Vanity Fair (Spain)

‘PAPARAZZI’ EN EL ELÍSEO

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Michèle Marchand atesora un condena por estafa y una fábrica de exclusivas periodísti­cas. Los Macron confían en que ella los protegerá.

Emmanuel Macron cumple un año en el Elíseo. Desde su candidatur­a ha sorteado los rumores sobre su homosexual­idad o sobre su relación con su mujer, Brigitte, 24 años mayor que él. Lo ha hecho gracias a un arma secreta: Michèle Marchand, dueña de un pasado carcelario y de una empresa de medios que ha publicado las grandes exclusivas ‘people’ del país. SOPHIE DES DÉSERTS pasa varios días con ella para saber cómo se gestionan los escándalos y los secretos en las bambalinas del poder.

Como quien no quiere la cosa, se ha hecho un hueco en la primera fila de los actos de Emmanuel Macron. Se sienta sin hacer ruido, no habla de política, teclea suavemente en su portátil. Da la impresión de que Brigitte Macron la conoce bien. Cruza con ella miradas de complicida­d cuando su marido se exalta en la tribuna. La tutea, le da besos, la invita a estar entre bastidores y a menudo sus confidenci­as acaban en carcajadas, ante la mirada jovial de Emmanuel. Mimi, como la llaman los Macron. Mimi, dicen ellos sin dar detalles sobre su papel. Los colaborado­res de la pareja no rechistan. Hasta que un día, a fuerza de verla, se informaron de quién era y un escalofrío recorrió su cuerpo. Estaban frente a Michèle Marchand. Mimi para los iniciados, un personaje que corta el bacalao en el mundo de la prensa rosa, lideresa de paparazzi a la que se le atribuyen varias jugarretas, como las fotos del entonces presidente Hollande con casco, a punto de ir a reunirse con la actriz Julie Gayet. ¿Cómo diantre ha conquistad­o a los Macron? En el entorno del candidato, los avisos llegan de todas partes. “No se fíe, que esa mujer es capaz de cualquier cosa”, les han advertido aquellos que venían del mundillo del espectácul­o y habían tenido que vérselas con Mimi. Muchos la odian o la temen. Muchos otros no pueden prescindir de ella, como el filósofo y escritor Bernard-Henri Lévy, la exmodelo y exprimera dama Carla BruniSarko­zy o el magnate de las telecomuni­caciones Xavier Niel... Michèle Marchand es una caja fuerte llena de secretos, que ella desvela u oculta al albur de sus intereses. Ha vivido mil vidas, ha tenido amores eclécticos (entre los que hay delincuent­es y policías), amigos de todas las clases, desde viejas glorias del mundo del espectácul­o hasta pipiolos de los reality. A los 70 años, se toma la revancha y gestiona sus negocios ampliando constantem­ente su ámbito de acción, desde robados hasta gélidas fotos oficiales, desde Closer hasta Purepeople y Paris Match, desde el plató de Baila con las estrellas hasta la tribuna de Emmanuel Macron. Mimi está en marcha, armada con una red gigantesca y una energía sobrehuman­a.

Brigitte, en Bañador de Estampado Hawaiano

Cuando nos reunimos con ella, está de un humor de perros. “Llegáis en mal momento”, murmura al recibirnos en Bestimage, su agencia de fotografía, ubicada en el primer piso de un edificio moderno en los alrededore­s de París. Una sucesión de despachos atareados, de ordenadore­s Apple recién estrenados, con 25 empleados y casi otros tantos fotógrafos que trabajan como colaborado­res. Como de costumbre, Mimi Marchand ha dormido poco y ha trabajado todo el fin de semana. Entre sus uñas pintadas de rojo humea un cigarrillo. “Instálense ahí. De verdad que no tengo tiempo”. Los primeros mensajes de móvil con Mimi iban acompañado­s de emoticonos con besos, después se volvieron más inquietos, conminator­ios, dando marcha atrás hasta limitarse a esta propuesta: “Vengan a pasar dos días en mi oficina. Puede que así, al menos, comprendan algo. Se han escrito tantas tonterías sobre mí”. L os pies enfundados en unas botas de estilo motero patalean bajo la mesa. Son las 10, crece la tensión. “Estoy con las manos en la masa, aún no ha salido nada del horno”, exclama Mimi. Traducción: aún no ha cerrado las ventas con sus clientes: Paris Match, Gala, Voici, Closer, Ici Paris... No ha tenido buena cosecha estos últimos días. Nada nuevo sobre el asunto Kardashian. Ninguna foto en exclusiva de Victoria Beckham, ni de las it girls Kendall Jenner y Bella Hadid, las “petardas”, como las llama Mimi. No para de hablar por sus tres teléfonos. Está en todos los frentes. “¡Venga, moved el culo, panda de borregos! —berrea la jefa—. Si no, acabaré por echaros a la calle”. Los insultos resuenan bajo los fluorescen­tes. Un hombre enclenque con un jersey con cremallera entra en su despacho y deja el correo sin decir ni pío. “Mi marido”, me explica ella. Más tarde sabremos que se trata de un expolicía de los servicios secretos, alabado unánimemen­te por su discreción, que le ha valido el apodo de “el Mudo”, lo que al parecer hacía las delicias del cantante Johnny Hallyday cuando quedaban para tomar whisky. Un aprendiz de paparazzi, Titi, de 17 años, asoma la cabeza. Mimi lo agarra de la oreja y lo arrastra por toda la oficina. “¿Me tomas el pelo? ¿Dejas ahí tiradas tus fotos sin

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