LA GALLETA DE LA FORTUNA
Mónica Gómez-Cuétara, descendiente de los fundadores del imperio de las galletas María, es asesora de imagen. Y muy discreta.
Llevaba seis meses trabajando en la isla de Cozumel cuando hace un año lo dejó todo por amor y se vino a Madrid. “Me enamoro con facilidad”, afirma risueña Mónica Gómez-Cuétara, descendiente del imperio alimenticio Cuétara, mientras exhala con elegancia el humo de un purito. Fue entonces cuando su relación con el dueño de Pronovias, Alberto Palatchi, saltó al papel cuché y puso su nombre en el mapa. “Nos conocimos trabajando. Es un crack, un tío con una cabeza admirable”. Desgraciadamente, la relación no duró. “Las cosas no son tan fáciles”, asegura esquiva, sin querer añadir más información. Hasta entonces, la hermana de Silvia Gómez-Cuétara — viuda del empresario Luis García Cereceda, dueño de La Finca, y actual pareja de Juan Antonio Pérez Simón, mano derecha del millonario Carlos Slim— había llevado una vida anónima; como el resto de sus seis hermanos (salvo Silvia), quienes viven entre EE UU, España y México.
La nieta de uno de los fundadores de la galletas María, Juan y Florencio Gómez-Cuétara, e hija del creador de los aperitivos Risi (“Pajitas, gusanitos, palomitas infladas… En casa siempre estábamos probando productos nuevos”) nunca se dedicó al emporio familiar. “Soy asesora de imagen”, explica. Entre sus clientes hay altos ejecutivos, grandes empresarios, miembros de la realeza europea y hasta un astro del fútbol de familia numerosa. Aunque arrancarle un nombre resulta imposible. “Firmo contratos de confidencialidad”, confía mientras enciende su segundo purito.
En los noventa Mónica creó una escuela de personal shopper — que terminó vendiendo a una alumna— y trabajó en la cadena de supermercados Continente —” Diseñaba ropa de bebé”— y en Carrefour —“En las secciones de hombre, hogar y niño”—. Finalmente dio el salto a El Corte Inglés, donde montó un departamento de compradores personales. Pero a principios de 2000 lo volvió a dejar todo por amor. Su exmarido, el economista Juan Miguel Pérez Irizaque, quiso probar suerte en Miami. “Y allí me fui con mis tres hijos”. El mayor, Chete, ha heredado el espíritu emprendedor de la familia y ha montado una empresa de motos personalizadas en Miami; la niña, Kika, reside en París y su meta es trabajar para Naciones Unidas; el pequeño, Diego, es una apasionado del deporte y estudia en el CIS con Froilán. “Ellos son mi verdadera fortuna”, asegura.