CRISTINA IGLESIAS: UN MUNDO DESCONOCIDO
En su estudio de Torrelodones, en Madrid, junto a las maquetas de laberintos de raíces y corrientes subterráneas, Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) tiene un acuario con varios peces naranjas nadando alrededor de la reproducción a escala de Estancias sumergidas, la instalación de muros atravesables que descansa desde hace ocho años en el fondo del mar de Cortés, en Baja California (México). Hoy las algas y el plancton han recubierto sus paredes y miles de especies marinas han regresado a la zona. Esta iniciativa de conservación, que desarrolló con el Instituto de Oceanografía de San Diego, será uno de los ejes de su nuevo libro, Mi escultura en el espacio público, aún en proceso, donde también analizará los arroyos artificiales que concibió para las oficinas de Bloomberg en Londres. “Se trata de reflexionar sobre el papel del arte, si puede crear ese tipo de espacios en la ciudad, esos oasis”, cuenta Iglesias. “La atención al urbanismo es muy importante”, añade la artista, que sueña con propuestas “que nos lleven a ser más cívicos y nos animen a pensar en la naturaleza”. En esta visión coincide con Norman Foster, el arquitecto que ha confiado en ella para numerosos proyectos, entre ellos la sede de su fundación en la capital española. “Siempre tenemos reuniones memorables”, relata sobre el británico. “Con él es muy fácil, porque tiene las ideas muy claras, es muy genial, y a la vez aprecia lo que haces”. La autora de las puertas del Prado presentará una selección de su trabajo en el Centro Botín de Santander el próximo octubre mientras ultima la intervención en el faro de Santa Clara, en San Sebastián, que donará al municipio. “Es un lugar que nos anima a despertar la conciencia sobre lo que hay debajo de lo que pisamos. Hay vida, agua, un mundo que desconocemos”.