EL GRAN DILEMA
El año en el que se aprobará la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, la normativa estrella del PP, EVA LAMARCA entrevista a la ministra Isabel García Tejerina para hablar sobre los recursos que el Gobierno destina a la ecología, los incentivos
La ministra García Tejerina se debate entre la lucha contra el cambio climático y su coste económico.
“[Lo de Cifuentes] quita brillo a este Gobierno. Claro que es doloroso, pero yo no me olvido de que mi contrato es con los ciudadanos”
La semana ha sido una versión feroz de lo que puede llegar a resultar la política. Un vídeo ha dejado a la expresidenta madrileña, Cristina Cifuentes, al borde de una línea sin regreso. Isabel García Tejerina (Valladolid, 1968), ligera, menuda, corre las pesadas cortinas de su despacho en el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Afuera la mañana es azul, impávida, y el zumbido rápido de la ciudad se cuela por las ventanas.
“¿Que cómo vivo lo sucedido? Imagino que como viven los socialistas serios el ver sentados a Chaves y a Griñán en el banquillo. Al final estas cosas quitan brillo a este Gobierno. Claro que es doloroso, pero yo no me olvido de que mi contrato es con los ciudadanos españoles. Y bueno, c’est la vie”. No hay ironía. Ni queja. Solo un suspiro.
A pocos metros de donde nos sentamos está su mesa de ministra, sólida, austera, autosuficiente, la misma ante la que, hace ahora casi 20 años, se presentó siendo una adolescente para conocer a la que sería su primera jefa en el ministerio, Loyola de Palacio. Llegó recomendada por su profesor Jaime Lamo de Espinosa, después de haber estudiado Ingeniería Agrónoma y derecho y tras haber cursado un máster en Comunidades Europeas y otro en Economía Agraria en California. “En EE UU me ofrecieron quedarme a hacer el doctorado, pero yo me quería volver. Jaime, que fue casi un tutor, me alentó a venir al ministerio. Me preguntó: ‘¿Tienes alguna incompatibilidad ideológica?’. ‘Más bien lo contrario’, le respondí”. Se convirtió así en asesora ejecutiva del gabinete de la ministra. “Yo ahora a mis asesores jóvenes les digo: ‘Tenéis la oportunidad de aprender, no me deis un informe sin leerlo, que no pase por vosotros como si nada…”. Desde entonces, Tejerina ha conocido casi todos los puestos en esta Administración: con Jesús Posadas, con Arias Cañete… Por eso, perfeccionista y controladora como admite ser, reconoce: “Corro el riesgo de querer hacerlo todo, pero no puedo, no llego”.
Tejerina es afable, reservada. Es difícil imaginarla como a su predecesor, Arias Cañete, comentando que come yogures caducados o que se da duchas frías para no derrochar agua. Pero trata de ser cercana. Bromea con las encargadas de limpieza, muestra su agenda sin recelos, propone ir a correr al Retiro o se arrodilla una y otra vez ante decenas de perros en un acto por la tenencia responsable de animales. Cuenta que su padre falleció el año pasado, que el tenis es su pasión y que este fin de semana esquiará con sus sobrinos, de los que narra anécdotas como si fueran los hijos que no tiene.
Exigente consigo misma, se diría que su principal rasgo de carácter es el rigor. Y quizá su principal defecto, su intolerancia a la imprecisión. Si algo la contraría, puede llegar a ser muy inflexible. Es entonces cuando aparece el tono de maestra, que enfatiza y rasga las palabras dividiéndolas en sí-la-bas.
Dispuesta ante una frugal tortilla francesa y una Coca-Cola, su comida habitual cuando las horas aquí corren sin que el tiempo dé de sí, responde. “¿Cuántas veces siente que los intereses de los grupos que usted representa en la parte de la agricultura, la pesca y la alimentación chocan con los intereses de su departamento de medioambiente y la presionan?”.
—Esa es una falsa percepción. Nunca he tenido ningún conflicto entre departamentos, porque creo que el medioambiente hay que hacerlo desde todas las políticas. Por ejemplo, nadie ha hecho nunca más sostenible la pesca que este partido. Cuando llegamos al Gobierno, teníamos una advertencia muy severa de que nos cerraban la pesquería, porque se estaba pescando de más. Nosotros hicimos política de pesca haciendo política medioambiental: que haya tantos peces que la actividad sea la máxima y no altere los ecosistemas. Aquí hacemos política medioambiental en agricultura, pesca… porque es pensar en su futuro.
—¿Y no la presionan los cazadores, los pescadores, los agricultores para que no les ponga límites medioambientales?
—Me presionan… pero nosotros somos un ministerio abierto y trabajamos con ellos la manera de ser más sostenibles. Mi tarea también es convencerlos. Siempre les digo que cuando les pido sostenibilidad es porque España es una gran potencia exportadora y queremos estar en el nicho más alto de los mercados, y eso exige producir con unas normas medioambientales exigentes.
—Hace año y medio, en la cumbre de Marrakech, prometieron que iba a haber una ley de cambio climático y transición energética. Usted ha dicho que en verano estará lista, pero el ministro de Energía, Álvaro Nadal, dice que no habrá ley hasta que Europa se pronuncie. ¿Hay descoordinación entre ministerios?
La ministra parece cansada de responder a esas críticas. Con cierta impaciencia, rebusca entre su mesa y hace aparecer el borrador de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, subrayada y comentada por ella. “Aquí está la ley”, anuncia orgullosa. “No hay descoordinación, pero la parte de cambio climático en la Unión Europea va más avanzada que la de transición energética y tenemos que acompasar esos tiempos, porque nuestra ley tiene que ser armónica con Europa. Por eso Nadal necesita esperar. Pero la ley está a punto”.
—El PP asegura que el medioambiente es la estrella de esta legislatura con esa ley y, sin embargo, el Gobierno presenta unos