grupo de turistas japoneses en Haight Street perseguidos por un neohippy con guitarra. El centro conserva su ubicación original en una casa victoriana de Clayton Street, esquina con Haight. Le muestro una foto al doctor Dave, como
le conocen en la consulta, firmada por el fotógrafo que mejor retrató el movimiento hippy en San Francisco, Jim Marshall. —¿Qué sucede en esta imagen? —Estoy en 1967 escuchando y hablando con dos jóvenes en el Golden Gate Park que acababan de ingerir LSD. Es lo que llamaba trabajo de campo.
Durante un tiempo, la DEA —la agencia que combate el narcotráfico en EE UU— le siguió los pasos por trabajos como este. Smith, quien luce sombrero de fieltro como el rockero Peter Albin y la insignia del comandante Spock de Star Trek en la solapa de la americana, está semirretirado a sus 77 años pero no se ha mudado del barrio. Hablamos de los beneficios artísticos del LSD en la música de los sesenta. Se levanta y me pide que le acompañe. Entramos a las salas de consulta y llegamos a la Bad Trip Room, una pequeña habitación muy luminosa donde trataban los malos viajes de LSD. En la pared se conserva inmaculado desde los tiempos del Verano del Amor el “Muro Psicodélico de la Fama”, como lo llama el doctor Dave. Un collage de imágenes y dibujos psicodélicos con buena parte del santoral de la contracultura que diseñó una chica mientras estaba puesta de ácido. “Esto es pura egiptología”, bromea mientras contemplamos la pared.
La Haight Ashbury Free Clinic también mantiene el espíritu de la contracultura y continúa atendiendo de forma gratuita y sin juzgar a los pacientes bajo la premisa de que la sanidad es un derecho universal, no un privilegio. Ha crecido hasta transformarse en el conglomerado HealthRIGHT 360. Durante medio siglo ha tratado las adicciones de estrellas del rock como Janis Joplin, Jerry Garcia o Carlos Santana, los malos viajes de ácido de los hippies y las enfermedades venéreas de homosexuales que evitaban su seguro médico para que sus familiares permanecieran engañados; también ha asistido a los sintecho de San Francisco y a los innumerables veteranos de guerra de Vietnam que regresaban de la selva enganchados a la heroína.
“Su filosofía fundacional, la sanidad como un derecho, pertenece al espíritu del Verano del Amor. Construimos la Free Clinic con rock and roll”, cuenta en alusión a los conciertos solidarios que financiaron su centro de salud organizados por el brillante promotor Bill Graham con la propia Janis Joplin y la Big Brother & the Holding Company, el Beatle George Harrison, Grateful Dead o Jefferson Airplane. “El primer día traté a más de 250 pacientes. En una ocasión invité a Timothy Leary, el gurú del LSD, para que conociera de primera mano las consecuencias de los malos viajes, pero no quiso venir. Desafortunadamente, el sueño psicodélico se transformó en una pesadilla y sufrimos una epidemia con las drogas”.
Janis Joplin, quien había ayudado a salvar la clínica y estaba viva gracias a David Smith, falleció de una sobredosis de heroína el 4 de octubre de 1970. “Cuando me llamaron para avisarme de que había muerto, pensé:
“A Janis Joplin le inyectamos NALOXONA, UN MEDICAMENTO que bloquea los efectos de los opiáceos” (David Smith)
‘¡Mierda!’ —me dice Peter Albin—. Pero no me sorprendió. Quizá no me esperaba que fuera en ese momento, durante la grabación del álbum y cuando estaba tan enamorada y parecía que se iba a casar, pero sabía que podía suceder. Abusó mucho de las drogas y el alcohol”.
Para finales del verano de 1967 los medios habían engordado tanto el fenómeno del Verano del Amor que el 6 de octubre los miembros del colectivo anarquista San Francisco Diggers celebraron el funeral por “El Hippy, el hijo predilecto de los medios de comunicación”.
Uno de esos Diggers era el actor Peter Cohon (Nueva York, 1941), quien a los 28 años pasó a ser conocido como Peter Coyote tras una experiencia con peyote en el desierto. Coyote se convirtió y saltó a la fama después de protagonizar el papel del científico en E. T., el extraterrestre. El intérprete ha rodado también con Sydney Pollack, Steven Soderbergh, Roman Polanski e incluso con Pedro Almodóvar en Kika. Pero entre 1965 y 1975 vivió en una comuna y lideró la escena contestataria de San Francisco. Del aquel Verano del Amor de 1967 Coyote recuerda hoy esta escena:
—Estaba apoyado en una farola de Haight Street cuando vi a una mujer esbelta, etérea, que vestía una chaqueta con flecos y tenía el pelo largo hasta la cintura, pómulos altos y unas piernas sin fin. Al pasar, se giró, me miró por encima del hombro y me lanzó una sonrisa por la que lucharía. Dejé mi rincón, me acerqué a ella y le extendí mi brazo doblado, que ella tomó. Caminamos unas cinco calles hasta llegar a mi casa sin hablar y pasamos la tarde haciendo el amor. No creo que se pronunciaran cuatro frases completas. Incluso hoy puedo recordar el olor de su piel.
Con los Diggers, Coyote intentó fundar una sociedad alternativa no materialista (que no antimaterialista, decían). Fue el colectivo que más se movilizó con la llegada masiva de jóvenes americanos a la meca hippie de Haight-Ashbury. Repartieron comida y LSD gratis en los conciertos del Golden Gate Park, celebraron procesiones para festejar la Muerte del Dinero, abrieron tiendas de ropa con letreros en la puerta donde se leía: “Usted no puede robar aquí porque todo es gratis. Se puede llevar todo el jodido almacén si le apetece”.
Cuando el Verano del Amor terminó, en parte por la exposición mediática, en parte por la epidemia de las drogas (“Entraron las drogas duras y las redadas policiales y los disturbios eran muy frecuentes. No era un sitio agradable para vivir”, me comentó Peter Albin), Coyote abandonó Haight-Ashbury con otros miembros de los Diggers para vivir en una comuna en los bosques del norte de California. Otros hippies formaron comunas rurales en Colorado y Oregon y otros jóvenes del éxodo simplemente retomaron el curso escolar o la universidad. La madrugada del 9 de agosto de 1969, Charles Manson enterró definitivamente la reputación del movimiento hippy cuando unos seguidores de su secta La Familia asesinaron brutalmente a la intérprete Sharon Tate y a cuatro personas más. La opinión pública asoció de inmediato a Manson y a su grupo de alucinados con la ingesta de drogas y el estilo de vida de los hippies.
—Hace tiempo que usted abandonó la comuna —le digo a Peter Coyote, quien ha sido ordenado sacerdote zen y se ha retirado del cine. Vive en una pequeña granja a hora y media de San Francisco.
—Sí, me fui. Si hubiera tenido acceso a una educación y sanidad gratuitas para mis hijos, todavía viviría en una. Pero no hay que olvidar el coraje de aquellos jóvenes para criar a sus hijos con su propio ingenio y sudor y hacerlo con alegría. —¿Qué legado quedó del aquel verano? —En el ámbito político, lo perdimos todo. No acabamos con el capitalismo, el imperialismo, el racismo o la guerra. Pero en el ámbito cultural, con unas raíces más profundas en la sociedad, lo ganamos todo: no hay un lugar en EE UU o Europa donde no se libre una batalla en defensa del medioambiente o donde no se reivindique la igualdad entre hombres y mujeres. Se han generalizado prácticas médicas y espirituales alternativas como la acupuntura y el budismo. Hay una preocupación por los alimentos orgánicos, y cuando la gente presta atención a lo que come, cuida la tierra, el aire y el agua.
La rebelión liderada por la juventud representó un renacimiento cultural. Para rescatarla de la desmemoria, la ciudad de San Francisco se ha volcado 50 años después con el aniversario del Verano del Amor y prepara varias exposiciones ( www.sftravel.com). “Exploramos el contexto cultural que colocó a San Francisco en el centro de una revolución social. Hay conexiones muy interesantes, como la creatividad que surgió de la experimentación con LSD y el desarrollo de la informática”, me cuenta el escritor Dennis McNally en la sede de la California Historical Society, donde ha comisariado la exhibición On the Road to the Summer of Love.
Algunos ideales de la contracultura siguen lejos de cumplirse en EE UU: la sanidad universal gratuita que reivindica la clínica de David Smith, por
ejemplo. Pero muchos de sus principios alternativos dejaron de ser contestatarios para convertirse en hegemónicos. Ese verano en San Francisco agitó América. “Fue una pieza teatral diseñada para desatar un diálogo fundamental sobre poder, dinero y clase, y quién poseía qué en la sociedad americana. Todavía estoy orgulloso de decir que soy anarquista. Que muchos de nosotros nos cortáramos el pelo y accediéramos a puestos de trabajo no significa que hayamos abandonado nuestros principios”, concluye Peter Coyote. �
“Aquel verano desató un diálogo sobre PODER, DINERO Y CLASE y quién poseía qué en la sociedad” (Peter Coyote)