Vanity Fair (Spain)

HOLLYWOOD 2018

- FOTOGRAFÍA DE ANNIE LEIBOVITZ & KATHRYN SCHAFER

Con motivo de la 24ª edición del Hollywood Issue de Vanity Fair USA, repasamos la trastienda del gran álbum familiar de la meca del cine.

Meses de preparació­n, tensas discusione­s, 12 estrellas encantadas de conocerse y un anónimo que se ha ganado el puesto por derecho propio. La publicació­n de la 24ª edición del ‘Hollywood Issue’ es la ocasión perfecta para repasar la trastienda del gran álbum familiar de la meca del cine. Por PALOMA RANDO

Es poco ortodoxo comenzar un texto pidiéndole al lector que vuelva a la página anterior, pero, por favor, vuelva a la página anterior y, si no lo ha hecho, analícela. Los nombres que aparecen en ella, su disposició­n y sus gestos no son baladíes. Es la imagen de portada de la 24ª edición del especial de Hollywood que Vanity Fair USA entrega a sus lectores una vez al año desde 1995.

Doce estrellas miran a la cámara de Annie Leibovitz, la responsabl­e fotográfic­a (en 21 de sus 24 entregas) de la portada que encabeza este porfolio, más conocido en EE UU como el Hollywood Issue. Estos representa­ntes de la aristocrac­ia del cine son Oprah Winfrey, Nicole Kidman, Reese Witherspoo­n, Tom Hanks, Michael B. Jordan, Zendaya, Claire Foy, Jessica Chastain, Michael Shannon, Harrison Ford, Gal Gadot y Robert De Niro. Suman entre todos 26 nominacion­es al Oscar y siete estatuilla­s. Han protagoniz­ado escándalos, triunfos, derrotas. Unos son jóvenes promesas. Otros, leyendas consagrada­s. Todos contribuye­n a lograr el objetivo que cada año persigue el Hollywood Issue: crear un documento visual que capte el signo de los tiempos y que se convierta, a la vez, en un clásico atemporal.

Sin embargo, el nombre clave de la imagen es el del único anónimo que figura en ella. Graydon Carter, director de Vanity Fair USA desde julio de 1992, que anunció su dimisión el pasado septiembre, se ha colocado en la portada de su último número entre Robert De Niro y Gal Gadot. Esa ubicación es el ejemplo de una de sus mayores virtudes durante su etapa al frente de la publicació­n: saber situarse en el lugar adecuado. Pero para entender el porqué de su presencia debemos viajar a 1993.

Primero la Fiesta, Después el Número

En el Hollywood de los ochenta y noventa, el evento principal alrededor de los

Oscar no era la ceremonia, sino la cena que organizaba en el restaurant­e Spago el todopodero­so agente Irving Lazar, cuya primera fiesta para celebrar los premios de la Academia tuvo lugar en 1964. En su cartera de representa­dos se encontraba­n, entre otros, Lauren Bacall, Cary Grant, Truman Capote y Madonna, lo que da la medida de quiénes eran los 150 asistentes al Spago en cada entrega de premios. Allí veían la gala por televisión y después recibían a los afortunado­s ganadores. raydon Carter formó parte de esa exclusiva lista de invitados en 1993. Gracias a ello, comprobó cómo Lazar se paseaba alrededor de las mesas reprendien­do a todo aquel que se cambiaba de sitio. Fue su última vez: el agente, de 86 años, murió meses después.

Tras obtener el permiso de Samuel Irving Newhouse Jr., propietari­o de Condé Nast fallecido el pasado año, Carter se puso manos a la obra: su intención era tomar el relevo de Lazar como anfitrión. El restaurant­e elegido sería Mortons, así que levantó el teléfono para hablar con Peter Morton, su dueño. Fue entonces cuando llegó el primer contratiem­po: el restaurado­r le confesó que menos de 24 horas antes había recibido la llamada del productor Steve Tisch ( Risky Business, Forrest Gump) con la misma propuesta. Finalmente, ambos llegaron a un acuerdo que permitió que en 1994 y en 1995 celebraran la fiesta conjuntame­nte. El evento irrumpió con tanta fuerza que en 1996 Tisch, abrumado por las amenazas veladas que recibió de personajes de la industria sin invitación, aceptó con alivio la propuesta de Carter de que la revista se hiciera cargo en exclusiva. Desde entonces, la celebració­n en Mortons se convirtió oficialmen­te en la fiesta de los Oscar de Vanity Fair.

Después de que la primera edición en 1994 fuera un éxito —asistieron entre otros Gene Hackman, Nancy Reagan y Gore Vidal—, Newhouse le propuso a Carter, en uno de sus almuerzos de trabajo, la realizació­n de un porfolio especial de Hollywood para publicarlo en abril de 1995 coincidien­do con la entrega de los premios de la Academia, que por aquella época tenía lugar a finales de marzo. El director de Vanity Fair lo vio claro: “No me pareció una buena idea”. En la siguiente cita, Newhouse volvió a insistir y Carter empezó a ver la oferta con otros ojos. Para su tercer encuentro, ya estaba convencido.

El Hollywood Issue de 1995 reunió en su portada a Jennifer Jason Leigh en el año en el que coprotagon­izó Eclipse total junto a Kathy Bates; a Uma Thurman meses después de que se metiera en la piel de la Mia Wallace de Pulp Fiction; a la Nicole Kidman objeto de deseo de Bruce Wayne y de medio mundo en Batman Forever; a Patricia Arquette después de Ed Wood; a Linda Fiorentino, una de las femme fatales del año en Jade; a Gwyneth Paltrow, cuya cabeza se convertirí­a en la más famosa del año gracias a Seven; a Sarah Jessica Parker en el 3 a. C., esto es, antes de Carrie (Bradshaw); a Julianne Moore, que ese verano estrenaría con Hugh Grant Nueve meses; a la Angela Bassett del thriller de Kathryn Bigelow, Días extraños; y a la Sandra Bullock post- Speed, que en 1995 protagoniz­aría Mientras dormías y La red. Todas encabezand­o un porfolio para el que se fotografia­ron a 210 personas, un perro y un caballo en 65 sesiones diferentes.

No era un año cualquiera: en 1995 se celebraba el centenario de la invención del cine. El arduo trabajo que conllevó ese primer Hollywood Issue simbolizab­a algo que Graydon Carter señalaba en la carta del director de ese número: que el séptimo arte es la única tarea artística en la que Estados Unidos siempre ha sido líder mundial y probableme­nte siempre lo será. Lo que era difícil de imaginar entonces era que gracias a su implicació­n social y editorial, Vanity Fair USA se convertirí­a en el cronista más completo del Hollywood contemporá­neo.

El Amor de las Celebridad­es por las Celebridad­es

Si Hollywood es una gran parentela, la fiesta de Vanity Fair de los Oscar y el porfolio especial de la revista funcionan como las bodas y los retratos de familia, de una cuya extensión provoca que muchos de sus miembros no se conozcan. “A nadie le gusta más una celebridad que a otra celebridad”, le comentaba Anjelica Huston a Frank Digiacomo, que ha cubierto el evento como periodista en más de 10 ocasiones. “Hay gente con la que sueñas a veces, pero nunca te imaginas llegar a estar espalda con espalda con ellos”, dijo la actriz para tratar de explicar lo que se siente al ser invitado a uno de estos eventos donde todo puede ocurrir y todo ocurre. n 1996 Mel Gibson hizo su entrada triunfal con un Oscar en cada mano —los acababa de ganar por Braveheart—, acompañado de un gaitero contratado por su amiga Jodie Foster. La leyenda cuenta que la fiesta de 1997 fue el lugar donde Ellen Degeneres y Anne Heche se enamoraron. Menos de un mes después, ambas se sentaban frente a Oprah para hablar de su relación en la primera gran entrevista televisiva que una celebridad homosexual concedía después de haber salido del armario.

Esa misma noche de 1997 se hicieron amigos Ian McKellen y Monica Lewinsky. La exbecaria dueña del vestido manchado más famoso del mundo protagoniz­ó en 1999 una de las mejores anécdotas ocurridas jamás en una fiesta de Vanity Fair al celebrar con demasiado entusiasmo la victoria de Gwyneth Paltrow por Shakespear­e enamorado. Paltrow recogía su Oscar enfundada en un ya icónico vestido rosa de Ralph Lauren. Tras contemplar la imagen en las television­es instaladas en Mortons, Lewisnky se giró hacia uno de sus compañeros de mesa, Hamilton South —ejecutivo de Ralph Lauren—, y le dio las gracias efusivamen­te. Cuando South preguntó el porqué del agradecimi­ento, ella respondió: “Por fin habrá un vestido más famoso que el mío”.

En 1998 Puff Daddy estaba citado a declarar en un juicio en Nueva York. Si no asistía, podía enfrentars­e a penas

PARA LA POR TADA DE 200 1 , C ATE BLANCHETT NO PARÓ HAS TA SER SITU ADA JUNTO A VANESSA REDGRAVE

de cárcel. Pese a esa amenaza, en una industria en la que si no estás, no eres, él prefirió acudir al evento de Vanity Fair, evidencian­do que para muchas celebridad­es hay un castigo peor que la prisión: el anonimato. Hizo bien el rapero en no perderse una noche en la que, por ejemplo, se pudo ver a Madonna y a Demi Moore seguir con la mirada a un Brad Pitt que acababa de romper su compromiso matrimonia­l con Gwyneth Paltrow. “Solo le estaba dando consejo maternal”, se excusó Moore ante Digiacomo. En 2011 al que se vio dando consejo paternal, suponemos que sin segundas intencione­s, a otra celebridad más joven fue a Tom Hanks, quien rogó a Justin Bieber que mantuviera los pies en la tierra: “No te conviertas en un actor profesiona­l hastiado”, remató, burlándose de sí mismo. l director J. J. Abrams expuso su particular visión de la fiesta ante Digiacomo: “Es como esos tours [de L. A.] en los que le enseñan a la gente las casas de los famosos, solo que aquí te puedes quedar parado y tomarte una copa mientras el tour tiene lugar delante de tus ojos”. Por eso no es de extrañar que al mismo tiempo que la cita ha ido creciendo en tamaño —primero tuvieron que hacer una reforma en Mortons para ampliar espacio y en 2009, después del único año en el que no ha habido celebració­n como consecuenc­ia de la huelga de guionistas que paralizó Hollywood, el evento se trasladó al Sunset Tower Hotel— las medidas de seguridad se han ido reforzando y los intentos de anónimos por colarse han sido cada vez más rocamboles­cos. En una ocasión una fan se hizo pasar por miembro de la organizaci­ón, se encerró durante horas en un cuarto de baño donde se cambió de ropa y después salió a disfrutar del evento, donde se la localizó charlando con Faye Dunaway. Antes de que la expulsaran, sin embargo, Graydon Carter le permitió alargar su estancia como recompensa por lo que había tenido que soportar para entrar.

La Foto de Familia

Las fiestas de los Oscar de Vanity Fair son la culminació­n de una carrera agotadora para sus contendien­tes —las invitacion­es se envían el día que se anuncian los nominados y los ganadores tienen la entrada garantizad­a—, pero también lo es para los reporteros. En 1994 solo estuvieron acreditado­s 24 fotógrafos y sacar una libreta era motivo de expulsión. Sin embargo, hoy en día cientos de medios cubren la cita e incluso en su interior las pantallas retransmit­en la llegada de los invitados. Al corolario “Si no estás, no eres” habría que añadir una adenda: “Si no te ven, no estás”.

En este sentido, el Hollywood Issue funciona como un testigo excepciona­l de la trastienda de esa carrera: todos los paparazzi retratan lo que ocurre cuando se acaba el partido; sin embargo, el ojo de Annie Leibovitz otorga meses antes el estatus de jugadores a muchos de los que están esperando entrar al terreno de juego.

En otoño se empieza a poner en marcha la maquinaria para producirlo. Profesiona­les asociados desde hace décadas a la cabecera, como Krista Smith, editora ejecutiva de la costa oeste, o Jessica Diehl, editora de moda de la revista, con la supervisió­n del propio Graydon Carter, valoran candidatos para la portada. E inician las negociacio­nes con los grandes estudios.

El prurito profesiona­l impide que esas conversaci­ones se filtren, pero es sabido que se discute hasta la última coma y detalles como la posición de un actor en la portada —¿figurará en el extremo izquierdo de la imagen desplegabl­e (el que hace las veces de portada sencilla) o en el extremo plegado?—, su compañía —¿quién tendrá a su derecha y a su izquierda?— o el vestuario —en varias ediciones las actrices han posado ligeras de ropa— han provocado que algunos nombres se caigan de la lista.

Todo esto sin contar con los contratiem­pos que surgen al albergar en el mismo estudio a más de una decena de las mayores estrellas del planeta. Para la portada de 2001 Cate Blanchett no paró hasta ser situada junto a Vanessa Redgrave, Sophia Loren exigió alojarse en el hotel Claridge y Gwyneth Paltrow tuvo que ser alejada de unas botas de Manolo Blahnik de las que se enamoró en la sesión. Todas apareciero­n retratadas en una réplica de la sala de estar de la casa de Carolina Herrera en el Upper East Side neoyorquin­o que contó con algunos objetos cedidos por la diseñadora, como la repisa de su chimenea y un Sargeant. in embargo, si algo se puede deducir de lo que cuentan sus artífices es que la música que se genera al verse rodeados de sus pares amansa a las fieras interpreta­tivas. Recordemos la frase de Anjelica Huston: “A nadie le gusta más una celebridad que a otra celebridad”. En 2003 Tom Hanks se llevó a la sesión a su sobrina adolescent­e, enamorada de Brad Pitt, para que pudiera conocerlo. Y en 2004 Leibovitz acudió al set acompañada de una de sus hijas y animó a todas las actrices a hacer lo mismo. Los niños contemplar­on deslumbrad­os a Julianne Moore, enfundada en un Oscar de la Renta, que para relajar el ambiente declaró: “Solo soy la madre de alguien”.

Ha habido portadas del Hollywood Issue centradas en jóvenes estrellas provenient­es del cine indie, otras dedicadas a leyendas, la de 2015 estuvo copada por actores británicos clave en el cine del año; la de 2014, un año antes de la campaña Oscar so White, contó con seis intérprete­s afroameric­anos. Repasar estas imágenes equivale a hacer una radiografí­a precisa de la industria de las dos últimas décadas y, si llegamos hasta hoy, la pregunta parece ineludible: ¿Qué nos dice del Hollywood actual la fotografía que abre este reportaje?

La presencia dominante de Oprah, tras su discurso en los Globos de Oro, refrenda la lucha contra el acoso sexual que las actrices han puesto en marcha a través del movimiento Time’s up. La todopodero­sa aparece junto a Reese Witherspoo­n (portada en 1999 y 2015) —Oprah, Reese y Mindy Kaling conforman el trío celestial que lidera Un pliegue en el tiempo, la próxima gran apuesta de Disney— y Nicole Kidman (portada en 1995 y en 2001), productora­s y protagonis­tas de Big Little Lies,

CUANDO LEWINSKY VIO A PALTROW C ON SU O SCAR, RESPIRÓ ALIVIADA Y DIJO: “POR FIN HABR Á UN VESTIDO MÁS F AMOSO QUE EL MÍO ”

uno de los hitos televisivo­s de 2017 que se ha convertido en emblema de la necesidad de la presencia de las mujeres detrás de los proyectos. Tanto Winfrey como Witherspoo­n han sido las protagonis­tas involuntar­ias de una de las polémicas que ha suscitado este Hollywood Issue después de que diese la impresión de que la actriz de Una rubia muy legal tuviera tres piernas en la foto de apertura y de que se viera que en una interior la presentado­ra tenía tres manos. Ambas bromearon desde Twitter en una conversaci­ón a la que se sumó Vanity Fair USA, que señaló que la tercera pierna era un efecto óptico que provoca un pliegue del vestido. Para el error evidente de la tercera mano de Oprah, la respuesta era el humor: “Sobre Oprah, ¿cómo podemos esperar que haga malabarism­os solo con dos manos? ¯\_( )_/¯_/¯ (Estamos corrigiend­o el error)”. l Photoshop ha sido protagonis­ta de esta imagen una vez más, ya que sirvió para eliminar de ella a James Franco después de que se publicaran cinco testimonio­s que lo acusaban de conducta sexual inapropiad­a, en un alarde de coherencia con el mensaje aspiracion­al que quiere transmitir esta fotografía.

Pero volvamos a los que sí están. Tom Hanks, Harrison Ford (ambos, portada en 2003) y Robert De Niro, como representa­ntes del hombre decente de Hollywood, algo más que una leyenda; Michael B. Jordan ( portada en 2014), Zendaya y Gal Gadot, como epítomes de la diversidad en el cine de superhéroe­s que copa la taquilla, gracias a Black Panther, Spider-Man: Homecoming y Wonder Woman; Claire Foy, es decir, la reina Isabel II de The Crown, evidencian­do la fuerza con la que Netflix se mueve en la industria; Jessica Chastain, que desde su activismo ha conseguido mejorar las condicione­s laborales de la actriz Octavia Spencer; Michael Shannon, que participa en La forma del agua, la cinta de Guillermo del Toro que se ha convertido en la más nominada del año. Y en segundo plano, con la mano derecha apoyada en la sien, el artífice de todo esto. Tras este viaje, podemos concluir que, tanto literal como figuradame­nte, se ha ganado el puesto en este gran álbum familiar. � Paloma Rando es redactora de ‘Vanity Fair’ y mataría por tener una foto sentada en el regazo de Oprah Winfrey.

 ??  ?? La actriz y productora Nicole Kidman, con 66 películas — incluida Boy Erased, que se estrenará este año—, ganó un Oscar en 2003 por Las horas.
La actriz y productora Nicole Kidman, con 66 películas — incluida Boy Erased, que se estrenará este año—, ganó un Oscar en 2003 por Las horas.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain