VIVIAN GORNICK ‘LA MUJER SINGULAR Y LA CIUDAD’
Dice Vivian Gornick que Nueva York es, con toda probabilidad, la ciudad que más soportable hace la soledad. Y aquí, en su segundo libro de memorias, la lúcida y brillante secuela de Apegos feroces, aquel deambular por las calles con su madre, y recordar todo lo vivido en aquellos bloques del Bronx, con todas aquellas otras mujeres, construye otra cartografía de lo que fue y sigue siendo vivir en Manhattan. Hay, como en el adictivo volumen que le precede, anécdotas personales y, en este caso, encuentros con extraños en la calle, en busca de espejos que le devuelvan en cada momento la imagen de sí misma que querría estar viendo. También hay una reflexión sobre lo que significa ser una feminista moderna —lo que Gornick llama “una mujer singular”— y la historia de una amistad con Leonard, un tipo ardorosamente infeliz que, como ella, busca siempre algo contra lo que luchar, y siempre lo encuentra. Porque he aquí lo que hace única a Gornic y su deliciosa y, por momentos, trepidante prosa collage: el hecho de que ha renunciado por completo a vivir en un mundo de fantasía, de sueños cumplidos y por cumplir, decidida como está a resolver hasta el último de sus conflictos, a que su paso por el planeta sea una constante y fructífera guerra contra sí misma, batalla que destila luego en sus libros, a la vez autorretratos y esbozos, radiografías, de su ciudad, una ciudad de ficción que, en sus historias, se nos antoja poderosamente real.