EL GRAN DISPARADOR
Tras 30 años fotografiando a grandes figuras de la cultura popular, Mark Seliger recopila sus mejores retratos.
Es tan esbelto y elegante como una botella de cerveza Lone Star. Se muestra tan imperturbable como una salamandra del desierto. Su educación sureña, adquirida en la localidad de Amarillo, en la que pasó la infancia, deja cautivados a todos sus interlocutores, al igual que su sonrisa, tan amplia e irresistible como la de los personajes de Epi y Blas. Hablamos de Mark Seliger, el generoso retratista de celebridades que colabora con Vanity Fair, GQ y Rolling Stone, revista para la que fue el fotógrafo de cabecera durante 15 años. Y en este mes de mayo la editorial Abrams publicará Mark Seliger Photographs, una retrospectiva en la que se recogen 30 años de trabajo dedicados a captar lo inmaterial.
El talento de Seliger radica en su capacidad de revelar nuevos aspectos de personajes sobreexpuestos, toda una proeza que consigue de forma reiterada: logra reproducir el brillo interior del sujeto. Igual que los mejores artistas y periodistas, obtiene el control de la situación con palabras amables. Más allá de su “talento artístico y técnico —declara el actor John Slattery, que ha posado varias veces para él—, Seliger destaca por su empatía, su inteligencia emocional”. “Mark tiene un alma increíble”, añade la bailarina Misty Copeland, que explica que en las sesiones de fotos, “él se limitó a observar y me dejó ser yo”. Efectivamente, Seliger convierte esas sesiones en un encuentro entre dos personas, tras el cual los retratados se quedan con la sensación de que el fotógrafo es un amigo al que hacía mucho que no veían y con el que querían quedar, aunque no habían podido encontrar el momento.
¿El resultado? Cuando una revista tiene que fotografiar a un personaje de primerísima fila suele recurrir a sus servicios. Para obtener un tono extravagante e irreverente como aquella en la que aparece el rostro sin cuerpo de Kurt Cobain en medio de una serie de cabezas de muñecas decapitadas. Al mismo tiempo, Seliger, que es adicto a la fotografía, nunca ha dejado sus proyectos secretos y personales (sobre supervivientes del Holocausto, hombres y mujeres transgénero...); una selección aparece en el libro.
Sorprendentemente, Seliger también es un guitarrista y cantautor espléndido, y toca country rock en un asador de Nueva York. Sus canciones se parecen a sus fotos: son audaces, originales, y están tan pulidas que deslumbran. “Al repasar las páginas del libro, veo a las personas, no el proceso”, dice el cantautor Lyle Lovett. “Observo lo que Mark ve en estas personas, las contemplo a través de la bondad de su mirada, y mi imaginación se echa a volar... Veo también cómo confían en él”.