CARTA DEL DIRECTOR
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Acaban de cumplirse 123 años de la muerte de José Martí, pensador, escritor, periodista, filósofo, poeta, político creador del Partido Revolucionario Cubano y modelo interesado de Fidel, hoy especialmente de moda por el pasito atrás del castrismo con el reciente nombramiento del nuevo presidente Díaz-Canel. Martí perteneció al movimiento literario modernista y a él se atribuyen las tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Más tarde, en tiempos de líneas aéreas low cost, la cultura popular sumaría la coda “y dar la vuelta al mundo”. No parecen misiones baladíes. Todas requieren empeño y tesón. Puedo decir que, cuando llevo más o menos la mitad del camino que dictamina mi esperanza de vida, me he dado bastante prisa en esta lista de la compra existencial que propuso el cubano y redondeó la autoayuda. Con orgullo reconozco que:
—Tener un hijo, check. Fue el año pasado. Es tirando a rubio, tiene los ojos azules (esas puertas ya las tiene abiertas, espero que recuerde colar el pie antes de que se cierren) y apunta carácter (lo considero una suerte). Ojalá le guste leer y busque la decencia en cada acto de su vida. Grado de dificultad: moderada la consecución; elevado el mantenimiento.
— Escribir un libro, check. Recuerdo el primero que terminé. Fue una compilación de 32 cuentos escritos en apenas mes y medio. Una vez maquetado, el detalle que más me gustó fue leer en pequeñito su título, en el tejadillo de cada página impar. Grado de dificultad: medio-alto.
—Dar la vuelta al mundo, semicheck. No al estilo Willy Fog, desde luego, con prisas y un plan circular. Nunca he juntado 80 días seguidos de vacaciones. Ni siquiera 20, desde COU. Pero sí he viajado hasta el lejano Japón en dirección al sol y hasta el remoto Hawái, bordeando América. Cuántas culturas entre medias. Cuántos planetas de planetas tan distintos de nosotros. Grado de dificultad: cada vez menor.
Dejo para el último lugar eso de plantar un árbol. De pequeño sembraba piñones sin mucha convicción en la finca de mis abuelos. Algunos de aquellos pinos germinaron, aunque dudo que con las heladas invernales llegara a prosperar ninguno; pero, tranquilos, que tengo un aval mejor. Es de justo hace un año: el cerezo que planté con mi mujer a mitad de su embarazo. Recuerdo que lo tomé como un símbolo de trascendencia. Obras minúsculas que perduran. Si no vas a erigir una catedral, al menos siembra un árbol como legado. Será una muestra de tu paso por el mundo de una manera mucho más prosaica que la criatura que se aproximaba entonces, acaso un simulacro.
Todo este tiempo después entiendo que lo que tuvo una intención difusa y pseudopoética cobra hoy un sentido radicalmente distinto. Después de que incluso el negacionista Trump (empeñado en borrar la era Obama como única misión en el Despacho Oval) contemple respetar el Acuerdo de París (200 países contra el cambio climático) “siempre que EE UU no pierda competitividad económica”, parece que el problema es serio. “Vivimos en la Tierra como si tuviéramos otra a la que ir”, reza Terri Swearingen en nuestra frase de portada. ¿Recuerdan la polvorienta e irrespirable Interstellar? No es el planeta que quiero para mi bebé. Por ello, ahora lo sé, planté aquel árbol, para que el mundo de mañana sea un poquito más verde.
Charlo sobre ello por teléfono con Ágatha Ruiz de la Prada, que pasea la orilla del Hudson y se alegra de que las fotos de la sesión de portada del otro día quedaran muy bien. “Es lo más importante que podemos hacer con el planeta, devolverlo mejor de lo que nos lo dieron. La moda no termina de hacerlo bien, pero está en la buena senda”, reflexiona esta hija y nieta de ecologistas, afiliada a los verdes, dueña de un coche eléctrico y tres placas solares.
Inspirado en la conversación, mi cabeza vuela a Nueva York y pienso en Central Park, pulmón de Manhattan y oasis urbano casi inédito en Occidente. Pronto reforestarán el Parque del Tercer Depósito de Chamberí, donde paseo a mi hijo en su carrito. El campo de golf construido de manera irregular, según sentencia judicial del Tribunal Supremo de 2013, ya está casi desmontado y será ocupado por cientos de nuevos árboles. Son brotes verdes para un mañana mejor. Sirva este, nuestro primer número eco, para levantar acta del futuro sostenible que podría ser.