CARTA DEL DIRECTOR
Hace exactamente un año de mi primera carta. Un ciclo completo. Cuatro semanas de la moda tradicionales —amén de casi incontables colecciones satelitales y capsulares—, unos premios Goya, unos Oscar, su verano y su Navidad, un brutal atentado en Las Ramblas de Barcelona y la convocatoria de un referéndum ilegal, su posterior y poco explícita DUI y una alocada huida de Puigdemont hacia delante. A causa de ello, el rey tuvo que plantarse muy serio delante de todos los españoles el día que nació mi primer hijo para tratar de legitimar el papel que ostenta 36 años después de que su padre sofocara el 23-F. E ntre medias, 12 números que han procurado dictar su propia agenda en tiempos en los que los periódicos parecían la bitácora de Trump y del expresident de la Generalitat, con apariciones estelares de Albert Rivera como caballero de brillante armadura, blanco corcel y —al parecer— la fórmula para que el país no se parta. Felipe VI fue nuestra portada de enero y el presidente de Ciudadanos, la de junio, con un timing creo que afortunado. Otras veces hemos apostado por la simiente del #MeToo (con Miriam Giovanelli, Natalia de Molina y Michelle Jenner vistiendo la polémica torera de Emma Watson), por la moda (Monica Bellucci), la televisión (Cristina Pedroche), la realeza (lady Di, el príncipe Harry y Beatrice Borromeo), la sociedad (Jennifer Lopez y Feliciano López) o Internet (Emily Ratajkowski). Tal es la versatilidad de Vanity Fair.
Lo bueno de salir una vez al mes al quiosco es que la apuesta se convierte en vinculante declaración de intenciones que tatuar inmediatamente a tu ADN. La portada que tienen entre manos, con un sesentero Julio Iglesias a punto de comerse el mundo tras despuntar en el Festival de Benidorm de 1968, resulta oportuna por los 50 años de esta onomástica y porque cumple con ese factor inesperado que siempre intentamos traer al debate. ¿Quién iba a imaginar que Iglesias era inseguro en sus inicios? Así como quién iba a esperar que Tamara Falcó entrevistara hace unas semanas al nobel Vargas Llosa para nuestra web. ¿Quién nos iba a decir que el máster de Cifuentes era irregular o que las reinas de España no se llevan tan bien? Son contradicciones que nos fascinan.
Así, cuando el día del desplante el tuitero @rabillodelojo hizo públicas las imágenes que enfrentaban a la reina emérita con doña Letizia y la princesa Leonor, nuestro jefe de Sociedad, Martín Bianchi, saltó a comentarlas en su canal de Twitter para encontrarse, ni más ni menos, con la respuesta de la princesa Marie-Chantal, esposa de Pablo de Grecia, primo del rey y uno de los sobrinos favoritos de doña Sofía. Marie Chantal: ¿Es verdad? Martín Bianchi: Por desgracia, lo es. M. C.: ¿Qué dice la prensa española al respecto? Es horrible. M. B.: Estamos todos en shock. M. C.: ¡Esto me enfada tanto! M. B.: Creo que toda España está bastante enfadada con el tema. La reina emérita no se merece este trato.
M.C.: Ninguna abuela se merece ese trato. Guau, [Letizia] está mostrando su verdadera cara.
La conversación, al principio inofensiva pero creciente en intensidad, generó ríos de tinta en cabeceras de todas las latitudes —incluido The New York Times—, un terremoto de dimensiones colosales que abre la veda de royals saltándose el protocolo y el recato. La resaca del asunto pone lupa sobre las dañadas relaciones en la Zarzuela que provocaron el caso Nóos y el affaire de Botsuana. Y todo gracias a publicar un tuit a tiempo.
Es el propio Bianchi quien firma el reportaje sobre los inicios de Julio Iglesias, estudiando el entorno que lo vio crecer y florecer como el cantante en habla hispana más vendido y admirado de todos los tiempos. “Te advierto que, con las fuentes que barajamos, puede quedar oscuro”, me dijo. A lo que le contesté: “Da igual, mientras lo acabes con estas cuatro palabras: ‘Pero es el mejor”. �