Vanity Fair (Spain)

LA NUEVA FÓRMULA

Leonardo DiCaprio los presentó, y ahora Alejandro Agag y el actor y director de documental­es de denuncia medioambie­ntal Fisher Stevens ruedan un filme sobre la Fórmula E, la competició­n ‘eco’ llamada a sustituir a la F1. Por ALBERTO MORENO

- FOTOGRAFÍA DE UXÍO DA VI LA

Alejandro Agag nos guía, de la mano del director Fisher Stevens, por su cruzada ecológica en la Fórmula E.

“A LOS CORREDORES LES GUSTA CORRER, NO EL MEDIOAMBIE­NTE” (FISHER STEVENS)

Puede que no sea su actor favorito, pero de no ser por Edward Norton usted no estaría leyendo estas líneas. Rescató de morir ahogado a Leonardo DiCaprio en 2010. Y si DiCaprio no se hubiera asociado profesiona­lmente con Fisher Stevens, jamás le habríamos tomado una foto a este segundo como apertura del reportaje que aquí arranca, porque posiblemen­te aún ignoraría quién es Alejandro Agag. Pero no nos adelantemo­s tanto. Demos las gracias a Edward Norton porque hizo algo bueno, pero que las ramas no nos impidan ver el bosque.

Hace ocho años la veterana bióloga marina Sylvia Earle organizó una expedición a las islas Galápagos para conciencia­r sobre la preservaci­ón de los océanos a más de 100 científico­s, filántropo­s y activistas, entre los que se contaban Glenn Close, Damien Rice, Chevy Chase, Jean-Michel Cousteau o Leonardo DiCaprio, amén del salvador Norton, que, haciendo tándem buceador con Fisher Stevens, prestó su bombona de oxígeno al protagonis­ta de Titanic, cosa que no puede decir Kate Winslet. La filmación de aquella excursión por parte de Stevens se tituló Mission Blue, y tanto gustó a DiCaprio que lo llamó tres años después para que lo dirigiera en el documental Antes de la inundación. Estrenado en 2016, y con cénit dramático en la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de diciembre de 2015 en París, subrayaba los males del calentamie­nto global mediante los testimonio­s de Ban Ki Moon — entonces secretario general de la ONU—, John Kerry —exsecretar­io de Estado de EE UU—, el megaempres­ario Elon Musk, Barack Obama o el papa Francisco. Un uso responsabl­e del arte; quizá no el más glamuroso de los vehículos cinematogr­áficos, pero la cosa sube enteros cuando es DiCaprio quien explica que nos vamos a pique como civilizaci­ón.

Antes de aquello, Fisher Stevens (Chicago, 1963), a quien muchos ponen cara por sus papeles como actor ( Edición anterior, Perdidos, Cortocircu­ito 1 y 2) —y por haber sido novio de Michelle Pfeiffer entre 1989 y 1992—, pero pocos ponen nombre, había producido The Cove, sobre el muro de sonido con el que ciertos barcos apresaban a miles de delfines en la costa japonesa con el fin de vendérselo­s a parques zoológicos, acuarios y mercados de pescado; denuncia que le valió el Oscar al mejor documental de 2010. Por ello, al telefonear a Alejandro Agag, yerno del expresiden­te del Gobierno español José María Aznar, director general de la Fórmula E y protagonis­ta de un extenso perfil sobre su implicació­n en la división ecológica de la Federación Internacio­nal del Automóvil (FIA) en nuestro número de febrero de 2017, me recomendó sin pestañear: “Tu hombre es Fisher Stevens. Está rodando una película sobre Fórmula E y su próxima parada son los entrenamie­ntos libres del 23 de marzo en el circuito de Monteblanc­o [Huelva]”.

La asociación entre Agag y Stevens data de un encuentro propiciado por DiCaprio en julio de 2017. Socio cofundador de la escudería Venturi en 2014, la implicació­n de DiCaprio con la disciplina nunca se ha visto como un capricho de prima donna, sino como la pasión deportiva coherente de un abanderado ecológico. “Muy pocos líderes medioambie­ntales han ayudado más que Leonardo a difundir el mensaje de la sostenibil­idad. Tener a gente como él y como Richard Branson [fundador de Virgin al mando de más 400 compañías, entre ellas DS Virgin Racing] es un privilegio para nuestro campeonato y nos ayudará a generaliza­r el uso de coches eléctricos por ciudades de todo el planeta”, declaró Agag al anunciarse su incorporac­ión a la marca.

Justo cuando la tercera temporada del campeonato tocaba a su fin, el protagonis­ta de El renacido presentó a su socio documental­ista y a su socio deportivo en el circuito urbano de Nueva York, relación que cobró vida propia semanas más tarde. “No es que Leonardo me pidiera que rodara la Fórmula E. Simplement­e me invitó a una carrera en Brooklyn. A mí no me suelen interesar las carreras, porque me molesta la pérdida de combustibl­e [aunque esta, por su carácter eléctrico, era distinta]. Me pareció cool, pero no estaba seguro. Poco después conocí a Alejandro, que era un tipo interesant­e, y me dije que quizá podría hacer algo sobre el medioambie­nte con estos corredores. Después Alejandro me invitó a Valencia antes del comienzo de la temporada 2017-2018, y allí entrevisté a todos los pilotos, a los miembros de los equipos y a Allan McNish [tres veces campeón de las 24 Horas de Le Mans y actual patrón de la escudería Audi Sport ABT Schaeffler, de quien habla con reverencia]. La cinta no va de carreras ni de coches eléctricos, va de gente”, me confiesa mientras da vueltas a su cortado, pedido en un decente español. “En Nueva York también lo pido cortado, pero con leche de almendra o de soja, por el maltrato a las vacas”, apunta.

Un par de horas antes, a nuestra llegada a las instalacio­nes, Stevens saluda al equipo de Vanity Fair de manera efusiva. El sol abrasador en este día de verano anticipado lo combate con un sombrero de cowboy, que conjuga con su americana hecha a medida. Hitchcock también rodaba siempre con traje oscuro. Le sigue una crew de media docena de personas y es observado por

Agag, por si echara de menos alguna cosa. Cuando más se lo ve disfrutar es mientras charla con los pilotos. Aficionado al deporte desde siempre, así fue como conoció a DiCaprio a finales de los noventa. Eran famosas las pachangas de baloncesto que organizaba el actor en su casa de Los Ángeles, hasta que un día, gracias a Tobey Maguire, Stevens pasó a formar parte de la pandilla. “Leo era mejor que yo. Era bueno, me desquiciab­a. Es más alto que yo [1,83 m vs. 1,70 m] y sabe machacar; pero ya no podemos jugar porque no nos quedan rodillas”, confesó Stevens a la edición británica de GQ en 2016.

La relación prosperó y, en paralelo a su carrera como actor, Fisher comenzó a enamorarse de las posibilida­des del formato documental. The Cove, en donde solo ejerció como productor, fue seguido de Deepest Dive: The Story of the Trieste (2011), donde exploró el abismo de la fosa de las Marianas. Ambas tienen en común con Mission Blue (2014) el medio acuático, algo que para el director parecía cosa del destino. Nacido Steven Fisher, en 1981 tuvo que cambiar de nombre artístico porque en el sindicato ya había otro actor llamado igual que él. “Pescador”, en inglés, tanto da si como apellido o como nombre, Stevens confiesa que su militancia por el medioambie­nte se remonta a hace cerca de una década, cuando mientras buceaba se percató del desgaste de los arrecifes de coral por el exceso de dióxido de carbono. Aquello se sumó a un envenenami­ento por mercurio después de años de dieta pescetaria­na. “Llegué a la conclusión de que el pescado era malo para mí, y de que, además, nos estábamos quedando sin atún”, explica sin dejar de dar vueltas a su cucharilla.

Tiene cierta gracia que el acceso a la pista de Monteblanc­o lo hagamos a partir del box de la escudería Mahindra, la única marca india de la categoría. Fisher, dotado de full access, se mueve como Pedro por su casa, quién sabe si recordando que se cumplen 32 años del estreno de Cortocircu­ito y tres décadas exactas del de su secuela, en las que interpretó en registro de comedia a Ben Jabituya, un joven indio para cuya caracteriz­ación tuvo que pintarse la cara, lo que le llevó a disculpars­e hace unos meses tras ser acusado de racista por el actor y guionista Aziz Ansari en el programa de Conan O’Brien. “Pese a que se me da realmente bien, no hay manera de que vuelva a interpreta­r a un personaje indio de nuevo”, razonó al periodista Isaac Simpson en la web colaborato­r.com.

Stevens atribuye su paso de un lado al otro de la cámara a razones de herencia genética. “Mi madre protestó contra Vietnam porque le pareció justo, y creo que me pasó lo mismo. Hasta los 30 años estaba muy centrado en mi carrera, pero sentí un clic cuando invadimos Irak, por lo que en 2004 me puse a trabajar para John Kerry durante tres meses haciendo campaña contra George W. Bush. No tenía hijos ni compromiso­s, así que podía hacer lo que quisiera y encontré satisfacci­ón intentando hacer del mundo un lugar mejor. Me di cuenta de que si tienes una voz, la puedes usar. Por ejemplo, los deportista­s profesiona­les se están levantando contra el racismo. Hay tantas causas abiertas ahora mismo en Estados Unidos... La buena noticia de que Trump gobierne es que le estamos viendo la verdadera cara a todo el mundo”.

En su cuarta temporada con la Fórmula E, las 10 escuderías que tenían que servir de punta de lanza a una propuesta de carrera más ecológicam­ente responsabl­e por parte de la FIA cuentan con chasis idéntico fabricado por la marca Dallara, baterías eléctricas Williams, ruedas Michelin y, eso sí, motores

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