LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA
El escritor, filántropo y líder de la banda Moriarty inaugura su museo en el Mediterráneo.
Mi padre la descubrió hace 20 años, cuando asistió a una boda. Se sintió atraído de inmediato por la isla y, en concreto, por la casa. Le dijo al propietario que, si algún día la vendía, él estaría interesado. Es lo que sucedió hace cinco años”, relata Charles Carmignac. El líder de la banda de folk-rock Moriarty, de 38 años, preside la Fundación Carmignac que su padre, Edouard, creó en 2002 para acoger su colección de arte contemporáneo y otorgar cada año un premio de fotoperiodismo. El 2 de junio inaugura un proyecto largamente acariciado en la isla de Porquerolles, un paraíso al sureste de Francia que han habilitado para albergar 300 obras de Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Jean- Michel Basquiat. “Mis favoritas son el grupo escultórico del jardín, que llamamos los alquimistas; Symbol, que Albert Oehlen pintó en 1997 y representa a un luchador dispuesto a usar su arma, una catana, y que simboliza los valores de la fundación: por un lado, fuerza, provocación y trabajos perturbadores; por otro, piezas poéticas y meditativas. Y Sky, de Cincuenta días en el Monte Abu, de Francesco Clemente, evoca mis experiencias personales en la India”, enumera este lector apasionado que me recuerda que Aldous Huxley, uno de sus autores favoritos, escribió Un mundo feliz en Sanarysur-Mer, cerca de Porquerolles.
Carmignac subraya con pasión la energía especial del enclave. “Es un lugar maravilloso para acabar una historia de amor… y empezar una nueva”, cuenta este músico, escritor y filántropo que vive en un palacio del siglo XIX en París con su pareja desde 2009, Julie. También recuerda la experiencia cultural que cambió su vida: “Pasar 10 años en un camión con mi banda”. No descarta actuar con Moriarty en Porquerolles. “¿Por qué no? Vamos a componer y ensayar allí las canciones que acompañarán una exposición sobre el fotógrafo Robert Doisneau que acogerá la Filarmónica de París a finales de año”.
Este mes culminará una labor que aúna “arquitectura, política, ecología y, por encima de todo, arte”. Me invita a asistir. “La gente que la visita siempre descubre su propia isla. Lo que parece un bosque perdido en el Mediterráneo es el lugar perfecto para emprender un viaje iniciático. Por no hablar de su pasado pirata…”, me dice misterioso.