Vanity Fair (Spain)

EL RUIDO Y LA FURIA

El futbolista más misterioso y controvert­ido, Karim Benzema, nos habla hasta de Rihanna.

- Por PALOMA SIMÓN

Para entrar en la casa de Karim Benzema (Lyon, 1987), hay que descalzars­e. Dejar las zapatillas en el recibidor. Las suyas se apilan en la escalera que da acceso al garaje. En la pared, fotos del jugador con Cristiano Ronaldo y con Gareth Bale. Sus socios en la BBC —Bale, Benzema, Cristiano—, la terna que tantas alegrías ha dado (y da) a la afición madridista.

Lo de las zapatillas es el toque más personal de esta mansión minimalist­a con vistas a la sierra de Madrid decorada con aparatosas lámparas de diseño y carísimas mantas de Hermès en los sofás. Sentadas, Cora Gauthier, la pareja del futbolista a quien su representa­nte, Karim Djaziri, me presenta como “su esposa”, y Nafissa, una de las cinco hermanas del delantero (que tiene además tres hermanos). Gauthier, modelo, habla “un poquito de español”. Con ellas, los dos hijos de Benzema, Mélia, de tres años, e Ibrahim, de nueve meses. “No tienen colegio, están de vacaciones”, me aclara Nafissa. Además de Benzema y de Djaziri, hay un tercer Karim en la escena. Nada más y nada menos que su íntimo amigo Karim Zenati, el hombre al que han acusado de ser “la perdición de Benzema” al implicarlo en un caso de extorsión sexual a un compañero de selección, Mathieu Valbuena. —Hola, soy Karim —se presenta el jugador. Benzema acaba de llegar de Valdebebas, el complejo deportivo donde entrena el Real Madrid. Allí transcurre buena parte de su vida. “Yo voy de casa a Valdebebas y de Valdebebas a casa”. No vive en La Finca, la exclusiva urbanizaci­ón en Pozuelo de Alarcón donde tendría a Cristiano Ronaldo como vecino, porque “me tomaba 30 o 40 minutos cada mañana para ir allí”. Hace año y medio que se mudó a Ciudalcamp­o, una colonia discreta en la carretera de Burgos. Su presencia no parece impresiona­r a sus vecinos, señores de mediana edad que salen a dar el paseo matutino por sus calles semidesier­tas este lunes soleado pero gélido típico del invierno madrileño. Benzema apenas sale de Ciudalcamp­o para cenar sushi en algún restaurant­e de la capital. “Dejar de comer todo lo que quiero es el mayor sacrificio que he hecho”, reconoce. Su peso suscitó durante años encendidos debates entre el madridismo y la prensa deportiva.

La polémica acompaña a Benzema desde que desembarcó en Madrid hace nueve años. Su forma física, sus incidentes al volante o los escándalos sexuales en los que se ha visto envuelto copan los titulares de la prensa. También sus victorias. En una década ha forjado una relación de amor y odio con el madridismo. Para bien y para mal, Benzema es un “nueve” diferente. “Sería mejor delantero con los mismos defectos pero con menos virtudes. Gastar energía para moverse entre líneas, apoyar a compañeros en problemas, ser literalmen­te una pared para el delantero que llega y dejarlo solo en el área. Es un futbolista impresiona­nte que juega mejor los partidos dos días después, cuando en el resumen de sus actuacione­s se observa que casi todo lo hace bien y hace buenos a los que pasan a su lado”, me dice otro madridista, Manuel Jabois. Para el periodista, Benzema es un futbolista de culto. “¿Yo?”, se pregunta entre risas cuando se lo comento. “En el campo pienso mucho. Es como si tuviera un ordenador en la cabeza, antes de tocar el balón necesito ver qué pueden hacer los otros. Y la grada es la grada. Es parte del fútbol”, dice casi a modo de excusa.

Benzema despuntaba en el Olympique de Lyon cuando fichó por el Real Madrid en 2009. La temporada anterior había sido el máximo goleador de la liga francesa, con 20 tantos. Lo nombraron jugador del año. El presidente del club, Florentino Pérez, se desplazó personalme­nte a Bron, el suburbio conocido como el Bronx de Lyon, donde vivía el futbolista. Un gesto que solo ha hecho por Benzema. “Hace mucho tiempo de eso —evoca el protagonis­ta—. Yo estaba fuera y mi agente o mi padre, no recuerdo bien, me llamó para decirme que tenía que volver enseguida. ‘Florentino Pérez está aquí’, me dijeron. El presidente que había fichado a Ronaldo, a Zizou, a Los Galácticos. Fue un sueño encontrarm­e con un hombre como él. Tranquilo, muy simpático. Me preguntó si quería jugar en el Madrid y yo le contesté que sí. Le di mi palabra. Y ya está”. La operación se cerró por 35 millones de euros. En septiembre Benzema renovó su contrato con el Madrid hasta 2021. Según el diario deportivo Marca, su nómina asciende a 7,5 millones de euros anuales y su cláusula de rescisión, a los 1.000 millones de euros. Cuenta con el respaldo incondicio­nal de la plantilla, de parte de la afición, de Pérez y del entrenador, Zinedine Zidane.

Musulmán practicant­e, Benzema reza el Corán 10 minutos antes de salir al campo. “No es una cuestión de religión, lo hago porque me siento bien. Hay a quien le gusta hablar de estos temas, pero yo prefiero mantenerlo en privado”. Su abuelo llegó a Francia desde la Cabilia argelina, la región bereber del norte del país africano, en 1950. El barrio donde nació Karim, Bron, figura desde 2012 entre las zonas de seguridad prioritari­a registrada­s por Manuel Valls, el entonces primer ministro. La tasa de paro entre los jóvenes

“DEJAR DE COMER TODO LO QUE QUIERO ES EL MAYOR SACRIFICIO QUE HE HECHO”

alcanza el 30%. Karim Benzema esquivó a su destino gracias al fútbol. Su madre, Malika, hacía de guardameta cuando él empezó a dar patadas al balón con apenas tres años. El barrio forjó su carácter introverti­do. “Soy un chico reservado cuando no conozco a la gente, es verdad. Al principio soy cerrado. Eso no se puede cambiar”. —¿Es así porque han traicionad­o su confianza? —No. En mi barrio las cosas funcionan así. De niño te fijas en los mayores, y ellos son así. Incluido mi padre.

Hafid Benzema ha desempeñad­o un papel clave en su carrera. Cuentan que fue quien lo puso a dieta de pequeño, cuando detectó sus habilidade­s con el balón, y le inculcó los ejemplos de Ronaldo y Zidane. “La exigencia era muy alta. Tenía que estar detrás de mí para que no bajara el nivel ni saliera con mis amigos. Ahora es bueno conmigo. Yo no voy a ser como él con mis hijos”, confiesa entre risas.

A los 15 años, el joven Benzema fichó por el Olympique de Lyon. Tuvo que separarse de su familia de forma abrupta. Sobrellevó la soledad escuchando casetes y viendo una y otra vez una cinta de VHS con los mejores momentos de su ídolo, el brasileño Ronaldo, en el F. C. Barcelona. La sensación se repitió cuando llegó al Real Madrid. “Estar solo aquí fue muy difícil. No hablaba nada de castellano. Apenas salía del hotel. Madrid, en comparació­n

con Lyon, me resultaba demasiado grande”. Aun hoy lo que peor lleva es la pretempora­da, cuando el equipo viaja al extranjero a preparar la Liga. “Me cuesta estar tres semanas sin ver a mi familia. Por eso el resto del año solo voy del entrenamie­nto a casa”.

Benzema no pierde el tiempo y este reportaje coincide con la grabación de un documental para Adidas en la casa del delantero. La entrevista se realiza en el único momento en el que puede responder las preguntas: la sesión de fisioterap­ia. Tumbado sobre la camilla y en calzoncill­os —blancos y de Versace—. Juan Muro, su fisioterap­euta desde que recaló en Madrid y una de las personas que mejor lo conoce, ejerce de improvisad­o traductor de algunas preguntas. “Es que hablas muy deprisa, no te entiendo”, bromea el delantero. Es cercano. Simpático. Habla castellano con fuerte acento francés. Tiene encanto. Sorprende su estatura y lo que algunos periodista­s deportivos califican como “pachorra”. Solo le preocupan el equipo, su familia y ganar títulos. La pequeña Mélia, fruto de su relación con la enfermera Chloé de Launay, con quien rompió en 2015,

“A LOS 23 AÑOS, EN MADRID VI QUE O ME DIS

asiste a la sesión ataviada con un vestido de tul y zapatillas de Hello Kitty. Karim para de tanto en tanto para cogerla en brazos. La imagen paternal que transmite en su cuenta de Instagram ante sus 22 millones de seguidores es absolutame­nte fiel a la realidad. Su esposa, Cora, que viste camiseta rosa, vaqueros ceñidos, deportivas y un impresiona­nte anillo de diamantes de varios quilates en su mano, anota las marcas de las prendas que luce su pareja en las fotos. “Ella tiene estilo y a veces me dice qué debo ponerme. Me gusta la moda”, admite Benzema. Cora lleva en brazos a su hijo Ibrahim, un bebé robusto que aparenta más de nueve meses.

Benzema fue padre por segunda vez el pasado verano. La noticia pasó casi desapercib­ida entre los medios. No quiere responder a la pregunta de si ha contraído matrimonio con Cora. Los rumores apuntan a que se casaron en secreto en Londres a principios de 2017. “¿Y qué pasa? —dice entre risas—. Es una cosa privada. Soy así desde pequeñito, no me gusta salir en la televisión, para mí es tontería eso (risas). Tengo mi círculo, con mi familia y mi gente. Para ellos también es mejor. Imagínate si, con tres años, te pasas la vida con una cámara detrás. Puedes perder la cabeza”. Estalla en carcajadas cuando le pregunto cómo conoció a Cora. “Cómo sois las mujeres”.

—¿Qué es más difícil, jugar en el Madrid o criar a un hijo? —Para mí, las dos cosas son fáciles. —¿Qué valores de su infancia transmite a sus dos hijos?

—De momento, ninguno. Son pequeñitos. No van a tener la misma niñez que yo. El mundo ha cambiado mucho. Mélia tiene tres años y ve la televisión, tiene iPad, teléfono… Antes eso no pasaba.

—Para triunfar en un mundo tan exigente como el del fútbol, ¿qué es más importante, el talento innato o la disciplina?

—No hay uno sin el otro. Yo tengo ambos. A los 23 años, en Madrid, me di cuenta de que si no me disciplina­ba me tendría que volver a Francia.

Ese año —2012— fue uno de los mejores de su carrera. Marcó 53 goles.

Santiago Bernabéu. 21 de enero de 2018. El Real Madrid se enfrenta a la Real Sociedad. Gana 5-2. La grada despide a Karim Benzema con una sonora pitada. Cristiano Ronaldo pide silencio a la afición. Karim Djaziri concede una entrevista al diario Marca en la que lamenta los abucheos y advierte: el delantero no se va del club. “Siente que los verdaderos aficionado­s del Madrid están con él. Karim va a demostrar que merece su apoyo”. Cuenta

con el del técnico. “El que cuestiona a Karim no tiene ni idea de fútbol”, dice Zidane. Dos meses después Benzema abandona el césped aclamado tras ser sustituido en el encuentro entre el Girona.

—Es usted un caso atípico, un delantero que prefiere dar un pase de gol a marcarlo. En su vida, ¿prefiere formar parte de algo a protagoniz­arlo?

—No, no es eso. Yo juego al fútbol. Para ayudar a mis compañeros siempre y para ganarlo todo. Si veo que puedo pasar para que otro marque, lo hago; si creo que puedo hacerlo yo, tiro. Me da igual que mi nombre esté siempre en los periódicos, eso no significa nada. Cuando juego, corro, toco el balón. En mi vida me gusta darlo todo para que la gente se sienta bien.

—¿Lee lo que se publica sobre usted? ¿Es tan inmune a las críticas como parece?

—No leo nada. Mi familia sí. A veces, si sale algo negativo, me mandan un mensaje. No es que me dé igual que hablen mal de mí, pero yo soy justo. Cuando hago un partido malo, no necesito leer la prensa para saberlo. Lo que no me gusta es que me ataquen cuando juego bien, por el equipo, aunque no marque. —¿Qué le pasa por la cabeza cuando lo pitan? —Pienso solo en el fútbol y en mi familia. Yo juego para esa gente que sé que valora lo que hago en el campo. Los que van al estadio a pitar, pitan. No voy a cambiarlos.

—Apenas ha concedido entrevista­s en España. ¿Cree que por eso ciertos periodista­s se han tomado más libertades a la hora de criticarlo?

—A los grandes jugadores siempre nos critican. Vendemos periódicos. —¿Cree que la denominaci­ón BBC ha sido perjudicia­l? —Mucha gente olvida las cosas en seis meses o en un año. Bale y yo fuimos la delantera más rápida y goleadora del mundo. Ahora resulta que somos malos. En un club como el Madrid es lo habitual. Pero con Bale y con Cristiano he vivido unos años muy bonitos. Me gustaría pasar a la historia por haber formado parte de la BBC.

—¿Alguna vez habrá leído algo que haya hecho que se lo lleven los demonios?

—Claro, que tenemos que cambiar la BBC. Esa decisión correspond­e al entrenador. Y yo tengo toda la confianza de Zizou.

También de Florentino Pérez. “Está conmigo en los momentos buenos y en los malos. Yo sé que es mi presidente, pero para mí es como de la familia. Lo siento así. A Zizou lo conocí antes de que se convirtier­a en mi entrenador y la relación es distinta”.

—¿A qué momentos malos se refiere?

— Creo que fue en 2010, 2011. “Karim está muerto”, dijo Marca en su portada. Florentino me llamó. Me dijo: “Tranquilo, no pasa nada”. La segunda vez fue la cosa del chico en Francia, de Valbuena. Después de pasar un día en la cárcel, regresé a Madrid muy triste. Florentino me esperó en Valdebebas para hablar conmigo y me dio todo su cariño. Fue muy positivo para mí.

En octubre de 2015 saltó a los medios la presunta implicació­n de Benzema en un intento de chantaje a Mathieu Valbuena, su compañero de Selección. Unos individuos habían exigido a Valbuena 150.000 euros a cambio de no divulgar un vídeo de contenido sexual. Poco después Benzema lo abordó en una concentrac­ión de la Selección de Francia. Según Valbuena, le dijo que pagara, colaborand­o así con los chantajist­as; Benzema asegura que actuó de buena fe y solo pretendía ayudar a su amigo a zanjar el tema. El affaire aún colea. En julio el Tribunal Supremo aceptó el recurso de Benzema para reexaminar el caso. La Justicia también ha levantado el control judicial sobre él que, entre otras cosas, le prohibía contactar con otro de los inculpados, su amigo que hoy se pasea por aquí, Karim Zenati. El pasado 17 de marzo Valbuena concedió una entrevista a Le Parisien. “Si me cruzase con Benzema en el campo de fútbol, no tendría problema en darle la mano”, decía el jugador. “Guárdate esa mano”, respondió el madridista en su cuenta de Instagram. Es el penúltimo capítulo.

Zenati se me acerca: “Vivo en Lyon, pero vengo a menudo a Madrid a ver a Karim”. Como declaró en una entrevista en Le Monde en 2015, se conocen desde los cuatro años. “Mi historia con Karim es muy bonita. Él me ayudó a salir de la miseria”. Él es uno de sus “cinco o seis” amigos de la infancia. “Los mismos desde pequeñitos. Siempre hacemos cosas juntos”, admite el jugador. —¿Tener amigos es lo más complicado de la fama? —Me da igual ser famoso, te lo aseguro. Si no fuera por mis amigos, que me dicen “cálmate”, haría todo lo que se me pasa por la cabeza. No soy un robot. Me encanta la música; y si voy a un concierto, me mezclo entre el público. No me gustan las salas vip. Iría a festivales, aunque de momento no puedo.

El de Valbuena no ha sido el único escándalo en el que se ha visto implicado. En 2011 Benzema y su compatriot­a Franck Ribéry fueron procesados por contratar los servicios de una prostituta menor de edad, Zahia Dehar. Un año después los absolviero­n. La Justicia estimó que no podían conocer la edad exacta de Zahia, quien, entretanto, lanzó una marca de lencería couture, se paseó por los desfiles de Dior o Schiaparel­li y posó para Karl Lagerfeld, que la definió como “la nueva Diana de Poitiers”. Meses antes del affaire Valbuena se publicaron unas fotos de Benzema y Rihanna juntos en Nueva York y Los Ángeles. Fue el —hipotético— romance de ese verano. “Mi canción favorita de ella es Bitch Better Have My Money”, desliza Benzema. En una entrevista en Les Inrocks el pasado noviembre Benzema aseguraba que lo mejor de la de Barbados es que no se toma en serio a sí misma. “En eso no soy como ella. Pero cuando nos vemos, nos reímos mucho. Es muy buena gente”.

A propósito de la imputación de Benzema en el caso

“SI HAGO UN PARTIDO MALO, NO NECESITO LEER LA PRENSA PARA SABERLO”

Valbuena, el periodista Hughes publicó la columna Coches rápidos y amigos raperos en el diario ABC: “Un futbolista blindado por el club y con menos impacto publicitar­io que sus compañeros” que “en las redes sociales ofrece la imagen tranquila de una vida ordenada. Su conducción había sido, hasta esta semana, el mayor de sus problemas”. En los últimos años Benzema había sido multado por conducir sin carné y por hacerlo a 216 kilómetros por hora por la M-30. En 2009 se estrelló contra una valla en La Finca, en 2011 participó en carreras ilegales en Ibiza y el pasado septiembre tuvo un accidente sin consecuenc­ias en Paracuello­s del Jarama. Todo esto explicaría las reticencia­s de su representa­nte a que pose a bordo de uno de sus tres coches —un Land Rover familiar, un Audi y un Mercedes—. Eso sí, “le Bugatti n’est pas lá” (el Bugatti no está aquí), me advierte Cora en alusión a uno de sus modelos más comentados, el Veyron valorado en millón y medio de euros con el que sorprendió a sus seguidores de Instagram en 2015. —¿Qué no mostraría jamás en sus redes sociales? —Yo comparto lo que me pasa por la cabeza, no lo mido. Y me va bien así.

Con todo, el no nueve ha sentado la cabeza. Solo un asunto le recuerda sus problemas del pasado: el Mundial de Fútbol que se disputará en Rusia este verano. Benzema, tres Champions, dos ligas, cuatro campeonato­s de Francia, 27 goles en 81 partidos con la Selección de Francia, no juega con los Bleus desde que se vio envuelto en el escándalo de Valbuena hace tres años. Los debates entre detractore­s y partidario­s del delantero son la comidilla de las tertulias deportivas televisiva­s y radiofónic­as de Francia. Su presencia en la Selección es una cuestión de Estado. En marzo de 2016 Manuel Valls declaró, en alusión al de Lyon, que un futbolista debía ser ejemplar. “Cuando un primer ministro habla de ti, ya no es fútbol. Creo que no hay que mezclar fútbol y política. En mi caso, es un asunto político”, me dice. —¿Cree que lo van a convocar? —De verdad, no lo sé. No hablo con el entrenador desde hace tiempo. Sin mediar palabra es muy difícil.

—¿Qué estaría dispuesto a hacer para que Didier Deschamps lo reclame?

—¿Yo? ¿Ahora? Nada. Ya tengo 30 años, dos hijos (risas). ¿Cómo voy a llamar al entrenador? No. Yo estoy tranquilo aquí. Si me necesitan, ya saben dónde estoy.

En 2006 el ariete obtuvo la doble nacionalid­ad. “Juego con los Bleus por motivos deportivos, pero mi país es Argelia”, dijo. Estas declaracio­nes lo pusieron en el foco años después cuando los ataques a los símbolos nacionales en los estadios de fútbol forzaron a Nicolas Sarkozy a tomar medidas. El presidente suspendió un encuentro amistoso entre Francia y Túnez por los pitidos del público al himno francés y acordó que, si se repetían los hechos, los miembros del Gobierno deberían abandonar el estadio, anular los amistosos contra el país rival por un periodo a determinar y el árbitro, suspender el juego. Benzema siempre se ha negado a entonar el himno antes de los partidos.

—¿Cuál es su estrofa favorita de La Marsellesa? —le pregunto.

—Si escuchamos bien, La Marsellesa llama a hacer la guerra. A mí eso no me gusta. Nada. Diez minutos antes de salir al campo, Benzema escucha música en su iPod. “Tupac, Booba, que es muy amigo mío, funky, reggae… Depende de mi estado de ánimo”. Su afición a la música se remonta a los viajes en coche con su padre cuando era niño. Hafid Benzema les ponía Jacques Brel y Charles Aznavour. Reza. Cuando cruza el túnel de vestuarios hacia el césped del Santiago Bernabéu, “empieza la presión para jugar un buen partido”. Su relación con sus compañeros, dice, es excelente. “Somos todos amigos. Pero no te puedo decir que salgamos a cenar, somos amigos de trabajo —acota el cuarto capitán del club—. No lo soy al estilo de Sergio Ramos. Yo puedo ayudar muchísimo en el campo, que es donde los jóvenes pueden entenderse con los veteranos”.

—¿Se puede vivir algo tan efervescen­te como el fútbol de forma desapasion­ada?

—Para mí, es muy difícil. Llevo 13 años sometido a una presión constante. Y más aquí, en el Madrid, que es el mejor club del mundo. No puedes marcar distancias. Vas a la compra, la gente te habla. Vas a echar gasolina, la gente te aborda. Vas a Valdebebas, la gente te espera. Vives bajo presión. —¿Le gustaría ser anónimo? —Ya veré, después del fútbol, cómo se pasa (risas). —¿Cómo se ve en un futuro próximo, como Zidane… o como su amigo el rapero Drake?

—Como Karim.

Benzema no tiene héroes. “Cuando se me acercan mis fans, siento lo mismo que de pequeño con Ronaldo. Veo a muchos niños a mi alrededor, que me miran con los ojos de par en par, y recuerdo que yo miraba así”, concede. Es feliz en Madrid. Aquí está su hogar. En Lyon, su “historia”. A pesar de su afición a la cultura hip hop, no se ve en EE UU. “Me gusta ir, pero solo de vacaciones”. En su escaso tiempo libre ve alguna serie de televisión. Juego de tronos, La casa de papel. La última película que ha visto, El precio del éxito, me pone a tiro la última pregunta. —¿A qué ha tenido que renunciar para triunfar? —A salir. A la fiesta. Salir. No lo echo de menos, pero… es la fiesta. �

“FLORENTINO ESTÁ CONMIGO EN LOS MOMENTOS MALOS Y EN LOS BUENOS. ES COMO DE LA FAMILIA”

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PRIMERA PLANA El delantero francés lleva total look de Valentino y reloj de Patek Philippe.
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